Lo amaba, lo necesitaba, derretía mi interior con cada beso, con cada caricia, mi cuerpo despertó por completo. Creí que jamás volvería a sentir de esa forma, que nunca volvería a desear a alguien hasta la locura. Me tocaba desesperado recorriendo mis piernas, mi cadera, mi trasero, todo mientras caminaba conmigo a cuestas.

De pronto sentí el colchón bajo mi espalda, me quitó sin esfuerzo la sudadera. No hubo pena, no hubo recelo, solo deseo, amor. Lo observé por un minuto, temerosa, creyendo que se retractaría al sentir el frío de su separación. Prácticamente se arrancaba la camisa. En cuanto se dio cuenta, gimió por lo bajo, con la vista nublada me besó de nuevo.

Sentir sus manos sobre mí fue afrodisíaco, inigualable. Me tocaba con dureza, con desesperación. No había ternura, ni lindas palabras, no había miradas cariñosas, no; existía ansiedad, ganas de unirnos y hacernos uno lo antes posible. El urgente frenesí de volver a sentirnos piel con piel después de tantos años. Arrebato, pasión, desenfreno, ardor, todo eso estaba ahí, entre nosotros. No esperamos mucho, le quité lo que quedaba de su ropa con vehemencia, ni siquiera nos contemplamos, entró en mí de un solo movimiento levantándome en el aire para sentarme sobre él. Me arqueé soltando un grito de asombro al recibirlo, así sin reparos, sin remordimientos sin nada, salvo la necesidad de ser suya.

Jadeos, gemidos, suspiros, todo mezclado con nuestro sudor, con nuestro apetito insaciable, eterno. Me aferré a su melena sintiendo que enloquecería, que perdería la razón de un momento a otro, mientras Liam, me aferraba con fuerza por la cadera enterrándose aún más hondo, con mayor urgencia provocando que de mi interior salieran extraños sonidos que desconocía. Nos tomábamos con violencia, con demencia total, él se clavaba en mis entrañas una y otra vez sin descanso, mientras yo sentía que jamás lo dejaría ir, que podía vivir así por siempre.

La neblina del deseo arrebatado fue diluyéndose hasta mostrarme la dura y horrible realidad. Mi cabeza comenzó a trabajar nuevamente sintiendo ahora angustia, culpa, miedo. Fue salvaje, único, producto de tantos años de estar separados y de acumular un deseo que me consumía cada día. Sin más, las lágrimas rodaron por mis mejillas al darme cuenta de lo que acababa de hacer y lo peor de todo fue darme cuenta de que no me arrepentía, en lo absoluto. Olvidé a mi madre, a mi padre, a Santiago, a todos. Estaba aún sobre él, con mi rostro escondido en su pecho. Tumbados sobre mi cama deshecha y revuelta, con nuestras respiraciones agitadas. Su pecho subía y bajaba cada vez más tranquilo. No podía verlo a los ojos, no después de todo. Sentí de nuevo el nudo en la garganta.

Su mano se acercó a mi rostro, tomó mi barbilla para que lo mirase. Al ver mis ojos rojos y mis mejillas húmedas, cerró los párpados fuertemente, dejando caer de nuevo su cabeza sobre las sábanas.

-Kya... -susurró pegándome más a él. Me abrazó fuertemente por lo que el llanto comenzó a brotar. Me sentía feliz, dolida, triste, enojada, rabiosa, desleal, decepcionada... Todas las emociones estaban juntas dentro de mí. ¿Qué sucedería?, ¿cómo volvería a empezar?, ¿qué le diría a Santiago? Me separé de inmediato sentándome lejos de él y dándole la espalda.

-Esto... no debió ocurrir -sollocé. Su peso se movió en el colchón, un segundo después se encontraba sentado a mi lado. Podía sentir su calor, su olor demasiado cerca, aturdiéndome otra vez.

-No te engañes... no ahora... -musitó con la voz apagada. Giré hacia él lagrimosa, la expresión de tristeza que tenían sus ojos provocó una fuerte opresión en mi pecho.

-¿A qué viniste? -quise saber agachando la mirada, sujeté la sábana intentando enrollarla en torno a mi cuerpo.

-Por ti... -arrugué la frente confusa. Lo encaré negando.

-Liam... debes irte... por favor, no entiendes que es lo mejor, estoy arriesgando demasiado te lo suplico. Vete, haz tu vida, olvídate de mí, de esto, no tiene caso -le supliqué intentando ignorar el hecho de que estaba completamente desnudo sobre mi colchón, a mi lado y que acaba de hacer el amor con él.

Muy profundo © COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora