Capítulo 2 - Parte 2

Start from the beginning
                                    

  Aburrida de mirarlos, Nathaly desvió la mirada hacia un grupo de chicas que iban a su misma clase. Estaban en corrillo, cuchicheando con escandalosa emoción mientras dos de ellas buscaban algo en sus teléfonos móviles. Todavía recordaba bien los intentos que hizo por charlar con ellas, al igual que con todas las demás.

  Suspirando sin remedio, Nathaly se preguntó una vez más por qué la rehuirían o por qué se burlarían de ella a la menor oportunidad. ¡No les había hecho nada malo a ninguna de ellas! Y sí, era consciente de que su forma de ser no era la habitual en una chica de doce años, pero ¿qué mal había en ser como era? En ser... diferente. «Rara», le corrigió su mente de inmediato.

  Nathaly sonrió de manera involuntaria al recordar lo que su tía le dijo el primer día que empezó a formar nuevos recuerdos. «Si los demás nos ven como cosas raras andantes es porque no tienen ni respeto ni empatía por nadie que no sean ellos mismos. Recuerda siempre que, cuando alguien piensa que somos raras, ese alguien no se queda atrás. Cada uno es como es y, mientras se respete a los demás, nadie tiene por qué meter las narices donde nadie le ha invitado». Cómo añoraba esos primeros días que pasó con ella. Le enseñó cómo comer, vestirse o interactuar con alguien con un cariño y paciencia que jamás volvió a demostrar. Si todo lo aprendió con rapidez fue gracias a ella, aunque todavía seguía habiendo muchas cosas que desconocía, como el saber si los humanos eran capaces de curarse a sí mismos.

  Cuando Nathaly se curó a sí misma por primera vez, actuó de manera natural. Estaba sola, en una esquina del patio, donde alguien había dejado un tiesto con unas rosas rojas muy bonitas. Su aroma, agradable y tentador, la arrastró hasta ellas y, al ir a tomar una por el tallo, se pinchó. En cuanto vio que la yema del dedo índice le empezaba a sangrar, pasó el dedo corazón por encima de la herida sin llegar a rozarla y, antes de que se diera cuenta de lo que estaba haciendo, esta ya se estaba regenerando con rapidez ante sus ojos. ¿Quizás eran pocos los que hacían lo mismo que ella? Nunca se atrevió a preguntárselo a nadie, y mucho menos decírselo a su tía, que siempre echaba mano del botiquín que tenían en casa. Es por eso que su boca jamás logró gesticular palabra alguna en ninguna de las veces que reunió el valor suficiente para plantarse frente a ella y contárselo todo. No quería que pensara que estaba loca, porque no lo estaba, aunque soñara siempre con el mismo chico todas las noches.

  Cerrando los ojos con fuerza, Nathaly empezó a sentirse confusa al pensar en su último sueño. Le resultaba extraño que Leo no apareciera, pues siempre estaba en ellos, aunque no estuviera de cuerpo presente. ¿Quizá debería haberlo hablado con su tía? A lo mejor significaba algo. Nathaly negó con la cabeza al instante. Seguro que la debilidad que sentía por los leones tenía la culpa de que hubiera soñado con algo así esa noche.

  Desviando su vista un poco más a la derecha, Nathaly vio a la profesora de ciencias, que estaba vigilando a todos los estudiantes desde la entrada al edificio del colegio. Pensando en si ella sería capaz de aclarar alguna de sus dudas, algo en su interior la empujó a levantarse e ir a por respuestas.

  —Las notas os las diré mañana en clase, Nathaly —dijo su profesora, sin apartar la mirada del patio y antes de que consiguiera decir una sola palabra.

  —No es eso, señorita Julia.

  —¿Entonces? —preguntó aburrida—. ¿Qué te ocurre?

  —Yo... Quería preguntarle algo sobre las personas. Como usted imparte ciencias naturales...

  —¿Sobre las personas? —preguntó con ojos divertidos—. Sé más específica, porque no te entiendo.

  —Pues... quería saber si nosotros, es decir, los humanos, podemos curarnos a nosotros mismos. Sin ningún tipo de medicamento.

  —¿A qué te refieres?

El vínculo mágico © - Libro 1Where stories live. Discover now