Era muy común para el, despertar con su ojigris pareja entre sus brazos, mientras sus adormilados ojos color plata lo admiraban con una dulce sonrisa.
Todas las mañanas tenía un agradable panorama de su noruego favorito, con sus alborotados cabellos despeinados y sus ojos levemente entrecerrados. Una sonrisita boba y dormilona siempre se mostraba plasmada en su pálido y somnoliento rostro.
Y cuando no, era el, el que se encargaba de despertar a Tord con caricias, abrazos y besos. Era una buena forma de iniciar la mañana.
Pero en alguna de esas ocaciones.... Solo algunas... Estaba tan tentado. Oh, tan tentado.
Aveces simplemente sentía la necesidad de cruzar un poco los límites.
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Despertó, sudando y jadeando, sintiendo un cosquilleante calor en sus partes bajas.
No necesitaba mirar para notar la prominente erección.
Gruñó con gran fastidio, valla forma de iniciar el día.
Pensaba en encargarse de su problema en el baño, así que tomó su móvil y se levantó, disponiendose a ir...
Pero.....
Miro con malicia al noruego, quien dormía tan plácidamente enredado entre las blancas sábanas, alumbrado con los rayos del sol que se colaban por la ventana. Dormía dándole la espalda ya que cuando hacía frío suelen dormir de "cucharita".
Casi le daba pena molestarlo, casi.
Dejó su móvil a un lado, volviendo a la cama y abrazando el cuerpo ajeno con delicadeza, encantado ante el suave calor que emitía. Tord siempre fue una persona cálida, eso le gustaba.
Sabía perfectamente que se veía como un completo pervertido haciéndole eso a su pareja mientras aún dormía, y más porque se veía tan tranquilo, mas no le importaba en lo más mínimo.
Fue delicado para no despertarlo de inmediato, bien sabido tenía que Tord tenía un sueño de plomo. Tanto así que una vez se cayó de la cama y aún así no despertó.
Tenía la manía de dormir en boxers y camiseta, así que acceder a su piel fue sencillo.
Su mano acarició lentamente, ladeando la suave figura de su novio, apreciando cada pulgada de su cuerpo detenida y detalladamente.
No iba a desvestirlo por completo, solo bajaría un poco sus boxers para frotarse entre sus muslos.
Enganchó su dedo pulgar en el elástico, bajando suavemente en una caricia y descubriendo la blanca piel.
Pulgada a pulgada, cada pequeña marca y detalle era revelado y no pasaba desapercibido a los negros ojos de su espectador.
Se relamió, tentado a morder la piel tersa y suave hasta llenarla de magulladuras y chupones.
Mas sabía que eso era una sentencia a despertarlo, no quería eso.
Admira con una sonrisa de satisfacción las piernas del noruego, acariciandolas suavemente.
