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Ariadne Ruelle

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Ariadne Ruelle

 Sentí una opresión en el pecho en ese mismo instante. Que Francisco lo supiese no era bueno para nadie, y mucho menos para nosotros.

Tuve que disimular el nudo que se había formado en mi garganta en cuanto Raúl me miró. No quería que le prestará más atención de la necesaria. En unos meses todo terminaría, por lo que no había nada de lo que preocuparse.

La cena transcurrió de lo más normal. Intenté centrarme en Esmeralda, la cual se encontraba a mi lado y fue algo que agradecí ya que había tenido muy buena relación con ella en todo momento. Raúl me miraba de vez en cuando, y aunque intentaba hacerme la distraída, me percaté de que él había averiguado.

Al fin y al cabo nos conocíamos mucho mejor de lo que nunca nadie llegaría a saber.

Tan solo media hora más tarde ya se habían vendido varios artículos y recaudado varias decenas de miles de euros. Muchos de los pintores que habían acudido presencialmente como los que por unos motivos u otros no habían podido hacerlo, habían subastado cuadros exclusivos y el resto artículos de su posesión, los cantantes o actores habían dejado objetos firmados o incluso ropa que habían utilizados en alguno de sus videoclips o películas.

— Es el turno de la donación hecha por la señorita Ruelle, la cual es una estancia de dos noches en una de sus casas ubicadas en la costa francesa para dos personas, valorada inicialmente en cincuenta mil euros y la puja irá incrementando.

Un murmullo incrementó en la sala y Raúl me miró frunciendo el ceño, pero no pude descifrar realmente el por qué de ello. Uno de los requisitos para ir a la gala era subastar una de tus pertenencias y yo había preferido que dos personas disfrutasen durante un par de noches de un todo incluido en la costa azul, son preocupaciones, sin nada ni nadie que pudiese interrumpirlos.

— ¿Quién da cincuenta mil? — inició el hombre.

Varias manos se alzaron y la subasta no tardó en obtener el ritmo deseado. Seguía sintiendo el ceño fruncido de Raúl puesto sobre mí, pero fingí que no me daba cuenta.

— ¿Por qué lo has hecho? — me preguntó acercándose más de lo debido a mí.

— Es para una buena causa. No me importa que alguien pase unos días en una de las zonas más lujosas de la costa azul si con ello puedo ayudar a gente que realmente lo necesita.

Entonces me miró:

— Cuéntame — dijo Raúl ignorando las voces que se alzaban por encima de la nuestra alrededor de toda la sala. — ¿Qué tiene la costa azul para que la gente quiera ir hasta allí?

— Bueno, puedes ver el sol saliendo a través de la costa y el reflejo sobre el agua del mar. Puedes pasear a cualquier hora del día con los zapatos en la mano — me detuve un segundo cerrando los ojos, como su pudiese oler el aroma de la sal en el agua desde donde me encontraba sentada — puedes oír el rugir de las olas desde el balcón de la habitación y...

Glacial [#1] [✓]Where stories live. Discover now