-Puedes quedarte aquí el tiempo que necesites- murmuré más para mi que para él.

-Victoria, yo..- quiso hablar al momento que lo interrumpía levantando mi mano en su dirección.

No necesitaba sus disculpas cuando sabía que lo había hecho con la clara intención de ayudarme en las pruebas que le pedí para saber si en verdad mi padre estaba detrás de toda la pesadilla que se había vuelto mi vida.

-Hiciste tu deber, no tienes porque pedirme disculpas- le recordé.

-Pero no acordamos que tendría la posibilidad de asesinarte, sabes que nunca lo haría- se disculpó.

Rodee los ojos al momento que recordaba como habíamos planeado todo en un principio, mientras que Nicolás se disculpaba yo me deje llevar por mis sentimientos.

La carretera estaba vacia y lograba todavía observar como Alexander se encontraba tirado en media de la acera con el pañuelo blanco sobre su nariz, el muy idiota pensaba que por alzar la voz contra mí o provocarme ganaría algo que no fuera más que golpes.

-Ambos están locos por el otro- comentó un divertido Nicolás mientras nos alejaba del policía.

-Estas delirando- contraataque sin ganas de aceptarlo y menos frente a él.

-Si en serio no pasara nada entre ustedes en este momento ese tipo que está tirado en medio de la calle estaría sin respirar, sabes que la historia se está repitiendo y no te importa un carajo- dijo sin mirarme.

Me quedé en silencio observando como las montañas parecían oscuras y tenebrosas a esa altura de la noche, pero toda la paz volvio a ser escasa cuando un auto negro se aproximo frente a nosotros.

Sin verlo venir un hombre salió por la ventanilla con una escopeta de casa con una especie de silenciador, apuntó a nosotros pero no llegó a darnos cuando otro vehículo lo derribó logrando que cayera al agua que en este momento estaba debajo del punto por donde pasábamos, el silencio volvio a todo nuestro alrededor al momento que el móvil de Nicolás comenzó a timbrar.

Ambos nos miramos a la vez que él atendía, la llamada fue proyectada por el auto a la vez que la voz metálica del Boss se hacía presente.

-Nicolás, Nicolás- murmuró.

-Boss- respondió mi compañero serio.

La risa mezclada con la interferencia que provocaba la vocecita patética logró que tuviéramos que taparnos los oídos con rapidez tratando de no caer por el dolor que nos provocó, de pronto todo se quedó en silencio para darle la palabra a una persona que no escuchaba hace mucho o capaz que hace poco pero no lograba hacer trabajar mi cerebro para que pensara con claridad.

-Se que en este momento tienes a la heredera de los Smirnova, fierecilla que quiso hacernos creer que había muerto, una muy buena idea para las personas carente de cerebro aunque para las mentes entrenadas no nos cuenta mucho ver los pequeños detalles como las movidas de dinero entre los bares y demás, que tu hermano sea inepto no quiere decir que todos seamos igual- explico con diversión.

-Boss no tengo ni idea dónde está Victoria ni mucho menos si está viva o no- respondió mi compañero con gran facilidad.

Si no estuviera segura que mentía podría decir que le creía.

Se escuchó de vuelta la risa espeluznante por parte del Boss al momento que sentimos como algo colisionaba detrás de nosotros, me giré sobre el asiento al mismo instante que un auto color blanco se acercaba peligrosamente hacia nosotros, en cuestión de minutos el intruso volvió a golpear la parte trasera de nuestro vehículo.

-No me mientas Nicolas, todos sabemos que no dejarías desamparada a tu linda Victoria- murmuró el jefe.

Nicolás me miró con pena al mismo tiempo que conducía aparentando normalidad, quería que creyeran en él pero viendo las circunstancias nunca hay que mentirle a un líder, sin más remedio y con el otro auto golpeando nuestro transporte decidí hablar.

-¿Qué quieres Boss?- Le pregunté.

Todo volvió a la normalidad cuando mi pregunta salió a flote entre medio de los golpes que hacía el matón del Boss, de pronto el vehículo se detuvo para luego pasar a nuestro lado con velocidad dejando una nube de humo a nuestro alrededor.

-Aquila- susurro con tono inocente.

Todo el aire de mis pulmones desapareció cuando contemplé como ese tono de voz era el mismo que había escuchado cuando robaron la espada de Hades.

-Me reconoces Victoria, sabes quien soy pero no quieres matarme por Alexander- dijo jugando con mi mente.

-¿Crees que eso me detendría a limpiar mi nombre? Tu pequeño niño no me interesa- contraataque tratando de ser firme.

-¿Por qué te mientes?- preguntó.

-¿Qué te hace creer que miento? Unas simples miradas o besos no significa que este profundamente enamorada de él, sabes que sucede en mi mente como en mi corazón así que no vengas a querer jugarme sucio con un hombre que no tiene ningún significado para mi- le respondí sin mirar a Nicolás que manejaba con tranquilidad pero sabía que estaba prestado atención a lo que decía.

No podía darme el lujo de dejar en claro conocimiento mi pequeña atracción por el policía, lo ponía en peligro y si el gran líder tenía conocimiento suficiente para saber que me encontraba arriba del auto de Nicolás me daba una idea de cuánto poder podría tener, aún no lograría comprender que sentía por ese hombre y todavía no estaba lista para abandonar este mundo sin saber cómo alguien podría amarme sin restricciones, como alguien daría su maldita vida por mi y lo más importante, quien gobernara los demonios que me siguen desde que tengo uso de razón.

-Entonces no tendrás problema con devolver a mi hijo todo lo que tus padres le robaron- comentó con diversión.

Sonreí por pura coincidencia al mismo tiempo que escuchaba su risa.

-¿Quién te asegura que tu hijo está vivo? Está en mis manos y si quiero lo asesinó sin que tú ni tus hombres puedan hacer algo contra mí, no te confíes de una asesina a sueldo Farag Vital- le contraataque.

La verdadera pregunta que me hacía en ese momento era: ¿Era capaz de ser el verdugo de la persona que me hacía sentir otra cosa que no fuera ira? A mi parecer era importante pero no indispensable como para tener compasión.

El silencio se apoderó a nuestro alrededor logrando que mi mente divagara de una manera macabra, en mis pensamientos solo estaba Alexander en el suelo mientras la sangre brotaba de una herida en su cuello y más de una bala en su cuerpo.

-¿Me estás amenazando?- preguntó con ira.

-No me van las amenazas, soy una mujer de acciones no de palabras recuerdalo siempre- le dije al momento que Nicolás cortaba la comunicación.

Volví a la realidad cuando escuche como alguien entraba a mi despacho con gran enfado, sonreí cuando vi pasar por las puertas a un convaleciente Alexander que se agarraba de las paredes con tal de no caer delante de Nicolás dejando que mi compañero se regocijará por su caída.

-Despertaste rápido- comenté apoyando mi espalda contra la madera de la silla.

Alexander me examinó con los ojos entrecerrados al momento que explotaba como lo había hecho yo en su habitación aquel día.

-¿Me drogaste maldita diabólica?- interrogó con enojo fingido.

Una media sonrisa surco mis labios al segundo que lo veía señalarme con su dedo acusador.

-¿Terminaste?- le pregunté con burla.

-Tuche- comentó cayendo de cara al suelo.

El Adiós Dorado 1LDonde viven las historias. Descúbrelo ahora