20. Regresando el miedo.

Comenzar desde el principio
                                    

-Lo sé... Ralph me lo dijo...

-Ven unos días, quiero estar contigo. Sé que me estoy comportando como una cría, pero tengo una necesidad enorme de tenerte cerca aunque sea unas horas, mi amor... -oírla así me partía el alma.

-Sí, mamá, haré todo lo posible para llegar mañana por la mañana -Santiago me observó preocupado, no entendía nada.

-¿En serio? hija sé lo que implica esto para ti, pero el solo pensar que pude morir sin verte por última vez me tiene muy alterada... Hemos estado demasiado lejos y no sabes cómo te extraño.

-Yo también, mamá... Tranquila, no te preocupes por nada. Iré, ¿de acuerdo? -odiaba saberla así. Siempre fue vital y fuerte. Debía estarla pasando muy mal.

-Gracias, mi amor... Te amo...

-Yo también te amo, tranquilízate y cuídate. Les habló más tarde para decirles a qué hora llego -colgué un segundo después y me quedé viendo el teléfono muda, las palabras no acudían a mí.

-Kyana... ¿Qué pasó? -se acercó más a mí poniéndose en cuclillas y me rodeó con sus brazos, cariñoso-. Estás temblando y... helada, tu madre ¿está bien? -asentí contra su pecho ansiosa.

-Chocó... Quiere verme...

-Dios. ¿Qué sucedió? -Me aferré a él sintiendo que mi vida se desmoronaba de nuevo.

-No sé bien, fue ayer por la tarde... Ralph no me explicó con detalle -Me separó para poder verme a los ojos.

-Estás muy pálida, mi amor, ella está mejor... tranquila... todo irá bien -parecía confuso y me observaba de una forma muy extraña, buscaba algo en mis ojos.

-Lo sé, es solo que... tengo que ir... -Agachó la cabeza cerrando los párpados fuertemente. Su actitud me desconcertó, era como si presintiera o supiera algo. Era imposible, jamás le dije nada sobre mi historia en aquel lugar.

-Quisiera acompañarte, pero esto es una locura... -se refería al trabajo.

-Santiago, no te preocupes. Lo entiendo, le prometí salir hoy en la noche, no la escuché bien -volvió a verme asintiendo.

-Está bien, ve y quédate el tiempo que necesites. Por la empresa no te preocupes, tu deber ahora es acompañarla. Seguro estará muy deprimida, esas cosas pasan después de un accidente... -tomé su barbilla y lo besé por puro impulso. De verdad me gustaba mucho y me hacía sentir tan especial y protegida. En cuanto me separó sonrió siendo de nuevo él.

-Nunca lo habías hecho... -susurró muy cerca de mis labios.

-Lo sé... y... gracias -le dije pérdida en sus pozos ambarinos.

Se puso de pie y me acercó a él rodeándome por la cintura.

-¿De qué?, ¿de quererte como te quiero? Eso no lo agradezcas, no lo puedo evitar -recosté mi cabeza en el hueco de su cuello.

-Yo también te quiero.

-Lo sé. Regresarás, ¿verdad? -me sentí otra vez desorientada, no entendí a qué vino esa pregunta. Lo encaré sonriendo.

-Claro... ¿Por qué no lo haría?... Serán solo unos días, yo creo que a lo mucho una semana -parecía preocupado.

-Discúlpame, es solo que... no sé, de pronto me dio miedo perderte. Sé que llevamos meses juntos y a veces siento que pasamos más tiempo dentro de estas cuatro paredes que en cualquier otro lugar, quisiera darte todo lo que puedo ofrecerte. Desde la primera vez que te vi hace un año y medio supe que eras tú, que me volverías loco, que sería capaz de todo por verte reír. Te metiste tan dentro de mí... Eres mi vida, Kyana, te amo... -no pude evitar sorprenderme, me sentí embustera, esas palabras ya me las habían dicho y escucharlas de nuevo no me ayudó mucho, sin embargo, intenté dimensionar las cosas. Él era Santiago y yo también lo quería, aunque aún no lo amaba, pero confiaba que pronto así sería.

Muy profundo © COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora