Capítulo 4.{¡La vieja de matemáticas!}

Start from the beginning
                                    

— Mi nombre es Azucena Black, me gusta cantar y tocar la guitarra. Y al igual que mi amiga — paso un brazo por sus hombros. — Espero aprobar la materia.

La profesora Alvares, me mira con los ojos entrecerrados. Siento como si estuviera analizándome.

— Que poco original señorita... Black — dice con una sonrisa.

Levanto mis cejas en señal de sorpresa. Antes de que pueda decir algo, continúa con el resto.

— Que mina idiota — comenta por lo bajo Teresa.

— Estoy de acuerdo.

Cuando llega el turno de Russel, veo que todos se han quedado callados. Y lo miran atentamente, a él parece no importarle. Si estuviera en su lugar estaría hundida en mi asiento. Odio ser el centro de las miradas.

— Mi nombre es Russel Duarte, aunque usted profesora ya me conoce — sonríe de forma cínica. La profesora Alvares lo mira con una sonrisa tensa. — Me gusta el color negro — dice encogiéndose de hombros. — Y espero no tener que verla de nuevo el siguiente año.

Levanto mis cejas en señal de sorpresa. Todos están igual que yo, la profesora aprieta sus labios. Y respira fuertemente por la nariz.

— Muy bien señor Duarte, espero no tener que verlo el siguiente año por golpear a algún compañero.

Se escuchó un "Uh" de Ramiro. Russel se dio vuelta a mirarlo y este se quedó callado.

<<El miedo no es sonso. >>

— Bien, la clase de hoy...

La profesora continua con su clase, sinceramente odio a esta maestra. No explica mal, pero es una idiota.

***

— ¿Te quedas aquí? — Pregunta Teresa viendo que sigo rumbo a la biblioteca.

— Sí, quiero buscar unos libros.

— Pero si es nuestro primer día de clase, ni siquiera tenemos tarea — dice ella riendo. — deja de ser tan nerd.

— Oye — me quejo. — Son unos libros de romance que vi que trajeron nuevos.

—Okey, llámame si quieres jugar al LOL— dice ella, me da un beso en la mejilla.

— Claro Tere, nos vemos.

Una vez que ella se retira, camino hacia la biblioteca.

— Hola Anita — saludo a la bibliotecaria, una mujer de casi sesenta años.

— Hola Azucena — me saluda. — No hay nadie, puedes hacer música tranquila.

— Gracias.

Desde hace dos años, comencé a escribir canciones. Al principio no era nada importante, un par de frases que rimaban. Luego sentí esa necesidad rara de escribir mis sentimientos o sentimientos que otras personas tenían.

Luego comencé con las melodías, melodías que pegaban con las letras. Creo que le debo el talento de la música a mi mamá. Aunque ella me enseño a tocar y cantar, avecés siento vergüenza de mostrarle lo que hago.

Por esa razón, hace dos años que vengo a componer mi música a la biblioteca. Es el horario del contra turno, casi nadie (por no decir nadie) entra a esta hora a la biblioteca. Así que me adueño de un sillón marrón, en donde acomodo mi cuerpo cansado. Saco mi ukelele de mi mochila, y la libreta en donde tengo mis canciones.

Comienzo a tocar unos pequeños acordes.

Quiero decirte que hoy... — sacudo mi cabeza y cambio de acordes. — Me enamorado de tus labios y que tus ojos son el lugar, en donde me pierdo para volver a empezar.

Mí chicoWhere stories live. Discover now