Capítulo 0 [+18]

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—Tu saludo resultó superar mis fantasías, mi dulce mentirosa —expresó él, su voz, esa que bien podría atribuirse al príncipe de un averno, que provocaba más que cualquier tacto.

Poison temblaba de rabia, y decidió actuar al respecto.

—Tus bajas expectativas me resultan ofensivas, maldito imbécil. Yo no esperé menos de ti.

Ella usó el mismo impulso de rabia en su voz para girar su cuerpo en una patada directo a la cara del griego. Él previó el movimiento y se agachó, justo cuando ella lanzaba su segundo pie al aire hacia su estómago.

Él le tomó el tobillo en el acto y lo retorció hasta hacerla caer de bruces al suelo y taclearla.

Encima de su espalda, el griego le puso una mano en la nuca para mantenerla presionada contra el suelo. Se acercó a su oído y emitió un susurro en su lengua natal, usando ese matiz en su voz que más de una vez hizo a Poison considerar romper sus propias reglas.

—¿A qué viniste? —preguntó en griego, sabiendo que ella entendería—. ¿Me extrañabas?

—Claro que sí —respondió ella también en su idioma—, necesitaba compañía en el infierno.

La daga se clavó en el hombro de Azrel con un ruido seco. Él gruñó, reprimiendo una maldición, y apagó el dolor de su mente levantando la cabeza de Poison por su anclaje en su nuca, y estrellándola contra el suelo con el mismo impulso, tan fuerte que los lentes de sol se quebraron.

Ella recibió el golpe como una nueva inyección de ira. Cuando Azrel se llevó una mano al hombro para arrancar la daga, Poison hizo una maniobra que la dejó encima de él, se arrancó la navaja tras la peluca y la empuñó contra la tráquea del griego.

Él sonrió por primera vez en aquel encuentro. La daga era un deja vù en la controversial historia que compartían: el pecho agitado en su compás favorito y los ojos de ella, como dos onzas de veneno, eran el motivo de todos sus maltratos privados.

—Yo sí te extrañé, mentirosa.

Ella, superada por aquel descaro, le partió el otro extremo de sus labios con un codazo que lo dejó escupiendo sangre.

El semblante de Azrel se ensombreció. La tomó de la cintura y la levantó sin esfuerzo solo para cargarla. Un segundo después la tuvo anclada con las piernas a su torso desnudo, mirándolo con algo entre la ira y el horror.

Él guiñó uno de sus ojos grises en un gesto fugaz, y se lanzó junto a ella al fondo del jacuzzi.

El agua hirviendo lastimó a Poison hasta hacerla gritar sumergida, sus uñas casi atravesaron sus guantes y se aferraron con fuerza a la dura piel de su villano favorito.

Ambos surgieron a la superficie, ella todavía aferrada a él, y el agua teñida por la sangre que brotaba de la puñalada en su hombro.

—¿A qué viniste? —insistió él sin aliento—. Y no, no ha cambiado nada con respecto a mis preferencias: si mientes, te haré daño, Poison. Muchísimo daño. Así que no me digas que estás aquí para matarme.

—Esa es la cosa, hijo de perra —jadeó ella con los brazos alrededor de su cuello—, que todavía no me decido.

Él atajó sus labios a mitad de su respuesta y la besó, agresivo. Siguieron la guerra con sus bocas, lanzando un proyectil tras otro, como si el reto fuera disfrutarlo, como si la muerte significase admitirlo.

Era la primera vez que se besaban, y cuando ella fue consciente de eso, y de cuánto en serio lo había necesitado, y cuánto le encantaba la mano de él aferrada a su cuello, se le escapó un gemido que él castigó arrancándole la peluca de un jalón.

Nerd 3: rey del tablero [+18]Where stories live. Discover now