. 𝕯𝖔𝖘 𝖕𝖔𝖘𝖎𝖈𝖎𝖔𝖓𝖊𝖘 .

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Volver a casa siempre es alentador

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Volver a casa siempre es alentador.

Nótese el sarcasmo.

Abro la puerta encontrándome con un silencio absoluto. La casa esta vacía, libre de las personas con las cuales comparto sangre o al menos eso creo.

Como todo ser precavido debo comprobar antes de hacer cualquier movimiento. Asique mientras camino hacia nuestra sala de estar levanto mi voz.

- ¡Holaa! ¿Hay alguien en casa?

Ni siquiera una hoja del árbol del jardín se movió. Hasta la brisa se encontraba ausente.

A un paso apresurado, como si la vida estuviera por acabar en ese momento, subo las escaleras para encontrarme con todas las habitaciones con las puertas cerradas, incluyendo la de la oficina de papá.

Aunque otro punto a mi favor, sin llave.

Toco para verificar que no haya nada ni nadie dentro. Una vez que solo el silencio es la respuesta me introduzco y cierro detrás de mi suavemente. No se porqué no soy brusco, tal vez porque debo ser cauteloso.
Corro con mi mano el cuadro de Denmark Tanny que yace en la pared frente al sector donde mi padre resolvía sus negocios y observo la caja fuerte abierta ante mi.

Tomo unos relojes que no debo aclarar a quien pertenecen porque creo que es algo obvio y sonrío ante ellos. Valen tanto dinero que cuando los venda podré pagar mi deuda.

Mi mente se comprime. La punzada en mi cabeza transmite una señal de culpa hacia mi pecho de forma instantánea.

¿Cómo puedo estar haciendole esto a papá? ¿Acaso un hombre con su integridad lo merece?

No tener opción no ayuda a tomar distancia de mi acto. Las amenazas de Barry hacen eco y la quemadura en mi mano solo me recuerda que el no está bromeando y por mi bien no debería creer lo contrario de ningún traficante.

A pesar de esta certeza, mis pensamientos acerca de lo que hago con pertenencias de mi padre generan tantas dudas en mi que no creía posibles. Nublan mi visión las cientos y cientos de lecciones que él me daría si estuviera viéndome cometiendo esto a lo cual el llamaría "delito". Aunque para ser sinceros, tengo veinte años y si debo contar las veces que me ha visto a los ojos realmente para darme un consejo que no sea sobre algo que hice mal, son contadas con las manos.

Cierro la caja fuerte con tres de los relojes en mano y tomo el marco del cuadro para colocarlo nuevamente sobre la pared. Al terminar, noto como el mundo se frena ante mi.

Todo termino, todo esta perdido.

Yace frente a mi el mismísimo Ward Cameron, con su semblante eléctrico y sus ojos ardiendo en un fuego repleto de furia. Quiero agachar mi mirada, ver hacia un lado, generar un alto en nuestro duelo mutuo, el cual se encuentra con dos posiciones.

La primera, la suya. El sentimiento de traición, dolor y furia hacia mi, su hijo, quien debería ser su mano derecha, su ayudante, su apoyo y sin embargo, acabando con su esperanza, sus ojos reflejan un puñal que tal vez en el fondo, el esperaba.

La segunda, la mía. La más dolorosa e irremediable. La espina arrancada de una rosa muerta penetrando en mi corazón hasta marchitarlo y convertirlo en un nido de serpientes.

- ¿Quieres saber la hora?

Pregunta con su ceño fruncido observando los costosos relojes en mi mano mientras la suya reposa sobre la pintura prohibiendo el acceso nuevamente a la caja.

Intento hablar pero las palabras no salen de mi boca, no sé que decirle, no puedo implorar un perdón en este momento porque sé que no me lo dará.

Al observar mis manos nota la quemadura en la izquierda y esta última vez, cuando sus ojos me ven con expresión indescifrable, puede entender que en el fondo, y lo sabe porque me conoce, estoy en problemas.

A su vez, yo también lo conozco a la perfección, y sé con exactitud que muchas cosas pueden alterar sus esquemas, pero la traición, esa lo destruye.

Angels like you // Rafe CameronWhere stories live. Discover now