— Sé que no debería aumentar nuestro sufrimiento de esta manera, pero ¿Qué crees que estaríamos haciendo en este momento si no estuviéramos infectadas?—Preguntó, y mi respuesta realmente parecía interesarle. Yo solo me acerqué a ella y suspiré. Ella me permitió aferrarme a su cuerpo mientras contenía un gemido. Estar juntas era lo que más necesitábamos, doliera o no.

— Estaríamos haciendo el amor, Marti. Solíamos ser insaciables. Mi esposa rio, pues no estaba mintiendo.

— ¿Y si el virus no existiera donde crees que estaríamos ahora?

— La respuesta no ha cambiado, Marti. Ella volvió a regalarme el hermoso sonido de sus carcajadas, y yo fui feliz junto a ella. Ahora, sin embargo, no lo soy tanto. Esa fue la última vez que reímos juntas.

— Lo siento —Se disculpó ella, pero no había razones para hacerlo en ese momento, así que me sentí confundida.

— ¿Por qué lo sientes? Ella sonrió débilmente, de una forma que me transmitió pesar, y me obligó a recostar mi cabeza en su pecho. Ella gimió de dolor y recuerdo que sus latidos eran acelerados. Me pregunté cuando dejaría de escucharlos.

— Lamento haber estropeado tu camiseta favorita y luego haberla tirado a la basura mientras te decía que la habías dejado en el hotel.

— ¡Lo sabía! —Exclamé al escucharla.

— También lamento haber olvidado nuestro aniversario de nueve meses y la cena en ese terrible restaurante al que te llevé improvisadamente.

— Vale, yo también olvidé ese aniversario, así que...

— Y lamento haberte dicho que había olvidado tus pijamas durante nuestras primeras vacaciones juntas. Yo en realidad quería que durmiéramos juntas en ropa interior, así que se las regalé a la primera chica que vi.

— ¡Era mi favorita, amor! No estaba enojada, eran cosas del pasado y éstas no afectaban en nada el profundo amor que sentía por ella. Aun así, me sentí estúpida por no haberme dado cuenta antes de situaciones tan obvias. Ella me hacía estúpida.

— También lamento todas esas noches que peleé contigo por cosas sin sentido, o esos días en los que te grité. Lamento no haber cumplido todos tus sueños y el no haber estado en ocasiones durante las cuales me necesitabas...

— Martina...Entendía por qué estaba haciendo aquello, pero no quería escucharla disculparse. No habría cambiado ni nuestros peores momentos como relación por nada, pues todas esas cosas nos habían llevado a amarnos como lo hacíamos en ese momento. Son los errores y no los aciertos los que hacen una buena vida, o eso decía el padre de Martina.

— Lamento haber olvidado cosas que debo lamentar. Lamento no haberme casado contigo de verdad, ni haberte llevado a ver la nieve real. Lamento que no tuviéramos hijos, y lamento tener que dejarte sola. Ella suspiró, y lágrimas caían por sus mejillas. Yo me contuve y las limpié procurando no hacerle daño, pero fracasando en el intento. Fue esa la última vez que Martina Benza lloró.

***

— ¿Crees que deberíamos ir a dormir? —Pregunté ya cuándo se había hecho de noche. ¿Qué había sucedido antes de ese momento? Es fácil de deducir. Antes de mi pregunta Martina había vivido muchas últimas experiencias. Experiencias que son demasiadas para ser narradas. Experiencias que, tal vez, merecen mantenerse en secreto. Todo en honor a su memoria.

— Solo si tú quieres —Contestó ella con una sonrisa.

— Vale. Entonces es hora de dormir. Ella solo besó mi frente dulcemente y me pidió permiso para descansar su cabeza en mi pecho porque quería escuchar mi corazón. Acepté, y fue el último deseo que le cumplí.

— Buenas noches —Se despidió con el más tierno de los besos. El más especial que nos habíamos dado hasta el momento. Nunca nos habíamos besado así, y ahora pienso que tal vez ella sabía que sería ese el último contacto que tendrían nuestros labios.

— ¿Sabes por qué te amo? —Me preguntó cuándo se dio cuenta de que ninguna de las dos lograba conciliar el sueño. Fue la última pregunta que me hizo.

— ¿Por que soy increíble? —Fue la última broma que le hice. Mi esposa se negó y sujetó mi mano. No parecieron importarle sus heridas. Supongo que quería vivir nuestro momento. El último de ellos. Si hubiera sabido que nos quedaba tan poco tiempo también habría ignorado sus heridas y habría respondido a su acción.

— Te amo porque desde que te conocí hasta este momento jamás me había sentido tan viva. Te amo porque puedes acelerar o detener mi corazón con solo una mirada. Te amo porque cuando te conocí no solo me di cuenta de cuan increíble eras, sino de cuan increíble podías hacerme. Y te amo porque ahora estás destrozada pero te mantienes fuerte por mí. Te amo porque no te alejaste cuando supiste que moriría. Te amo porque no me has dejado sola cuando yo inevitablemente voy a abandonarte—Aquel momento era casi irreal, y yo estaba llorando. Sabía que me amaba, pero escucharlo salir de sus labios con esas hermosas palabras hacía de este hecho algo mucho más extraordinario. Fue esa la última vez que ella me hizo derramar lágrimas.

— Te amo porque me amaste en lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza. Te amo porque me amaste, porque me respetaste, porque me hiciste feliz... Y sé que lo harás hasta que la muerte nos separe —Continúo, caricias en mis nudillos acompañando las palabras de su último discurso. También me estaba mirando a los ojos, y los suyos eran de un color marrón oscuro que odié ver. Mi corazón palpitaba rápidamente en ese momento, y sé que ella lo percibía... O quiero creer que lo percibió.

— Te amé, te amo y te amaré. Y puedo jurar que, incluso cuando me vaya, la frase seguirá siendo igual. Juro que encontraré una forma de seguirte amando incluso si no existe ninguna forma. Fue esa, la más hermosa de las promesas, la última que me hizo. Si hubiera sabido que sería ese su último discurso le habría dedicado palabras de amor hasta hacerla llorar. Le habría dicho las frases más cursis, y tal vez ella me habría regalado la más hermosa de sus últimas sonrisas. No lo hice, sin embargo. En ese momento solo le dije que yo también la amaba y besé su mejilla.

— Buenas noches, Lu. Te amo. Fue la última vez que me deseó una buena noche. Fue la última vez que me llamó Lu. Fue la última vez que me dijo te amo.

— Yo también te amo, Marti —Fue la última vez que le respondí. Luego de un tiempo me quedé dormida, y puedo jurar que estaba teniendo un buen sueño cuando me levanté. Martina estaba hirviendo, temblando, yo tenía el cuerpo manchado con algo de su sangre y podía escuchar sus leves gemidos de dolor. Aun así, aun embobada por el sueño, le pregunté:

— ¿Te sientes bien? —Estaba tan cansada que no podía pronunciar las palabras correctamente, y creo que ella lo notó.

— Si. Estoy bien. Vuelve a dormir. Fue la última mentira que me dijo. Fue la última mentira que le creí. Volví a dormir, y juro por el tiempo de vida que me queda que si pudiera volver al pasado me abofetearía por ser tan increíblemente idiota. Y me abofetearía porque sé que, de haber estado despierta solo diez minutos más, la habría visto morir entre mis brazos. No lo lamento.

VIRUS LETAL (ADAPTACIÓN MARTULI)Where stories live. Discover now