Día V. Desayuno

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Despierta a duras penas

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Despierta a duras penas. El cuerpo le duele aún más que despertar después de una semana intensa de la VNL. Aún está en licencia post parto. Lo estará unas cuantas semanas más.

Mira a su lado, el cuerpecillo de Nao está a un costado suyo, entre Shoyo y un montón de almohadas que lo ponen a salvo de la orilla.  Kiyoomi debió dejarlo ahí después de su comida de las 7:00 am. Nao está plácidamente dormido. Shoyo sonríe al ver la dulzura de su rostro.

«Es tan bonito»

Ríe quedito. Y lleva uno se sus dedos a su frente, peinando con ligereza lo que muy probablemente será un cabello tan despeinado como el suyo. O tal vez, si tiene suerte, los rizos de Nao sean tan lindos como los de Kiyoomi, no como el quebrado de Shoyo.

Aunque a Shoyo no le importa en realidad. Solo es un pequeño capricho suyo.

Repasa los que Nao tiene en su frente. Una semejanza más de que el mundo es injusto, porque Shoyo es quien lo ha cargado en su vientre y Nao se empeña en ser un mini Sakusa.

Se queda así, admirandole en silencio, hasta que el aroma a panqueques rebosa sus fosas nasales. La puerta está entreabierta, pero es empujada con delicadeza.

Shoyo sonríe cuando hace contacto visual con Kiyoomi, él le regresa la sonrisa. Trae consigo una mesa pequeña. Sakusa se sienta a los pies de su esposo, dejando el desayunador de madera sobre sus piernas.

Hinata, inspecciona con atención lo que hay en él. Dos platos con panqueques con arándanos y Nutella —sus favoritos—, una taza de café negro que claramente, no era para Shoyo. Un vaso de leche de almendras, y un poco de jugo de naranja.

—Se ve delicioso. Gracias Omi-san —susurra, porque ya ha aprendido que debe moderar su voz. Se incorpora y desliza su cuerpo hacia atrás con sumo cuidado de no despertar a Nao. Deja que su espalda se recargue en la cabecera

—Es lo menos que puedo hacer por ti —dice antes de mirar a Nao—. Veo que sigue dormido.

—Sí, despertará en una hora, más o menos…. Ya haces mucho por mí.

—No tanto como me gustaría — confiesa en voz baja. Aún más baja que los susurros de Shoyo.

—Creo que lo estamos haciendo bien, Omi-san.

Shoyo estira su brazo, lo suficiente como para Kiyoomi pueda acurrucar su mejilla en su mano. Este obedece y Shoyo lo jala consigo para plantar un beso en sus labios. Es dulce, es tierno, es inocente y tan genuino. Que bien podría saber a amor primero, pero no lo es.

Aún así es inmenso, inquebrantable e irrompible, brillante, genuino. De colores rosas, o tal vez en negro y dorado, porque el amor se les ha aparecido uniformado.

Saborean sus labios, como si no se conocieran de arriba a abajo, y de izquierda a derecha. Se exploran y se besan una, y otra vez. Todo se mantiene en una declaración mutua de sentimiento y no de lujuria.

Son las 9:00 am pero ya se encuentran desarmados. Es que ya se encargaron de diseccionar sus piezas, para volver a construirse mutuamente. Encajan, siempre lo hacen. Aunque todos los días haya una pieza diferente.

Toman un respiro y chocan sus frentes. En silencio, con una sonrisa mutua. Con la mano Kiyoomi acariciando la marca detrás de su cuello, que proclama a Shoyo como suyo.

Kiyoomi no tiene una que lo demuestre pero no la necesita porque se sabe de Shoyo.

—Te amo.

—Y yo a ti.

Vuelve a besarse, casto, corto, un roce en los labios apenas ligero.

—Come, es tu favorito. Necesitas energía.

Lo que no sabe Sakusa es que ya le ha dado la energía que le faltaba. No es por medio del desayuno, sino por su mera existencia.

Palabras 637

El mundo en que nací [OmiHina]Where stories live. Discover now