--No tienes por que disculparte.--lo tranquilizó el nipón.

--¿Mejor dime cómo te has sentido hoy?.-- preguntó el ruso.

--Podría decirse que bien, solamente tengo mis tobillos un poco inflamados y un ligero dolor de espalda.--

--Entonces mañana te compraré un nuevo cojín.--

--Descuida, este es muy cómodo.--

--Nada de eso, mañana tendrás otro mejor.-- respondió el ruso con firmeza.

--Bien como tú quieras.-- contestó Yuuri con una bella sonrisa.

--¿Quieres ver lo que compré?.-- dijo el ruso con entusiasmo e impaciencia por ver la reacción de su pareja.

--¡Claro que sí!.--

Yuuri tomó el paquete de manos de Víctor y lo primero que sacó es el traje de cachemira.-- Es tan suave y caliente, perfecto para este invierno.--

Víctor vio con satisfacción la sincera alegría de Yuuri.-- ¿Y qué opinas de esto?.-- lo cuestionó mientras sacaba el par de toallas.

--¡Pero que adorables!.-- Yuuri las tomó con delicadeza para observarlas bien.-- las capuchas en forma de osos son tan tiernas, además compraste una azul y una rosa.--

--Es lo tradicional para una niña y un niño.-- añadió el ruso.

--También compraste mamelucos.--

--Sólo unos cuantos.-- respondió sacando las prendas que dejó sobre el regazo del nipón.

--Son preciosos pero...--

--¿Pero qué?.-- lo interrumpió el peliplata con preocupación.

--Es sólo que has comprado demasiada ropa y tú sabes que los bebés crecen muy rápido así que pronto dejará de quedarles.-- respondió tímidamente.

--Es cierto pero...hay tantas cosas lindas que no puedo resistirme.-- dijo el ruso haciendo un gracioso puchero.

--De acuerdo, compra todo lo que desees, de cualquier manera siempre está la opción de donar.-- aceptó finalmente el nipón abrazando a su esposo.

--Nunca antes me había sentido tan feliz, y mas ahora que dentro de pocas semanas seremos padres.-- añadió el ruso después de unos minutos.

--Asi es, seremos una familia completa.--

--Al fin lo seremos.-- repitió Víctor besando la frente de su esposo con infinito amor.

¿Pero cómo inició aquella historia?. Pues bien, poco más de tres años antes Víctor Nikiforov originario de San Petersburgo Rusia decidió solicitar empleo en una compañía aeroespacial asentada en Tokio, fue difícil obtener el puesto dada su condición de extranjero aunque finalmente fue aceptado en el área administrativa donde permanecía hasta la fecha, sin embargo los primeros meses fueron terribles para el ruso ya que le costaba bastante adaptarse al duro estilo de trabajo japonés motivo por el cual decidió presentar su renuncia y regresar a Rusia. Pero el destino es caprichoso y cuando menos se espera se presentan sucesos o personas que vienen a cambiar el rumbo de nuestras vidas sea para ventura o desventura, afortunadamente para Víctor la felicidad se presentó en la forma de un lindo omega de 21 años empleado de una cafetería pet friendly a la que el ruso entró en compañía de su enorme caniche justo un par de semanas antes de la fecha señalada para su regreso a Rusia. Su atracción fue inmediata por ello después de unas cuantas visitas del ruso al local una tarde decidió probar suerte invitando al nipón a su tienda de ramen favorita cosa que este aceptó con alegría. A partir de ahí los eventos felices se sucedían uno a uno, como por ejemplo los paseos al centro de la ciudad, las idas al cine, compartir un tierno abrazo debajo de uno de los cerezos del parque Hibiya e incluso un rápido beso cuando este se encontraba más solitario o culminar su cita en el departamento de Yuuri donde en mas de una ocasión se entregaron a la pasión y donde Víctor marcó al omega como suyo una noche al regresar del cine.
Por fin una tarde de verano teniendo como testigos sólo a unos pocos familiares y amigos unieron sus vidas en una conmovedora ceremonia que hizo derramar lágrimas de felicidad a la madre de Yuuri y a la de Víctor que viajó desde Rusia. Después de una maravillosa luna de miel en la isla de Okinawa regresaron a su vida cotidiana, esta transcurría de forma tranquila en su pequeña pero confortable casa que pudieron adquirir gracias a que la madre de Víctor decidió entregarle la parte que le correspondía de la modesta herencia familiar con la intención de evitar que su hijo lidiara con una agobiante hipoteca. Pese a eso al año de casados una ligera preocupación comenzó a rondar por la cabeza de Yuuri, eso era que en mas de una ocasión llevados por el deseo habían terminado cediendo a este sin ninguna protección, sin embargo el embarazo parecía estar evadiendo al nipón hasta que decidió hablar claro con su esposo sobre su temor. Al día siguiente acudieron a una clínica donde les confirmaron que efectivamente; el japonés tenía un problema de fertilidad que aunque tratarían no era posible asegurar un resultado positivo. Esto deprimió a Yuuri no obstante su esposo estaba dispuesto a darle todo su amor y su apoyo el cual le brindaba incondicionalmente cada que acudían con un nuevo médico para probar otro tratamiento que generalmente solía fracasar, aun así la felicidad volvería cuando fue a consulta después de un par de días en los que las nauseas y los mareos lo asolaron pero que a la vez resultaron ser el aviso inequívoco de que al fin su lucha había sido recompensada cuando tuvo en sus manos el resultado del laboratorio confirmando su embarazo. Pero ahí no terminaron las sorpresas, unas semanas después les fue comunicado que en realidad tendrían mellizos y a los cinco meses supieron que se trataban de una niña y un niño. Ahora ya sólo falta un mes o quizás menos para que Anya y Seiyi (estos son los nombres que eligieron) lleguen a este mundo a llenar de dicha la vida de sus ilusionados padres.

Una dulce espera Donde viven las historias. Descúbrelo ahora