Capítulo 1: 27 de Octubre de 2015. 22:58

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27 de octubre de 2015, casi las once de la noche en la ciudad de Leganés, Madrid. Alan esquivaba los charcos que la lluvia de la noche anterior había dejado en las aceras. Llevaba un ritmo acelerado pues era tarde, la noche había caído hacía unas horas y no le gustaba andar solo por esa zona. Las zapatillas desgastadas comenzaron a llenarse de agua de los charcos y Alan mostró una mueca de repugnancia. Sin embargo, él se sentía a salvo bajo la capucha negra que siempre cubría su rostro. Tan solo deseaba llegar a casa y descansar del trabajo.

Había salido a correr, aunque fuese un rato corto, era lo que hacía dirariamente, cuando terminaba de trabajar para descargar todo el estrés y despejarse un poco de las pantallas. Trabajaba desde casa la mayoría de los días, en una empresa de seguridad informática en la que tuvo un fácil acceso pues uno de los directores generales era un amigo suyo de la infancia. Pasaba horas delante de sus dos monitores y su teclado, rodeado de comandos, terminales y correos electrónicos de empresas pidiendo ayuda a cambio de una gran suma, pues habían sido atacados por algún grupo de hackers. Su vida era una rutina insufrible de líneas de texto y código binario. Se sentía atrapado en La Matrix.

Ya estaba cerca de su portal, y fue sacando las llaves del bolsillo izquierdo del pantalón, las agarró con fuerza, dejando que la punta de cada una de las llaves asomase entre sus dedos, por si algo ocurriese. Dio un pequeño salto para sortear un último charco y ya había llegado al portal, relajó la mano e introdujo la llave en la cerradura, cuando se percató de un nuevo grafiti que había a pocos metros de la puerta, entre dos ventanas del Bajo B. De normal no le habría llamado la atención la pintada, pues estaba acostumbrado a que aquellos muros blancos cada vez contuviesen más taggeos de críos que se divertían ensuciando la ciudad, pero aquel le llamó la atención especialmente.

Retiró las llaves, encendió la linterna del móvil y se acercó a la pintada para observarla.

- ¿Qué coño es esto?- Tocó con un dedo la pintura y aún seguía húmedo, dejando deslizar una gota negra por su dedo corazón-. Esto lo acaban de hacer...

Giró la cabeza de un lado a otro siguiendo su movimiento con la linterna del móvil, en busca de alguien que recientemente hubiese hecho la pintada. Al no ver a nadie a ningún lado de la calle, redirigió la mirada al grafitti. Se trataba de un cúmulo de caracteres, completamente desconocidos para Alan, que se agrupaban en 2 columnas, separadas por algo más de un palmo. Trató de buscar un significado, una semejanza con los jeroglíficos egipcios, las runas nórdicas o las letras orientales, pero no se asemejaba a ninguna de ellas. Los trazados temblorosos creaban picos en todas las letras, algo que provocó un escalofrío en el cuerpo del chico.

El terror le estaba invadiendo, por lo que decidió marcharse, pero no sin antes hacerle una foto, abrió la cámara de su móvil, e hizo un par de fotos al mural, tras ello, entró al portal, miró el buzón de reojo por si hubiera algo que recoger y siguió adelante, hasta las escaleras, y subió casi corriendo hasta el cuarto y entró en su casa, el 4ºC.

Como de costumbre, en su casa hacía frío. Estaba todo a oscuras, excepto el salón, que tenía las persianas subidas, y dejaba entrar una tenue y anaranjada luz de las farolas de la calle. A su derecha, nada más entrar, la cocina, pequeña pero funcional, iluminada vagamente por las luces LED de color rojo que marcaban el estado Stand By de la lavadora y la telvisión que colgaba de una esquina. Se paró al inicio del pasillo que llevaba al baño y las habitaciones, esta vez, no se veía absolutamente nada, todas las puertas de éste estaban cerradas, todas excepto la del baño.

Sonaba débilmente el grifo del baño, y notó como una presencia salía por la puerta, y se dirigía hacia él con un sigilo absoluto. Por un instante, a Alan se le revolvió el cuerpo y quedó paralizado, pero en cuanto le tocó el pie, entendió que no corría peligro. Se trataba de Trece, su gato, un gato negro como las noches de invierno. Era un animal tranquillo y obediente, que en ocasiones, quizás en demasiadas, era el mejor amigo de Alan.

El Juego de BabelWhere stories live. Discover now