Un concierto para tres

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                                                         Escrito por AleAlejandra y Sandy Lee

"La vida es diferente ahora. Demasiado diferente como para volver a atrás", pensó Sophia. Miró a través del cristal, que estaba cubierto por pequeñas perlas cristalinas de lluvia. No había ningún rastro de la luna. Las nubes cubrían el cielo y el viento interpretaba una sinfonía espectral que quizás solo ella podía disfrutar en aquel momento. Observó a su alrededor con gesto aburrido. Estaba solo en compañía de Jude, Ash y de algunas chicas que se encargaban de "entretener" con sus bailes exóticos a sus anfitriones masculinos. Solos en aquella casona victoriana, el trío se encontraba en uno de esos viajes de ocio organizados por Jude. Nada más que hacer por el momento. Llevaban bebiendo desde el atardecer, pero ella no creía que el vino fuera a hacer una gran diferencia en su estado de ánimo. Se sentía oprimida por alguna extraña razón. Prefirió lamer la última gota del tinto de su copa antes de soltar un grito que sacara de concentración a sus compañeros.

Sintiéndose tan sola en aquel lugar, lo único que Sophia quería hacer en esos momentos era tocar su violonchelo. Si no se atrevía a hacerlo, era porque pensaba que el público que tenía no era precisamente el más interesado. No apreciarían los matices, ni el compás de la melodía... nunca lo harían. Al menos no igual que ella. Suspiró aburrida, captando la atención de Ash a pesar de que este, tenía sentada en sus piernas a una de las bailarinas.

 —¿Qué sucede cariño? —Preguntó él, sin mirarla realmente; pasaba sus manos en las caderas de la chica.

Su voz, más ronca de lo normal, arrastraba las palabras. Quizás era el efecto de la bebida.  Sophia miró con recelo a la esclava, y prefirió no contestar. Podía ser mejor que todas ellas juntas, aunque no se atrevía a rebajarse del mismo modo. Ella era superior a eso. Luego de su rabieta mental, se limitó a darle una mirada que le sacó a Jude una carcajada sarcástica. Ella tomó asiento en una silla de cuero negro. El vestido que llevaba puesto conseguía hacer más nívea la piel de sus piernas, pero era el escote el que estaba provocando estragos en sus compañeros, sobre todo en Ash. Se podía ver a sí mismo, pasando sus dedos sobre la piel de su cuello, deshaciéndose lentamente del vestido y todo lo demás. Haciendo luego un recorrido con su boca por todos aquellos rincones que ella escondía y que le había negado en más de una ocasión. Él fijó su vista en los labios de Sophia. Apretó el puño, al verlos curvarse en un gesto irónico. Como si ella supiera lo que Ash estaba pensando y se burlara de él. Entonces, vio que sus manos cubrían una piel que no deseaba, y los instintos que habían sido encendidos por la bailarina, ahora se habían hecho cenizas.

—Vayanse todas de aquí...—pidió Jude al notar la inconformidad de su camarada. Él más que nadie podía percibir en carne propia el sentir de esos dos, por lo tanto, sabía que la tensión debía ser liberada. Las bailarinas abandonaron la habitación, a la par que Jude daba una nueva orden—. Toca algo para nosotros, Sophia. 

Con satisfacción observó como la expresión de la chica pasaba de la sorpresa a la altanería, aunque aún no daba resultado. Sophia se rehusaba a tocar, así que Jude lanzó una cómplice mirada a su compañero y así quizás, pudieran convencerla.

—Anda—pidió Ash, al ver que ella dirigía la vista hacia el ventanal—, muéstranos si es verdad que tu música es la más bella que hemos escuchado.

El instrumento, que estaba a unos pocos metros de ahí fue tomado por Sophia ante el reto de Ash. Ella volvió a sentarse con determinación y posicionó el instrumento entre sus piernas. Esa acción hizo que Ash se sentara derecho en la silla. Honestamente lo que me menos le importaba era su capacidad para tocar, ni la hermosa música que ella pudiera crear.  Finalmente la chica deslizó el arco por las cuerdas y las notas que salieron fueron como una caricia para Ash. La melodía, lúgubre hasta cierto punto, solo hacía que fijara su vista en ella. Sus movimientos, la concentración que exudaba de su rostro, la habilidad que tenía para mover sus dedos sobre el mástil.

Un concierto para tresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora