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Por la mañana, Natasha llegó a la torre Stark a recoger a James, con su mochila en la parte trasera del auto. Éste ni siquiera se despidió de Steve. Su madre manejó hasta la escuela y lo dejó en la entrada.

—Te amo. —dijo ella, con una sonrisa.

Él iba tan distraído que ni siquiera la escuchó, así que dio unos cuantos pasos más con la cabeza baja, cuando ella volvió a hablar.

—¡DIJE QUE TE AMO! —exclamó ella, aún más fuerte.

Varios de los chicos que se encontraban ahí se rieron.

—Yo también te amo. —respondió el pelirrojo, bajito, pero lo suficientemente audible como para que su mamá lo escuchara.

Entró a su salón. Este seguía siendo del mismo color gris que tanto lo aburría cada semana desde hacía ya varios años.

Pasó toda la clase de matemáticas acostado en su pupitre, sin prestar atención. Esto molestó bastante a su maestro, quien lo mandó a pararse en la entrada.

Se acabó la hora y al fin pudo entrar, cuando de pronto, escuchó una conversación que no debió.

—Demonios. Olvidé mi cuaderno de física en mi habitación. Voy por él.

—¿Habitación? —preguntó James. —¿Cuál habitación?

El joven, a quien reconoció como Francis Barton, se quedó pálido, tan pronto escuchó eso. Volteó a ver al pelirrojo, sin habla y rió, nervioso.

—¿Habitación? ¿Quién habló de habitaciones? Debes haber oído mal.

—No. Sé perfectamente lo que oí, así que, dime, ¿De qué habitaciones hablas?

—Ya te dije. No hay habitaciones. —dijo, acercándose a él. Ya al estar a un par de centímetros, lo miró, con ojos asustados. —Por favor, finge que no me escuchaste. Ni quiero meterme en problemas con tú sabes quiénes.

—No, no lo sé. ¿Quiénes?

—¡Shhhh! De mí no oíste nada, ¿Está bien? Pero si quieres saber, definitivamente no vayas al cuarto de mantenimiento.

Fue así que el joven se encaminó justo ahí, con cautela, para evitar que alguien se diera cuenta. Ésta estaba vigilada por un prefecto. Era un poco sospechoso. Pero aquí lo importante era, ¿Cómo lo distraería para poder pasar?

Fue así que se le ocurrió una idea. Se encaminó hacia donde estaba una chica y le aventó una bola de papel. Seguido de esto, se alejó.

Ella se enojó y volteó a ver quién había sido. Encontrándose así, con un joven, a quien acusó de habérsela tirado encima.

Ambos comenzaron a discutir, así que el prefecto se separó de la puerta y fue a separarlos.

En ese preciso momento, James entró por la puerta de mantenimiento. No esperaba lo que encontraría ahí.

Había llegado al jardín de lo que parecía un campus. Colina abajo, había un enorme edificio blanco con ventanas azules. Decidido, bajó y entró en este por la puerta principal, en la cual había un escudo que creía reconocer. Fue hasta que entró, que pudo confirmar de qué era. En letras grandes, decía en la pared: Academia S.H.I.E.L.D. Bienvenidos.

Por poco se cae de espaldas. Realmente estaba dentro de una instalación de S.H.I.E.L.D. Miró con atención lo que el lugar tenía para ofrecer. Caminó por el pasillo, admirando cada cosa interesante que veía. Hasta que finalmente, llegó a un muro, que decía: "Donadores" y estaba lleno de fotografías. En este, al centro, reconoció tres caras, la de su mamá , la de su papá y la de Tony. Uno de los cuadros decía: "Natasha Romanoff (La viuda negra)" , el otro "Steve Rogers. (Capitán América)" y el último, "Tony Stark (Iron Man)" Quiso llorar. Estudiaba en una escuela de espías suin saberlo y ahora su madre también resultaba ser una superheroína. Era como si todo el mundo lo fuera, excepto él.

Desafortunadamente, antes de soltar la primera lágrima, algo lo interrumpió.

—¿James? —preguntó una voz. Era un hombre con traje, seguramente un agente.

Aquel tipo, sacó un radio y dijo en voz baja.

—Alerta a todos los agentes. James Rogers ha descubierto las instalaciones secretas.

El chico, tan pronto oyó esto, corrió.

Los agentes comenzaron a aglomerarse a su alrededor, tratando de detenerlo, pero al ser más pequeño y delgado, podía escurrirse entre ellos.

Pero eso no los detuvo. Siguieron persiguiéndolo hasta que llegaron a una pared. Cuando finalmente, todo parecía perdido, James recordó algo. Había una cosa en su muñeca que le serviría durante esa situación. Fue así que hizo aparecer su escudo y con destreza, fue apartando a los agentes con éste hasta quedar libre. Finalmente lo había logrado, cuando de pronto, sintió cómo lo jalaban del cuello de la chamarra.

Entraron en una habitación completamente cerrada. No había ni una sola ventana. Sólo un foco al centro del techo. El agente sentó al chico en una de las dos sillas que había ahí y él se sentó al otro lado de la mesa.

—Escúchame bien, James. Como pudiste ver en el muro, apreciamos mucho las donaciones de tus padres, por lo que te dejaremos ir con una advertencia. No puedes contarles a ellos que estuviste en este lugar, lo que viste ni volver aquí jamás, pero, si incumples con alguna de estas tres cosas, tendremos que expulsarte. Nada personal. Sólo no queremos meternos con los vengadores, especialmente cuando se trata de guardar secretos.

—¿Los venga- ¿qué? —preguntó el joven.

—Bien hecho, genio. —dijo una voz desde una bocina.

—En fin. Sólo cumple con nuestro trato. ¿Está bien? Qué bueno.

Unos agentes escoltaron al chico de vuelta al edificio que ya tanto conocía y lo dejaron en su salón, a tiempo para la siguiente clase.

El resto del día pasó. La cabeza de James no dejaba de dar vueltas. Su padre era un superhéroe, al igual que su padre adoptivo. Su madre era una espía y él estudiaba en una escuela de agentes secretos. Sólo faltaba que su hermanastro Peter fuese también un superhéroe o algo parecido.

Salió de la escuela, sin mucho ánimo. No era sólamente su padre el que le mentía, sino también su madre. No quería ni verla a la cara. Pero como bien dicen, "no desees algo muy fuerte o se te puede cumplir".

Frente a la puerta no estaba ella, sino un rubio alto y fornido, con una expresiónde cariño en su rostro. Genial. Era su padre.

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⏰ Última actualización: Aug 04, 2022 ⏰

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