The gift

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—¿Y bien?
   
    La voz burlona de su informante lo obligó a despegar los ojos del manojo de papeles que se encontraba leyendo y volteó a mirarlo con una mueca de fastidio.
   
—¿Y bien qué?
   
—Hablo de Anya, por supuesto —la ceja arqueada de Twilight lo obligó a ser más explícito—. Me refiero a sus notas. He escuchado que va mejorando poco a poco.
   
—¿Cómo sabes eso?
   
—No subestimes a un informante.
   
    Twilight suspiró y devolvió su atención a los informes que Franky le había dado. Cuando creyó haber dado la escasa conversación por terminada, el pelinegro volvió a hablar.
   
—Deberías darle un premio.
   
—¿Por qué?
   
—Por su esfuerzo. ¿Tienes idea de cuánto le cuesta a un niño de su edad dejar de jugar para sentarse a memorizar aburridas fórmulas?
   
—No es para tanto de todos modos —respondió con simpleza, esta vez sin dejar de lado su labor—. Ha mejorado, pero no es suficiente para ganar las Stellas en el tiempo restante de la misión.
   
—Aguafiestas.
   
    Esta vez Twilight no respondió y continuó ojeando los papeles ansioso por terminar. Franky terminaría cansándose si continuaba ignorándolo. Siempre funcionaba. Sin embargo, tenía que reconocer que el hombre tenía razón por lo menos en una cosa. Anya había pasado de tener exámenes de treinta o veinticinco puntos a alcanzar los cuarenta y cinco con relativa facilidad. Aún había materias que se le dificultaban más que otras y de vez en cuando se encontraba con uno o dos exámenes reprobados en los informes que Franky le entregaba. Apretó los labios con disimulo, en un gesto casi imperceptible que denotaba cuán gracioso le resultaba que su hija le ocultase las malas calificaciones —probablemente tirándolas en algún basurero camino a casa o haciendo que Bond las rompiese—. Era inevitable que él se enterase de dicha información. Era un espía después de todo... Y su padre. Los resultados de esos exámenes eran de vital importancia para el bien de la misión. Era simplemente imposible ocultarle algo, pero aún así le hacía gracia el intento infantil de la pequeña por evitar su enfado.
    Cuando terminó de memorizar los datos y consultar las siguientes misiones de acuerdo a los informes, se dio vuelta para devolverle los papeles a Franky. Este le devolvió una mirada de esceptisismo y supo que esta vez no estaba molesto por no pagarle sino por su charla sin concluir.
   
—Anya mejoró en sus calificaciones —comenzó—, pero no es suficiente.
   
—Vamos, Twilight —repuso—. Sabes todo el empeño que le pone la niña. Tonta o no, se esfuerza y merece una recompensa por ello.
   
—Ni siquiera lo pienses. La última vez me hiciste alquilarle un castillo —masculló. Aún recordaba el severo llamado de atención que le dieron por salirse del presupuesto—. No volveré a hacerlo.
   
—Nadie habla de alquilarle un castillo, idiota.
   
—¿Entonces qué sugieres? ¿Una isla esta vez?
   
—¿Tan poca experiencia tienes con niños? Cualquier regalo es bueno para incentivarlos.
   
—Le compro maní todo el tiempo —se defendió.
   
—Con eso no basta.
   
—¿Y qué debería darle, según tú?
   
—Hace un tiempo me comentaste que Bond rompió al agente Pingüiman, ¿recuerdas?
   
—Claro que lo recuerdo —Anya había llorado toda la tarde, era imposible olvidar esa catarsis—. ¿Por qué lo preguntas?
   
—Anya dijo que solo aceptaría a ese peluche, aunque estuviese destrozado e inservible, porque tú se lo habías dado.
   
    Loid guardó silencio incómodamente. Era cierto. Al ser padre en menos de una semana tuvo que comprar todos los insumos y decoraciones básicos para tener a un niño en casa en tiempo récord. Desde mudas de ropa, uniformes y abrigos hasta juguetes y peluches para que la niña se entretuviese mientras él se encontraba fuera. Entre esas compras aleatorias se había encontrado el gigantesco pingüino, mismo que más tarde sería bautizado como "agente Pingüiman" por su hija. Una compra que, si bien fue hecha al azar, había significado demasiado para ella.
   
—Esa niña aceptaría lo que sea que le regales y lo amaría sin importar qué. —Antes de que Loid pudiera responder, se vio obligar a añadir:— Es por eso que esta vez debes regalarle algo desde el fondo de tu corazón, algo que solo un padre podría darle a su hija.
   
—¡¿Y qué sugieres?!
   
—Tú eres el padre y el espía, deberías saberlo.
   
—Eso no es útil.
   
—Aquí el único inútil pareces ser tú. ¿Qué clase de padre no sabe lo que le gusta a su hija?
   
—¡Claro que lo sé!
   
—¿De verdad? —Protestó— Dime una sola cosa que le guste.
   
—Ma...
   
—Decir: maní, Bond o hacer desastres no cuentan como cosas que un padre sepa sobre su hija.
   
—Maldición...
   

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