Lo único que no me gusta mucho es pasar tarea ya resuelta cuando son ejercicios. No sé si los míos están buenos, y cuando los paso, me arriesgo a que ambas tareas estén mal hechas. Siempre es un desastre.

Saco la libreta de mi mochila y la pongo en la mesa. Santiago y Daniel juntan sus sillas y observan.

—Es muy largo —dice el primero.

—Siempre me gusta copiar de más —me encojo de hombros.

Y no es mentira.

Amo estudiar.

Amamos*

Ambos chicos sacan sus cuadernos y copian lo que necesitan, mientras, yo me termino mi batido y reviso mi teléfono.

Se me ocurre la idea de tomarles disimuladamente una foto y mandársela a mi mamá para que vea lo que he estado haciendo todo el rato que llevo aquí.

Mamá:
¿Esa no es tu libreta?


Ups... Se me olvidó ese pequeño detalle.

Yo:
Sí, lo es. Los estoy ayudando con la tarea. El de la izquierda es Daniel y el otro es Santiago.

Dejo que se envíe, pero no aparecen las dos flechas, lo que me dice que no le ha llegado el mensaje.

Se quedó sin batería.

Ksual.

Termino con mi batido y la campana suena, justo a tiempo, porque Daniel y Santiago se incorporan al mismo tiempo, dándome a entender que ya han terminado de copiarse.

Son muy lindos.

Te apoyo.

Dios... ¡Es que sí lo son!

Cada uno tiene una belleza peculiar. No son iguales, pero son muy simpáticos.

—Muchas gracias, Layla —me dice Santiago.

—Coincido. —Esta vez, fue Daniel.

—No me agradezcan —digo mientras me levanto—. Me gusta ayudar —sonrío.

Los dos me siguen el movimiento, y cuando Santiago se está metiendo el último bocado de su desayuno yo me estoy colgando la mochila al hombro para empezar a caminar al salón.

El chico toma mi ritmo y se situa a mi lado. De pronto, Daniel ha desaparecido. Podría suponer que está con aquel chico raro con el que se sienta al fondo de todas clases.

—Yo siempre tengo que rogar para que me pasen la tarea —dice Santiago de la nada.

Ese comentario me saca una sonrisa.

—La mayoría de las veces yo me ofrezco antes, pero hay gente que, aunque yo no les haya dicho nada, igual me la piden. Resuelta y todo —digo, soltando una risita.

—Y cuando te la piden, ¿La pasas?

—Cuando es resuelta, casi nunca. Porque si a mí me sale mala...

—... al otro podría pasarle lo mismo. —Termina él por mí.

—Exacto.

—Bueno, supongo que tienes razón —comenta cuando estamos frente a la puerta del aula—. De verdad gracias por la tarea.

Con una sonrisa, la cual deja ver su hoyuelo, me abre la puerta y la sostiene, a la espera de que pase.

Hago lo que quiere y, cuando estoy pasando junto a él siento un rato cosquilleo en el estómago el cual no me gusta nada.

Belleza OscuraWhere stories live. Discover now