Bookstore Fighter

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Kim Dokja fue una persona simple, vio la portada del nuevo tomo edición limitada de su saga favorita y fue a comprarlo

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Kim Dokja fue una persona simple, vio la portada del nuevo tomo edición limitada de su saga favorita y fue a comprarlo.

Para un hombre amante de la literatura juvenil -no lo podían culpar, llevaba leyendo esto desde hace 10 años maldita sea- este fue el momento perfecto para finalmente adquirirlo, tuvo que esperar dos años a que se animaran a traducir ese tomo en específico y finalmente lanzarlo a la venta de manera oficial, no estaba dispuesto a desperdiciar esa oportunidad.

Oh sí, nada en el mundo impediría que consiguiera ese libro, ni siquiera su cartera que seguro lloraba internamente, ni su cerebro que le decía que no tenía el dinero suficiente, mucho menos su estómago que le recordó que el dinero debía ser invertido en la despensa de la semana.

Al entrar a la tienda se dirigió rápidamente a la sección de fantasía donde seguramente se encontrarán los varios tomos de la novela en cuestión -después de todo, no era la primera vez que acudía a ella, ese era el lugar más accesible para poder conseguir libros- y pudo sentir como por un segundo su corazón paraba de latir cuando visualizo el estante en el que deberían estar los libros, estaba completamente vacío.

—Disculpa... — susurro con voz temblorosa a un empleado de la tienda que se asustó por su presencia, puede que Kim Dokja no se diera cuenta, pero lucia totalmente tenebroso en ese momento, con la piel pálida -probablemente de un bajón de azúcar-, su cabello negro completamente alborotado y la mueca en su rostro que cumplía la función de una sonrisa — El nuevo tomo edición limitada de TMSA... ¿Dónde está?

—Oh, acaban de llevarse el último hace unos minutos— Kim Dokja podría echarse a llorar ahí mismo y no se avergonzaría en absoluto, estaba a punto de caer de rodillas cuando la voz- ahora milagrosa- del empleado interrumpió cualquier pensamiento suicida que pudiera estar surcando su mente— Pero creo que todavía queda el del mostrador, se lo traeré en un momento

Y fue como si el cielo se hubiera apiadado de su alma, podía sentir el leve calor de la luz artificial iluminarlo y las lágrimas de tristeza pronto se transformaron en lágrimas de alegría incontenible. Kim Dokja estaba dispuesto a hacerle un altar -que importaba si era ateo, esta era una clara excepción a la regla- al dios que se apiado de su desafortunada persona y lo había salvado de su terrible -de verdad, terrible- mala suerte.

Pronto el empleado llegó con el libro y se lo entregó, y justo como si fuera una ofrenda, Kim Dokja lo tomó con sus manos temblorosas, apenas rozando el lomo mientras lo contemplaba como el objeto más valioso y frágil de la humanidad.

Podía sentir como su buen humor salía disparado hasta los cielos, esperaba que su alegría y esa pequeña racha de buena suerte lo acompañara el resto de la semana para compensar la clara pérdida de víveres que debían asegurar su supervivencia, pero eso no importaba en lo absoluto, porque tenía a su precioso libro en manos y nada podía salir mal.

Si alguien le diera una moneda a Kim Dokja por cada ocasión en la que su gran boca hablo antes de tiempo, definitivamente sería millonario.

—Hey tu— escuchó a lo lejos e ignoró la voz, pensando que se referían a alguien más —Tu, el del abrigo blanco— Eso había sido demasiado específico, escaneo rápidamente su ropa y la de los presentes para darse cuenta de que era el único que encajaba con esa descripción, para después voltear buscando con la mirada a quien lo llamo— si tú, el que acaba de voltear

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