Cuando pudo salir del edificio, los ángeles se encontraban ocupados en sus asuntos, volaban alrededor de los edificios dorados y no prestaban atención a nada ni nadie que se interpusiera en su camino, parecían máquinas voladoras a los que podrían lanzarles una pedrada y no sabrían quien lo habría hecho.

Se encogió de hombros y se dejó llevar por el aire, buscando la salida por donde habría entrado alguna vez. Creía haberla visto cuando se dejó caer en picada hasta el prado oscuro, repleto de flores púrpuras y vainas que no habían florecido.

En cuanto se quedó de pie, sintió un leve escozor en la planta de sus pies desnudos, le era raro utilizar las sandalias de los ángeles. Su piel se llenó de calor que se fue arrastrando por todo el cuerpo, quería rascarse, pero no podía, sus manos yacían paralizadas a sus costados y su cuerpo repleto de sensaciones que la hacían querer llorar. Pero nadie la iba a escuchar.

Intentó mover los brazos de un lado a otro con las manos empuñadas, pero el escozor creció hasta sentir como se le quemaba la piel, se mordió los labios y la inconsciencia amenazaba con derribarla y hacerla rendir hacia lo desconocido y aterrador, pero ella no deseaba eso, solo escapar. 

No podía rendirse, no debía rendirse ante aquel prado de flores que se interponía en su objetivo. No le era importante los métodos, tan solo el salir de allí. Se obligó a mover sus pies, al igual que sus piernas, a dar un paso adelante mientras sentía como las espinas se clavaban en sus dedos y en la planta de los pies, continuó aguantando y avanzando con lentitud hasta que sintió que no pudo más.

¿Sería su final? No dejaría que lo fuera. 

Soltó sus puños y la energía se esfumó rápidamente de su ser, transformada en varios tallos y un gran capullo de rosas que la recubrieron con rápidez hasta alejarla de allí. Su cuerpo presentaba diferentes heridas y ronchas que recubrían casi que cada tramo de piel, todo lo escocía.

Intentó moverse al estar protegida, pero no lo logró, no tenía forma de continuar su camino y eso de cierta forma le aterraba al no tener seguridad de lo que pudiese suceder con ella. Ya no existía en quien confiar.  

Solo tomó un momento para recuperarse, aunque fuese de manera parcial. No debía entretenerse más de la cuenta, sería perjudicial. En su mente se quedó grabado el momento en que aquel poder explotó, era una sopresa rotunda, podría protegerse de quien deseara hacerle daño, ya no habría dolor y sufrimiento, aunque se hizo visible su debilidad.

Observó sus manos al sentarse dentro del capullo de rosa, su piel continuaba roja, aún le ardía y al ver sus pies se asustó, estos estaban llenos de heridas sangrantes, a su alrededor la piel parecía purpúrea, como si estuviese afrontando un proceso de necrosis. Se concentró en mover los dedos de cada pie, le dolían, pero sintió el reflejo que hacía notar el que estos aún funcionaban, suspiró, tendría que investigar aún más.

El cansanció la venció y tuvo que dormir arropada por la flor, aún sentía el frio y la alerta recorriendo por todo su cuerpo, esperaba que nadie decidiera asomarse por el lugar o estaría obligada a destrozarlo todo.

Cuando se despertó, se halló frente a una luz blanca, fría, sentía las miradas de algunos sobre ella, pero era incapaz de verlos, decidió cambiar de posición y agazaparse poniendo su cabeza entre las piernas estando sentada. Si debía defenderse tenía que prepararse, no dejaría que nadie más la tratara como un experimento del cual jactarse o sacar información.

La luz cesó y se obligó a alzar la mirada, un par de ojos verdes sin expresión la miraron fijamente, sostuvo la mirada desafiándolo, no dejaría que nadie más la tomara bajo su ala, eran unos malditos mentirosos.

La mano del sujeto se posicionó sobre su cabeza y le acarició varios mechones que contrastaban con su mirada, plateados... Eran plateados... no tenían frente a ellos a un ángel, sino a un demonio. Bufó rabiosa, pero este no se detuvo en su caricia.

Todo por ellaWhere stories live. Discover now