Cuando pensés que la cagás, acordate de mi propuesta

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—Boludo, con vos no se puede…

El irónico rubio se quejó entre risas cuando su novio le impactó un puñetazo al hombro, pero estas mermaron al verle levantar e ingresar al baño de un portazo.

Se apresuró a darle alcance y por algunos segundos lo observó en silencio. Su novio permanecía cabizbajo y en voz baja, no paraba de recriminarse; probablemente, su lado temerario decidió atreverse sin pensar, aunque nunca imaginó que obtendría burlas como respuesta.

—Lo siento —dijo el rubio luego de ingresar, pero Robert lo ignoró—. Rob, perdóname, anda; me sorprendiste —añadió, repartiéndole besos por la espalda.

—¿Tenés idea de lo difícil que fue preguntarte?

—Lo sé, a veces soy un idiota, perdóname —suplicó en un susurro y continuó besando al argentino quien ya no sabía cómo hacerse el rudo ante los cariñitos de su pareja—. Debiste escoger otro momento, tonto.

Robert rio bajo antes de girarse para responder, pero le tocó guardar silencio y contemplar sorprendido. Johan sonreía, sosteniendo una sortija dorada entre los dedos.

—¿Q-qué, qué es eso, Rulo?

Johan respondió con ironía:

—¿Esto? ¡Ah, sí, un anillo de compromiso que intento darte hace un mes, pero más nada!

—¿Q-qué?

—Me rebané el cerebro, ideando la mejor propuesta… —continuó en tono burlón—, pero luego de tu fiasco de hace rato me dije: “nada es peor que esa”, así que, sí, pienso en nuestro futuro —murmuró el chico.

Desvió la vista hacia el anillo dorado y un largo suspiro dejó escapar antes de continuar:

—El sujeto de la joyería dijo que es el… ¿kanji? De la felicidad, no pude evitar pensar en ti, amas las cosas chinas y también es lo que significas para mí.

Un cruce de miradas y Rob sonrió emocionado ante el enrojecido rostro de su pareja, todo rastro de ironía desapareció. Johan sintió un cosquilleo cuando el argentino posó las manos en su atlético vientre y fue deslizándolas hacia la cintura para acercarle y juntar sus frentes.

—Rulo —murmuró—, también sos mi felicidad…

Un suave beso compartieron, los brazos de Johan rodearon el cuello de su pareja, entonces el argentino continuó:

—Pero eso no se llama kanji, sino hànzi y ese no es felicidad, es xìng, significa afortunado, pero sí… —Un nuevo beso—. Lo soy por tenerte en mi vida.
El rubio rio bajo al escucharlo y se separó un poco para contestar:

—Tonto, no sé chino, pero eso me lo explicó el sujeto, falta , ¿cierto? O sea, bendición. —Rob asintió con la cabeza—. Si ves el interior…

Robert contempló sonriente la inscripción, el carácter fú completaba el mensaje.

—Claro que me caso con vos, pelotudo.

Johan sonrió emocionado ante el recuerdo, por un momento el miedo que sentía a la presentación se disipó.

—Tienes razón, eso fue un desastre —le dijo entre risas a su novio.

—¿Lo ves? Vos sos mi pilar, Rulo, sé que vas a estar bien.

—¿Lo juras?

—Con mi vida. Dormite, Rulito.

—Ño, no quero.

El argentino suspiro y una risita le siguió por el aniñado tono que  Johan empleó.

Tan cerca, aunque estés tan lejos Where stories live. Discover now