Prefacio

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El sonido de la lluvia a su alrededor era tan estridente que opacaba las bocinas silbantes de los automóviles que pasaban a su lado. Todo era una visión borrosa de ríos de agua y luces parpadeantes que le hacían imposible distinguir a tres metros de distancia.

La ciudad que nunca duerme se encontraba vacía de peatones mientras se refugiaban de la lluvia en los monstruosos edificios; los taxis parecían desaparecer en cada esquina con cientos de pasajeros.

Albert caminaba a paso lento en medio de la calle principal presionando el enorme impermeable negro contra su pecho. Gotas de lluvia lograban filtrarse sobre su ropa y sus dedos estaban entumecidos por el frío.

Murmuraba palabras para sí mismo mientras seguía caminado sin rumbo. Su madre no estaba con él, había llorado tanto que había olvidado hasta su nombre. Recordaba su cabello castaño cayendo como cascada sobre sus hombros, pero no podría concentrarse en su rostro.

Si estaba triste o sonriente.

No podía pensar en nada más que el frío, la oscuridad y la sensación de que pronto sería golpeado por las enormes maquinas con luces que parecían volar sobre la calle a su lado.

Si las gotas de lluvia fueran de caramelo...

Recordó su canción favorita, y sacó la lengua para probar el sabor dulce de la lluvia. Estaba fría, no podía comparar su sabor porque la garganta estaba palpitándole dolorosamente y no podía tragar.

Eso lo hizo llorar aún más fuerte, gritando para que alguien pudiera sacarlo de la oscuridad. Cuando un auto frenó de manera abrupta dos personas se bajaron de él. Se quedó de piedra en su lugar.

—Creo que es un perro Fran, no deberíamos dejarlo bajo la lluvia —dijo una mujer. Caminó lentamente donde estaba Albert. Todos sus instintos se pusieron alerta.

—Mary, es peligroso que te acerques a él. Podría morderte —La voz del hombre le puso los pelos de punta. Tenía miedo, tenía miedo de todas las voces graves que escuchaba. Cerró los ojos esperando que lo ignoraran.

—Cariño, no podemos dejarlo aquí. Es inhumano dejar a un animal debajo de esta lluvia. —Continuó la mujer. El sonido de su voz estaba cerca, Albert quiso salir huyendo, pero el largo impermeable lo hizo caer al piso, mojándose por completo en el río de agua que se acumulaba bajo sus pies.

—Lo mejor será que llamemos a protección animal —Siguió diciendo el hombre al ver que el bulto negro se movía de manera extraña.

—Tonterías, seré cuidadosa —De un solo movimiento la mujer levantó el impermeable negro para revelar su contenido.

—Dios mío —gritó Fran.

—¡Pero si es un niño pequeño! —sollozó Mary.

Albert salió corriendo asustado en la dirección contraria, pero fue rápidamente aprisionado en un fuerte pecho masculino. Gritó, pataleó, empezó a golpear al hombre, pero este lo metió a la fuerza dentro de su vehículo.

La mujer se subió con él en el asiento trasero mientras el hombre se iba adelante y ponía el enorme vehículo en movimiento. Una brisa caliente empezó a inundar el espacio interior.

La bienvenida de sentir el calor calentado su piel después de horas bajo la lluvia lo obligó a detenerse de gritar y golpear a los dos desconocidos que lo habían subido a su auto.

La mujer entre lágrimas trataba de brindarle consuelo mientras le quitaba la ropa para poner una sábana caliente a su alrededor. Poco a poco dejó de llorar y temblar; tomó la enorme sabana y se fue a la ventana contraria donde la mujer se encontraba sentada.

Al pasar por una calle que le resultó familiar vio el enorme edificio negro rodeado de un montón de patrullas de la policía. Repitió una y otra vez la única palabra que recordaba, pero fue ignorado por las dos personas que parecían haberlo rescatado.

Ma...

Mam...

Mama...

Maman...

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⏰ Última actualización: May 31, 2022 ⏰

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Elaine PROXIMAMENTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora