El fénix

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Vanessa caminaba por el castillo. Era de noche y la Luna brillaba blanca y fantasmal por los pasillos. No había ni un solo guardia a la vista. A lo lejos, al final del pasillo y entre sombras, apareció Kal. Vanessa tuvo el impulso de correr hacia él, pero se detuvo en seco: Kal tenía a su padre arrodillado, y sonreía maliciosamente.

–Detente –dijo él casi en un susurro.

Sacó su espada y la puso contra el cuello del antiguo monarca. Vanessa sintió que se le oprimía el pecho. "No lo perderé. No otra vez". Se dijo a sí misma mientras corría con todas sus fuerzas para detener a Kal, pero fue demasiado lenta. Kal deslizó su espada por el cuello del Rey y la sangre empezó a inundar el suelo blanco del pasillo.

–Olvídalo –dijo el Rey a Vanessa, su hija, que ahora parecía tener 6 años.

Vanessa despertó con la cara cubierta de lágrimas y el corazón confundido. Estaba dormida sobre la rama de un enorme y viejo roble. Casi siempre soñaba con su padre, pero siempre era un hombre alto y de mirada oscura quien lo degollaba. Esta vez había sido el propio Kal. Saboreó el nombre en su boca y volvió a sentir que sus labios ardían. Se reprimió al instante. Se limpió la cara con la manga y miró al cielo. La Luna todavía se veía en el horizonte, pero el Sol ya empezaba a salir, perezoso, de entre las montañas. Miró el lago que parecía un enorme espejo oscuro y frío, y finalmente miró hacia el castillo, al final del pueblo, justo en medio del enorme lago. Después de casi veinte años, Vanessa cumpliría con su destino: asesinaría al rey humano.

Bajó del árbol de un salto y revisó sus espadas. Ambas estaban firmemente atadas a su cintura, listas para la batalla. Cubrió bien su brazo derecho con la manga de cuero a fin de que no se viera la horrible herida que tenía arriba de la muñeca, ni el zircón azul que le había heredado su madre. Estaba lista.

Se escabulló entre las calles dormidas del pueblo y cruzó como una sombra hasta las puertas del castillo. No estaba segura de que la Guardia del Rey hubiera dado la alarma. Por si acaso, respiró hondo y jaló una gran cantidad de agua del lago. La convirtió en una densa neblina que inundó todo el castillo. Esperó unos minutos para que la humedad fuera absorbida por su entorno y tocó a la puerta con el aldabón. Un hombre de aspecto somnoliento apareció tras la puerta. Parecía haberse dormido toda la noche en lugar de velar, por lo que Vanessa supo que el Rey seguía esperándola como su nuevo guerrero de élite en lugar de como la legítima heredera al trono que venía a vengarse. Sin decir una palabra, Vanessa le mostró al buen hombre su carta de presentación sellada por Tehna y firmada por el Capitán de la Guardia. El vigía hizo un enorme esfuerzo por desperezarse y observar detenidamente al jovencito que tenía enfrente. Entonces recordó que había llegado el día anterior, por lo que seguramente hoy tendría audiencia con el Rey. Se hizo a un lado y lo dejó pasar. Vanessa le agradeció con un gesto seco y volvió a guardar el pergamino entre su ropa. En el pergamino, usaba el nombre de Eduardo y, como tenía el cabello azul y corto, parecía un joven de alrededor de quince años. Caminó con calma hacia el castillo y observó que nadie parecía esperar que pasara algo ese día. Había solo un par de jardineros regando el césped y una fila de soldados custodiando el camino principal. Todos la esperaban como nuevo guerrero de élite, por lo que la entrada fue de lo más fácil. Vanessa se horrorizó ante el desinterés que todos esos humanos demostraban hacia su trabajo.

Cruzó por varias puertas de vigías somnolientos, aunque ninguno parecía haber dormido, a excepción del primero que se había encontrado. Vanessa empezó a sentirse nerviosa. ¿Kal no había dicho nada o era una trampa? La respuesta vino a sus ojos en cuanto llegó a la Sala del Trono. Faltaban cinco minutos para la audiencia. El Sol ya se asomaba por el horizonte, iluminando vagamente los pasillos del castillo. Al fondo la esperaba la Guardia del Rey con Kal a la cabeza. Vanessa puso su mano derecha sobre el pomo de la espada, pero no parecían querer atacarla. Por el gesto que tenían los demás, supo que Kal les había contado todo. Un ligero rubor subió a sus mejillas. Esperaba que no hubiera sido tan estúpido como para contarles absolutamente todo. Cuando hubo llegado a un metro de Kal, se detuvo, alerta a cualquier movimiento o sonido.

El Reino del Lago [COMPLETA]Where stories live. Discover now