2- Una aparición extraordinaria

111 14 216
                                    

Manigoldo estaba tirado en su cama con un horrible resfriado cuando un hombre medio desnudo le cayó encima.

-¡MIERDA!

Jadeó bajo el peso del otro hombre, mientras miraba a esos ojos de color zafiro.

Sintió una ligera punzada de extraño reconocimiento junto con la sensación de anhelo más desconcertante que jamás había sentido, antes de que lo invadiera la conmoción total.

Manigoldo apenas tuvo tiempo de pensar e incluso de admirar lo que, estaba bastante seguro de que era una alucinación infernal inducida por la fiebre, antes de que una daga afilada estuviera en su garganta.

Bueno, eso se sintió bastante real...

Cristo, ¿qué clase de lunático había irrumpido en su apartamento?

-Soy Kardia.

El hombre casi desnudo y muy musculoso dijo en lo que sólo podía describir como un acento parecido al griego.

-Lamiaslayer, cazador de dragones en tu mundo.

-Eh... eso es bueno.

Dijo Manigoldo, tratando de recordar si el medicamento que le había dado el médico tenía codeína o algún derivado de los opiáceos o no.

Esa no era la forma en que quería empezar el día... ni por asomo.

-¿Te importaría quitar esa cosa de mi garganta?

El italiano preguntó tratando de empujar al otro hombre, pero no pudo.

Definitivamente no era una alucinación.

Kardia frunció el ceño y luego olió al hombre debajo de él e hizo una mueca.

-Apestas.

-Gracias. ¿Puedo levantarme ahora?

Preguntó Manigoldo cabreado. Así que el chiflado ese le decía que apestaba... maravilloso.

Él no podía olerse a sí mismo porque su nariz estaba tan tapada que no podía respirar adecuadamente siquiera; aunque estaba bastante seguro de que sólo olía a Vickvaporub y pastillas para la tos.

-Sí. No eres un Lamia... puedes vivir.

Kardia dijo comenzando a alejarse del otro hombre.

-Lo aprecio.

Su sarcasmo distaba mucho de una humorada. Manigoldo decidió ir con el instinto en lugar de la cordura por el momento.

Empujó al otro hombre y le arrebató la daga. Lo siguiente que supo fue que el otro hombre había ejecutado un salto limpio y preciso hacia atrás desde la cama, había aterrizado de pie junto a ella y todo con una espada muy grande levantada sobre su cabeza lista para atacar.

-¡Cristo! Tú ganas...

Manigoldo declaró y arrojó la daga a un lado y levantó ambas manos en señal de rendición.

Demonios, había valido la pena intentarlo. Además, su cabeza se sentía como si estuviera dentro de un timbal y estaba bastante seguro de que iba a estornudar en cualquier momento.

-¿Te rindes?

-Maldita sea. Ahora deja esa cosa antes de que alguien... o sea, yo, resulte lastimado... luego podemos ir a llamar a las personas agradables con batas blancas y vendrán a llevarte a casa.

Dijo Manigoldo y luego estornudó ruidosamente. Sus ojos también estaban llorosos ahora.

'Genial ahora estoy viendo dos iguales a él.'

De otro mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora