Prólogo

134 18 7
                                    

Esa noche había sido linda. Sí, linda habría sido la palabra con la que la hubiera descrito, casi perfecta. Eso había sido antes de que se desatara el caos.

La gente tiene razón al decir que nunca sabemos si volveremos a casa. Esa noche lo comprobé. Había salido de mi hogar con una gran sonrisa en el rostro y el cabello negro rozándome los hombros. Sin saber que lo peor solo estaba por venir.

Me adentré en el coche, como había hecho millones de veces y me abroché el cinturón de seguridad como todos los días. En el puesto del piloto, ella estaba sonriendo cuando me dio una repasada.

—Nuevo look, ¿eh? —Ladeó la cabeza y levantó ambos pulgares en alto—. Te queda bien.

Torcí un poco el gesto, algo desanimada. Pero agradecida por sus ánimos.

—No creo que mamá piense lo mismo. —Fue lo que dije.

La miré. El cabello negro le caía por la espalda y sus ojos marrones brillaban, como dos luceros. Tenía las cejas pobladas y éstas se arrugaron al escucharme. Se giró hacia el frente y encendió el motor. Sus labios rosáceos se fruncieron en desacuerdo.

—Lo importante es que a tí te guste.

Me encogí de hombros, restándole importancia.

—Supongo.

Nunca dejaré de arrepentirme por no decir algo más. Por no hacerla reír una última vez, o por no haberla abrazado más fuerte. Esa noche me perseguirá de por vida y se adentrará en lo más profundo de mi corazón.

Y lo peor es que nunca podré cambiarlo.

—¿Adónde vamos? —pregunté.

—Hoy he decidido... —Creó misterio mientras alzaba ambas cejas en mi dirección. Rodé los ojos, aunque estaba sonriendo—, que iremos a ese parque de diversiones que tanto te gusta.

—¿En serio? Pero aún falta mucho para mi cumpleaños.

—¿Y? —cuestionó, mirándome por una milésima de segundo antes de volver a enderezarse—. Quiero consentir a mi hermana menor.

—Tu hermana menor también es Maggie —recalqué.

—Sí —concedió, encogiéndose de hombros—. Pero tú también lo eres. Lo dice la lógica.

Reí.

—Vale, está bien. Le haré caso a la lógica.

—De acuerdo. Pero primero pasaremos por un lugar a recoger algo.

—¿Qué cosa? —quise saber.

—Un paquete que me enviaron —farfulló. La taladré con la mirada para sacarle más información, pero no funcionó.

Suspiré.

—¿De quién?

—De un amigo.

—¿Un amigo? ¿Quién?

Ella rió por mi insistencia.

—Hoy andas algo preguntona, Pressley.

—Quiero saber qué amigo. Los conozco casi a todos.

—A este no —pronunció y arqueé las cejas.

Como vi que no iba a decir nada más, decidí no insistir. Le lancé una última mirada llena de reproche y me apretujé en mi asiento.

No insistí más. Si tan solo lo hubiera hecho...

—Siempre tan misteriosa, Cassie.

—Siempre tan reservada, Pressley.

Hablando con la lunaWhere stories live. Discover now