Capítulo 1: El ser amado

13 1 0
                                    

"El no podía estar muerto, no podía estarlo. Era jóven aún. Tenía aspiraciones y una larga vida por delante. Esta no podía ser la realidad" dije en mi cabeza. Estaba aferrada él, soltarlo no era algo que estaba dispuesta a hacer.

Cuando lo dejé en la sala de emergencias, supe que las pocas esperanzas de que viviera que aún me quedaban, se habían ido.

Si tan solo hubiera podido detenerlo, esto no habría pasado... 

Una semanas antes de la tragedia fuimos a comprar un regalo para su madre. El cumpleaños número 51, suena algo tenebroso si lo lees detenidamente. Paseamos por todas las tiendas que había, y que habrán, buscando el regalo perfecto.

—¿Qué le puedes regalar a una contadora, para que diga: Wow? ¿Una calculadora científica? ¿Una tabla de multiplicar?. —Dijo él, mientras reía.

Cada tienda a la que íbamos era un mundo infinito de posibilidades, la travesía por hallar el regalo perfecto se hacía cada vez más aburrida y larga, hasta que:

—¡Eureka!— Lo oí gritar.—Podemos regalarle un viaje a algún lugar del mundo, todo pagado—

Lo miré fijamente por 3 segundos, intentando comprender si lo que me decía era cierto, o era una especie de broma. Llegué a la conclusión de que Andrew estaba hablando en serio, cuando me dijo que tenía el dinero de su beca en el banco y aún no lo había cobrado.

—¿No te parece qué es muy... Caro?— Le dije, intentando quitarle esa loca idea de la cabeza. A los hombres les dejas de hablar, por menos de 10 segundos, y salen con este tipo de cosas.

—Claro que no— Exclamó.—Estoy seguro que podemos pagarle un viaje, a Cancún o Punta Sal—

Su madre ama el mar. Cada verano es sinónimo de playa. En su juventud amaba ir en barco junto al padre de Andrew. Esos pequeños momentos endulzan la vida.

—Si tienes esa posibilidad, me parece bien— Dije. Cuánto quisiera yo que Andrew me costeara un viaje, todo pagado, a dónde yo quisiera.

Dimos una última vuelta por el centro comercial, esperando encontrar algo que Andrew quisiera comprarle a su madre. ¿Lo encontramos? Para mí mala suerte, no... Aquí empezó todo.

Mientras volvíamos a casa, me recosté en sus piernas. Me sentí segura. Él acariciaba mi cabeza y besó mi frente. Mientras me miraba directamente a los ojos, oí unos susurros provenientes de si boca.

—Eres el amor de mi vida, Cloe— Dijo él, en voz baja. —Gracias por acompañarme a buscar el regalo para mi madre, y perdón por no haber comprado algo.—

—No tengo nada que perdonarte, mi vida— Refuté en voz baja.—Pasar tiempo contigo, para mí, es valioso. Gracias a ti, por formar parte de mi vida—

Sellamos con un beso muy largo. Acaricié su cara mientras nuestros labios se movían por si solos. Sentí una corriente recorriendo mi cuerpo. Y mi parte inferior empezó a humedecerse. Sensaciones tan simples como esas hacen que mi mente vuele por los cielos, y me sienta en las nubes.

Bajamos del coche, el bajó primero a abrirme la puerta. En su familia es una tradición hacerlo. Tomo mi mano mientras me miró a los ojos, y me ayudó a bajar. Cómo si fuera un carruaje aparcado a las afueras del castillo, y yo una princesa a punto de entrar después de un día de campo.

Se quedó conversando con el taxista unos minutos, posiblemente regateando el precio del viaje. Vi como anotó el número del taxista en su teléfono y se despidieron de mano.
Se dirigió a mí, me abrazó muy fuerte, sentí como mis órganos se movieron, se quedó mirándome fijamente durante varios segundos. Después de un rato abrió la boca.

—¿Nos quedaremos aquí afuera, o vamos a entrar a mi casa?—

—Lo había olvidado por completo, me quedé perdida en tu mirada— Dije, con un tono dulce.

Me tomó de la cintura, mientras su mirada penetraban en mi. Miró mis labios, mis pechos. Vi como me miraba con deseo de hacerme suya en el patio de su casa. Se acercó a mi boca y me besó, no fue un beso como los miles que no hemos dado. No. Este beso era distinto, tenía algo distinto que hacía que me vuelva loca.

Terminó de besarme y me invitó a pasar a su casa. Sabía que no había nadie dentro, por lo que estaba esperando el momento en el que me haga su mujer; en la cocina, en el sofá o donde le plazca. Era presa de él, su sola presencia hacía que mi cuerpo se encienda como un mechero. Sentí como mi ropa interior empezaba a mojarse más de lo debido.

Entramos dentro y me tiró al sofá. Sabía lo que me esperaba. Una velada que no iba a terminar hasta la mañana del día siguiente. Bajó mi ropa interior, mientras tocaba mis pechos. Estaba apunto de explotar.

En el momento en el que iba a hacerme suya... Su celular sonó.

—¿Quién puede ser tan impertinente, para arruinar un momento así?— Lo oí decir.—¿Sí? ¿Dime, qué pasó?—

Su cara cambió en un segundo.

—¿Qué? Eso no puede ser cierto. ¿Es-Estas segura de lo que dices?—Dijo, mientras la preocupación lo consumía por dentro.

—¿Qué ocurre?— Le dije, intentando averiguar lo que sucedía.

Me hizo la seña de que haga silencio y continúo.

—Está bien, ya vamos para allá— Fue lo último que respondió antes de colgar.

Se tomó la cabeza y comenzó a llorar.
No lograba comprender la situación.

—¿Qué ocurrió, mi amor?— Intenté consolarlo, pero no pude.

Cuando oí lo que dijo, se me heló el cuerpo entero.

—Mi papá, mi amor... Mi papá sufrió un accidente, y está en el hospital—

No supe que responder a eso. Simplemente opté por abrazarlo y sobar su cabello. Mi piel se puso de gallina. Mis pechos se dilataron y volvieron a su estado normal.

Nos cambiamos raudamente. Mi deseo insaciable de que me haga suya, se había desvanecido por completo.
Me abrazó y me pidió perdón por no haber llegado a hacer nada. A pesar de que ya habíamos estado a punto de hacerlo, no estaba enojada. En mi cabeza solo estaba el accidente del padre de Andrew. ¿Cómo pudo ocurrir? ¿En qué lugar? ¿Hubo más agraviados?...

Salimos a tomar un taxi, pero ninguno paraba... Recordé que Andrew había anotado el número de un taxista, y se lo hice recordar. Marcó al número que el señor le dió pero no tuvo respuesta. Lo único que nos quedaba era ir hasta la avenida principal y tomar uno allá.

A mitad de camino, Andrew empezó a patear todo. Sollozaba desconsolado, preguntándole a Dios, el porqué.

—¿Por qué tuvo qué pasarle esto a él? ¿Por qué no me pasó a mí?— Gritaba desconsolado.

Lo tomé de las manos mientras lo miraba a los ojos. Le dije que todo iba a estar bien. Me abrazó.

—Sino estuvieras aquí... No sé que sería de mí— Me dijo.

—Amor, yo siempre estaré aquí. No pienso irme de tu lado— Contesté.

Miró a mis ojos, mientras terminaba de llorar. Esperé a que terminará y lo besé. Quería hacerle sentir, que no estaba solo, que estaba conmigo.

Terminó de besarme y un carro pasó.

—¡Hey! ¡Hey, taxi!— Gritó Andrew, aún con esperanzas de que algún coche frenara.

Increíblemente... El carro frenó.

—¡Hey, taxi! ¡Por favor!

Andrew se acercó a la ventana del coche, desesperado, cuando recibió aquella llamada.

Déjame abrazarte por ultima vezWhere stories live. Discover now