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What if: Mitología Griega
Eros y Psique
Palabras: 1000
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A veces la belleza puede ser una maldición.
O al menos así era para Psique, la más hermosa de sus hermanas.
Tenía todo lo que pudiera desear, padres que la querían, una vida sin preocupaciones y además era preciosa. Pero para ella su aspecto no le traía la felicidad.
Los hombres la admiraban, pero no le pedían matrimonio, porque sentían que estaba fuera de su alcance, los habitantes de su reino creían que era la reencarnación de Afrodita y la llenaban de ofrendas y peticiones que ella no deseaba.
¿No sabían que estaban despertando la furia de los dioses? Afrodita no era misericordiosa y Psique temía el castigo que podría caer sobre su pueblo si continuaban descuidando los templos de la diosa que ella limpiaba secretamente cada noche, rogándole a la estatua.
—Nunca he pedido nada, pero, ¡no quiero seguir así! La belleza no me ha traído la felicidad y está haciendo que mi gente no respete a los dioses como es debido —dijo la princesa, entre lágrimas— Sólo soy una simple mortal...
Psique había intentado disminuir su hermosura, se revolcaba en el barro, se ponía ropa rota y manchada y hasta se trasquiló su preciado cabello, pero era en vano, los criados del palacio siempre lo terminaban arreglando.
Recurrió a algo más extremo, pero incluso haciéndose cortes con una daga esperando que le salieran cicatrices, su piel marmórea se negaba a tener la más mísera imperfección.
Sus padres pensaban que estaba comportándose así porque no encontraba un esposo y eso la enloquecía, por lo que consultaron a un oráculo acerca del destino de su hija menor, el cual no fue muy tranquilizador:
—Vuestra hija se casará, sí, pero no con un mortal. ¡Vestidla como si fuera el día de su muerte y llevadla a la montaña más alta de vuestro reino! Pues allí se casará, sí, con un monstruo de otro mundo.
Cuando le comunicaron la noticia, Psique lloró amargamente, se casaría, sí, ¿pero con un monstruo? Seguro que era un castigo de los dioses, pero aceptaría. Las profecías siempre se cumplían.
Llegó el día de su boda y acudió junto a sus padres y una procesión de habitantes que lloraban por el destino de la princesa. Allí la abandonaron, en la cima de la montaña donde fue Céfiro, el viento del Oeste.
—Te llevaré a donde te espera tu esposo, cierra los ojos y no temas.
Psique obedeció, cerrando los ojos y sintiendo cómo se elevaba del suelo, hasta que volvió a notar tierra bajo sus pies, abriéndolos de nuevo y contemplando un precioso valle de flores.
Adentrándose en el bosque, siguiendo el murmullo del agua, llegó a un palacio, más hermoso que el que ella conocía, donde, al entrar, voces incorpóreas la recibieron como la señora del castillo, que ellos estaban ahí para servirla.
¿De verdad su marido era tan monstruoso como decía el oráculo? Había esperado una madriguera de un ser despiadado, listo para devorarla, no un palacio digno de los dioses.
Esa noche, en la alcoba, una figura entró, alertando a la joven que se estaba preparando para dormir.
—¿Esposo? —preguntó la mujer a la figura escondida en la oscuridad.
—Sí, lo soy —respondió una voz cálida y agradable, que hizo que el corazón de la princesa aletease— Espero que estés cómoda en el palacio.
—¡Lo estoy! Es un lugar precioso, de veras y... Lamento ser impertinente pero... ¿Puedo verte?
—No —fue su respuesta, tajante y rápida— Puedo darte todo lo que desees, pero temo que mi aspecto te haga huir y por eso sólo te visitaré por las noches. ¿Respetarás mis deseos, esposa?
Psique tenía curiosidad, pero asintió con la cabeza, respetaría su petición, le había dado tanto a pesar de que no la había visto hasta ahora... Era lo justo.
Las noches fueron pasando y ella estaba cada vez más enamorada de su esposo, que era tan atento y amable que no podía creer que fuera real. Tal vez nunca podría verle pero no importaba qué aspecto tuviera, pues se había enamorado de su forma de ser.
Sólo había un problema, y era su soledad, echaba de menos a sus hermanas. Le rogó a su marido que le permitiera verlas, y, tras insistir, aceptó, pero advirtió que no las escuchase, eran mezquinas.
Y así fue, sus hermanas, celosas de la fortuna de Psique, le dijeron que esperse a que él durmiera para verlo y matarlo, porque si era un monstruo, intentaría devorarla.
Cuando llegó la noche, esperó a que su esposo se durmiera, pero al ir a encender su lámpara de aceite, se detuvo. No podía incumplir su palabra, le amaba y no quería traicionar su confianza.
Pero la verdad no tarda en salir a la luz y Afrodita irrumpió en el palacio.
—¡Ya me he cansado de esto! —exclamó, iracunda— ¡Te ordené que hicieras que se enamorase de un monstruo!
—¡Pero ella no tiene la culpa! ¿No has oído sus súplicas? Además ha cumplido su promesa, juraste por la laguna Estigia que sólo si la incumplía tomarías represalias.
Así era, si Afrodita no había intervenido en el matrimonio, era porque esperaba que Psique incumpliera su palabra, ¡incluso había influenciado a sus hermanas para convencerla! Pero fue en vano.
—¡Un momento! —exclamó la princesa, que había escuchado todo, arrodillándose ante ella— Le amo de veras, ¿qué puedo hacer para que confíe en mí?
La diosa observó a la muchacha, recordando sus súplicas, sus esfuerzos en vano, y las noches en las que iba a limpiar su templo. Debería estar enfadada y ponerle pruebas imposibles, pero no podía.
Psique había cumplido su promesa. Tenía una voluntad fuerte, nunca aceptó las alabanzas y siguió dándole ofrendas. No quería ser como Hera, castigando a mortales inocentes.
—Levántate. Si quieres ser una buena esposa para mi hijo, debes ser inmortal, ¿no crees?
Tras una ceremonia en el Olimpo y con la bendición de Afrodita, Psique se convirtió en una diosa.
Y gracias a su amor y a su fuerza de voluntad pudo vivir feliz con Eros.
Eternamente.
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Random❝Puedo darte todo lo que desees, pero temo que mi aspecto te haga huir y por eso sólo te visitaré por las noches. ¿Respetarás mis deseos, esposa?❞
