Capítulo 2 - Parte 3

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  Media hora después, cuando el profesor de gimnasia dio por terminada la clase, todos entraron para la siguiente: Geografía e Historia. Menos mal que hoy tocaba temario de Geografía, porque Nathaly no soportaba estudiar sobre guerras, guerras y más guerras. ¿Por qué la gente resolvía todos sus problemas con violencia? Ni que fueran animales sin cerebro.

  Tras una hora de explicaciones y apuntes, las clases de la mañana por fin terminaron. Apresurándose a salir, Nathaly divisó el todoterreno de su tía detrás de toda la gente que había agolpada a la entrada, por lo que se dio prisa en llegar hasta ella. Cuanto más se demorara, más riesgo había de que su tía perdiera los nervios y se pusiera a discutir con la primera persona que le dirigiese la palabra. Y no, no era una exagerada al pensar así de ella, porque tenía más que comprobado que su tía siempre evitaba las multitudes. Por eso nunca se bajaba del coche cuando venía a recogerla. Lo que no entendía era por qué hoy, en lugar de esperarla subida en la acera de enfrente, estaba parada en medio de la calle. ¡Estaba liando un gran atasco!

  —¡Nathaly! —exclamó una voz masculina a sus espaldas.

  Parando sus pasos de inmediato, Nathaly se giró. Sus ojos no tardaron en dar con Esteban, el chico contra el que jugó en clase de gimnasia, que estaba agitando la mano sobre su cabeza para llamar su atención.

  —¡No te olvides de lo que te he dicho! —Levantó el pulgar y sonrió.

  Nathaly le mostró su gratitud con una sonrisa apresurada y se marchó corriendo, pues entretenerse no era una opción. Mientras los cláxones no paraban de sonar, se las ingenió para cruzar la marea de gente lo mejor que pudo, llegando a subirse al coche más deprisa de lo que esperó.

  —¿Quién era ese chico? —preguntó Sara, mientras Nathaly se ponía el cinturón—. ¿Tu nuevo novio?

  —¿Desde cuándo he tenido un novio?

  —Pensaba que Leo lo fue —comentó, mientras los coches de atrás pitaban como locos—. ¿Por qué lo has cambiado por él? Espera, no me lo digas. Te ha dicho cuatro palabras bonitas y has caído en sus brazos como una tonta.

  —Yo no he caído en los brazos de nadie —le sentó mal que dijera eso.

  —Todas cometemos ese error —sentenció, antes de meter primera.

  Mientras el hombre del coche de atrás asomaba la cabeza por la ventanilla para amenazarla e insultarla con el puño alzado, Sara salió de allí derrapando. A Nathaly no le cuadró el comportamiento de su tía. Algo sucedía, lo presentía, pero prefirió callar y mirar hacia delante. Poco después de doblar la esquina y entrar a la calle principal, los golpecitos que el dedo índice de su tía estaba dando en el volante la empujaron a preguntar:

  —¿Ocurre algo?

  El rostro de Sara mostró el enfado que ya no era capaz de ocultar más. Frenando, se subió a la acera, puso las luces de emergencia y la miró.

  —¿Cuándo pensabas contarme que ya recuperaste la memoria?

  —¿Qué?

  —Te he visto cuando le has tirado el balón a ese chico. Mira, si no quieres confiar en mí, lo entiendo, pero... —paró de hablar al ver la confusión en su rostro—. ¿Por qué me miras de ese modo?

  —¿Por qué crees que he recuperado la memoria?

  —¿Aún sigues sin acordarte de nada?

  Nathaly tardó un par de segundos en afirmar con la cabeza.

  —¿No recuerdas absolutamente nada? —preguntó con unas cuantas notas de más en su voz.

  Nathaly negó con la cabeza.

El vínculo mágico © - Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora