Catorce de Febrero

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Era un día como cualquier otro... Salvo por el pequeño hecho de que todos aquellos enamorados dejaban cartas anónimas a sus amores platonicos, la chicas coqueteaban aún más, los hombres regalaban rosas y bombones. A quién engañar? Era 14 de Febrero, de los pocos días de año en los cuales una chica de 20 años se daba cuenta de lo sola que estaba.

Ya no éramos adolecentes, y se notaba: Los muchachos miraban aún más a las chicas, y se comprtaban como si tuvieran 5 años a veces, y otra veces, como los adultos que eran; y las chicas... Bueno, las chicas simplemente trataban de encajar en una universidad casi plagada de hombres... Tanto profesores como alumnos.

...

Caminé por el corredor, a la espera de que algo me hiciera olvidar el hecho de que sería otro 14 de febrero que se volvería un karma... Pero no, mi mala suerte superó toda buena intención del destino, haciendo aparecer a mi profesor de Filosofía aprecer.

[...]

Cualquier hombre se daría cuenta de mi nerviosismo, de mi locura hacia él... Cualquier hombre, menos él. Y es que difícilmente un profesor vea a una alumna que destaque de entre tantas otras que tiene...

Pero habían miles de obstáculos, no sólo el hecho del "No saber"; también estaba el hecho de que éramos profesor y alumna, y estaba mal visto... Además de que sospecharían de que me regalaba las notas a cambio de... Bueno, creo que se imaginan.

Si les interesa saber...

Lo que había hecho que me enamorase de él había sido aquel día de lluvia, cuando quedé como una estúpida, pero él, demostrando ser mejor persona de lo que cualquiera hubiera esperado, me ayudó a salir del apuro.

La cosa había sido así: Ese día estaba pronosticada una lluvia normal, pero en cambio, una lluvia torrencial hizo que yo quedara empapada y las clases se suspendieran. En ese entonces mi medio de transporte era el colectivo... Y para los que no lo saben... En Buenos Aires, donde vivía por los estudios, era un verdadero DESASTRE.

Gracias a dios, él me vió esperando...

Desde entonces, yo pasé de ser una más, a ser reconocible: a partir de entonces, pasé a ser un rostro reconocible, y con nombre... Yo era Alex, y él era Facundo. Sin embargo, yo era consciente de la realidad:  soñar con un hombre así que tenía 35 años más que yo era demasiado, y eso lo veía cualquiera que tuviera dos dedos de frente.

Ya lo tenía asumido. Un hombre maduro no se fijaría en una nena.

Cada día, mis amigas trataban de hacerme entender que el problema era más grave de lo que yo pensaba... Y lo sabía, esa era una de las razones por las cuales trataba de ignorar los latidos desquiciados de mi corazon cuando me hablaba de frente a frente.

Tenía que aceptarlo... Resignarme... Yo no era lo suficientemente madura para Facundo.

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