Cumpleaños ¿feliz?

Disclaimer: todos los personajes, escenarios y hechizos que reconozcan pertenecen a J.K. Rowling. El resto es producto de mi imaginación. Cualquier similitud con la vida real es mera coincidencia.

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Draco Malfoy no era muy entusiasta al celebrar sus cumpleaños, sobre todo por los malos recuerdos que tenía de cuando cumplió diecisiete y su tía Bellatrix tuvo la «genial» idea de ponerlo a prueba por haber llegado a la mayoría de edad. No poder obedecer lo que la retorcida mente de esa mujer demandó, no por cobardía sino porque él podía ser cualquier cosa menos un degenerado, le valieron diecisiete Cruciatus.

A partir de entonces, no pudo volver a ver esa fecha como cuando era niño y sus padres lo llenaban de regalos, dulces y muchos galeones. Tanto había calado ese mal recuerdo que había prohibido a sus amigos y padres siquiera hacer mención de la fecha desde ese entonces.

Eso fue así hasta que su esposa le dio un nuevo significado al cinco de junio cuando el año pasado lo había sorprendido en su oficina, y dándole la mano, de repente sintió como si un gancho lo tomara por algún lugar detrás del ombligo, y segundos después se encontraba en un hotel en Ibiza. Recordar todo lo que habían hecho aún lo hacía sonrojar, y que él se sonrojara ya era decir mucho. Esbozó una sonrisa al imaginar la sensación del metal sobre sus muñecas, el aroma del chocolate caliente sobre su cuerpo, la visión de ella...

No, no debía pensar en eso o tendría que...

Sentado en el antiguo escritorio de caoba en su oficina de Malfoy & Nott Consulting Group, Draco fantaseaba con lo que ella tendría planeado para su cuadragésimo segundo aniversario de vida. Solo tendría que esperar unos días más y lo sabría.

Cualquiera podría pensar que no necesitaba más en la vida. Su hijo Scorpius ese año terminaba Hogwarts, su pequeña Adhara de apenas tres meses que le había dado un nuevo significado a la palabra padre, era un empresario exitoso en la empresa que tenía con Theo, Lucius y Narcissa adoraban a su pequeña a pesar de su origen mestizo y tenía una esposa a la cual adorar y que lo amaba a pesar de todos sus defectos, pero sobre todo, del turbio pasado que ambos habían protagonizado en la adolescencia.

Dos días más y sabría qué había organizado Hermione para su cumpleaños.

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El esperado domingo, Draco se despertó temprano,pero como solía hacer los fines de semana, se quedó dormitando un rato más en la cama. Sin embargo, estaba ansioso. Hermione se había levantado al escuchar el llanto de Adhara, y por lo general, ella volvía con su pequeñita para pasar un rato juntos los tres, pero esa mañana eso no ocurrió. Quizá Hermione lo sorprendería con un desayuno en la cama, pero los minutos se transformaron en una hora y ella no apareció. Llegando a la conclusión de que la prioridad de su esposa era la pequeña bebé y no un cumpleaños, decidió que ya era hora de levantarse y buscar a sus dos chicas.

Para su sorpresa, encontró a su esposa bañando a la bebé.

—¡Buenos días! —saludó—. ¿Dónde está Hilda?

—Me pidió el día libre. Su hermano está en Inglaterra y la invitaron a pasar el día con ellos pues tienen varios años sin reunirse los cuatro. Estaba ansiosa por ver a sus sobrinos y puesto que es domingo y ambos estaremos en casa, le dije que se tomara el día para que lo pasara con ellos.

Por alguna razón, ese detalle no fue una buena noticia para Draco. ¡Vaya coincidencia! Hilda Fisher, la bruja mestiza que cuidaba de Adhara y que en su tiempo también había sido la niñera de Scorpius, era de gran ayuda en la familia y todos la amaban como si fuera un miembro más de los Malfoy, pero el que ella no estuviera precisamente ese día significaba que Hermione se dedicaría por completo a su hija. Aún así, no perdió las esperanzas de ser sorprendido en algún momento entre las siestas de la niña. Ayudó a vestir a la bebé, la cargó mientras Hermione se preparaba para alimentarla y se dejó envolver por la ternura que despertaba en él la desdentada sonrisa de la pequeñita.