-¿Cómo se enteró de esta fiesta Señor Bruno?- preguntó con intriga.

Lo observé por unos instantes hasta que respondí.

-Mención de mi familia, la mayoría ha querido y ha participado en estas fiestas por lo que me animaron a seguir con la tradición- respondí con simpleza.

Era obvio que no se había tragado la mentira bien elaborada que habíamos planeado con Máximo pero este no le dejó seguir preguntando sobre temas personales ya que se levantó de su asiento y le dio la palabra al señor que estaba a un lado de Luca De Santi, el hombre se paró sobre sus pobres talones que no lograban aguantar mucho por lo que se volvió a sentar en su asiento haciendo un movimiento de manos logrando acaparar toda la atención de la sala en cuestión de minutos.

-Como saben mi nombre es clasificado tanto como mi vida personal por lo que todos los datos de esa índole están en él informe que mis hombres le hicieron llegar a Máximo, soy el jefe de la mafia en Estrasburgo, en una pequeña zona que la creo mi abuelo en sus comienzos llamada Basilea, no es muy complicado saber porque me presento antes ustedes, los Smirnova eran una familia muy apreciada como lo fue en su momento Victoria por lo que me llamó mucho la atención saber que por fin la habían capturado, fui amigo íntimo de su padre por siglos y como todos conocí a la heredera, es una pena que una mujer tan capaz de cualquier cosa haya sido vencida por las llamas-explicó sin apartar la mirada en donde me encontraba.

Martino Benedetti, uno de los sicarios más conocidos en toda Francia y el mundo en general, el tipo se caracterizaba por descuartizar a sus víctimas de tal manera que todos los centros psiquiátrico lo consideraron un paciente "espeluznante", fue una leyenda y un padrino excelente dentro de lo que cabía decir, mi padre lo eligió como mi cuidador hasta que traspasara la edad de la adolescencia pero nunca me dejó sola.

Como con Napoli todos asentimos a su presentación, luego de unos minutos de un silencio tenebroso un chico que rondaba mi edad le pidió la palabra a mi hermano que este gustoso se la dio con total seriedad, nunca lo había visto de esa manera aunque me resultaba obvio verlo así ya que tenía la obligación de aparentar de estar destrozado por dentro pero fuerte por fuera, eso era como una ley dentro de las mafias, aunque la muerte haya sido de una persona realmente querida por ti tenías que hacer como si nada y seguir adelante con lo que te fue concedido por el fallecimiento de ese individuo.

El tipo se paró sobre sus pies al momento que nos sonreía a todos con esa característica sonrisa de maleante novato, era fácil detectar a los que recién entraban a un puesto importante de la mafia y a los que llevaban poco tiempo en las tropas de alguien superior, por su porte con su sonrisa infantil pude darme cuenta de que bando era sin problema, este era el claro ejemplo de un tipo que llevaba poco tiempo dentro de la malicia.

Un Novobrands, un novato en ruso como les decíamos a los hombres o mujeres que entraban en nuestro dominio.

-Señores, me llamo Valentino Bianco, hijo de Luciano Bianco hombre que fundó las mercancía de drogas en todo el mundo desde la ciudad de Nantes, me presento aquí por simple respecto a Victoria Smirnova por todos los años que gozamos de su protección y sus buenos tratos al respecto de armamento como demás sustancias que nos proporcionó- se presentó el pequeño Bianco.

En ese momento me di cuenta que el General no había apartado su mirada de mi rostro en ningún segundo desde que su interrogatorio no tuvo más lugar en la mesa, estaba por decir que era inútil seguir con las presentaciones por el simple hecho de que se nos hacía tarde para la feria y no teníamos ni idea que íbamos a hacer al respecto a las tres horas de fiesta que nos aguardaban pero antes de siquiera mover un solo dedo mi hermano se levantó de golpe dejando en claro la poca paciencia que tenían en ese momento y luego hablo.

-Señores es para mi un honor escuchar sus presentaciones pero en este momento no me interesa mucho que se presenten por el hecho de que los conozco, por lo que les pido que se levanten y me acompañen hacía las puertas principales así comenzar la esperada feria- pidió yéndose con la frente en alto y sin emitir ningún ruido con sus zapatos.

Espere con paciencia a que todos se levantaran con tranquilidad siguiendo a mi hermano en completo silencio, cuando quise pararme sobre mis pies sentí una mano alrededor de mi muñeca al mismo tiempo que me giraban así quedar frente a frente con el tipo con el que había fantaseado un final feliz desde siempre.

Alexander Vital me observaba con los ojos bien abiertos mientras recorría su escrutinio por mi rostro, su ceño se frunció por unos instantes mientras negaba repetidas veces.

-No eres ella- murmuró sin soltarme.

Me paralice cuando escuche sus palabras, en mi mente no cabía la idea de que el pensaba que era yo y el muy maldito no se equivocaba aunque pensara que sí acertaba en sus suposiciones, su corazón como su mente le decían la verdad pero sus ojos le jugaban la peor broma que podría haber.

-¿De quién habla, Señor Vital?- le pregunté aguantando las ganas de besarlo y decirle que era verdad, que tenía razón.

Alex negó con la cabeza repetidas veces al mismo tiempo que me soltaba, se alejo de mí al instante que volvía su mirada hacía el frente, pude ver como el dolor atravesó sus orbes por unos minutos pero fue efímero ya que simplemente camino obviando mi presencia hasta que llegó a la puerta de salida de la sala de reuniones con la que contaba mi casa, observo sobre su hombro al segundo que decía.

-Pensé muy en el fondo de mi corazón que ella seguía con vida, que mi piccola Vittoria seguía conmigo pero ya veo que me equivoque y fue un error muy grave compararla con un hombre que no tiene nada que ver con su persona, disculpe las molestias Señor Bruno- se despidió dejándome helada con su confección.

Aunque no dejaría que él se siguiera torturando por sus pensamientos respecto a mi muerte por lo que corrí sosteniendo mi ropa y mi peluca al mismo tiempo que lo veía frente a mí con una de las mucamas que Máximo había contratado como una sirvienta en lo que cabía decir, ambos se encontraban parados en medio de la sala de estar al momento que sin verlo venir ella lo abrazó con fuerza al instante que le sostenía la cara por unos minutos mientras le acariciaba su rostro.

Sin verlo venir ella se puso de puntillas y lo besó.

El Adiós Dorado 1LDonde viven las historias. Descúbrelo ahora