Prueba de embarazo

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➡︎ Mundo sin nen

➡︎ Pareja: Ikalgo humano y Zushi

➡︎ Primer capítulo de tres (short fic).

Negativo

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Negativo.

Siempre la misma respuesta. Esta era la décima prueba del año.

Zushi suele ser alguien obediente, pero es terco si se trata de un deseo que es mayor a sus principios; por eso no aceptaba que la naturaleza estuviera en su contra, o dicho de otro modo, que él no pudiera quedar encinta.

Ser padre era una de sus más grandes ilusiones desde joven, ¿y por qué no? Siempre quiso ofrecer un cariño incontenible y apasionado a su propia familia. Tenía un esposo maravilloso, con quien ya llevaba casi seis años de matrimonio.

Aquel día lo hablaron, lo intentaron; mas no funcionaba, y el moreno era el que terminaba más afectado por la decepción, se sentía como un total fracaso. Era afortunado de tener un marido tan comprensivo a su lado, Ikalgo nunca se quejó; en cambio se empeñó para hacerle ver que debía esperar pacientemente, que no había apuro.

Sin embargo, por más que el pelirrojo le dijera que todo estaba bien, él no lo veía así. Al final acababa con un vacío en el pecho, encontrando un refugio para desahogarse silenciosamente en los brazos de su pareja, quien en algunas ocasiones fue testigo de las discretas lágrimas del menor. Al hombre de ojos negros le preocupaba, porque no podía hacer nada para que su amado dejara de comprar esas pruebas de embarazo que sólo lo herían: cada prueba negativa que Zushi observaba le dolía más que la anterior.

«Esto debe parar». Fue lo que pensó mientras volvía del trabajo, el mismo día en el que la décima prueba negativa yacía en manos del adulto más bajo. 

La puerta fue abierta y a Ikalgo le intrigó no percibir el olor de la comida recién preparada, no es que sea la obligación de su querido esposo, pero al de cejas pobladas le gustaba cocinar y tenía la ventaja de llegar más temprano a casa. 

—¿Zushi? —Lo llamó, quitándose los zapatos en la entrada para colocarse sus pantuflas; le pareció extraño no verlo en la sala o en la cocina, lugares en donde el moreno suele estar a esas horas. Subió a la recámara y ahí lo encontró, acurrucado encima de la cama con su mirada perdida.

No era una buena señal en lo absoluto.

El joven no lo miró ni saludó, sólo soltó un suspiro desanimado —. Ordené pizza... como te gusta. Estará aquí dentro de poco. —Supo, desde la primera palabra, que su pareja no se sentía bien.

Se acercó y sentó en el borde del colchón, inclinándose hacia el de cabello castaño, también imitó al contrario y un cálido soplo chocó contra la mejilla ajena, a la cual besó para no decir nada más, quedando suavemente sobre él y envolviéndolo con sus brazos; esperó, sabía que el menor era alguien honesto y que no le ocultaba nada.

Mes de paternidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora