Capítulo dieciséis: Al borde de la muerte.

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El corazón se me aceleró y lo miré mientras unas lágrimas brotaron por mis mejillas.

—Podría decirte toda la noche mil veces te quiero. Podría decirlo y nunca me cansaría, pero mis te quiero van más allá. Van más allá de un cuerpo, del alma y del corazón.

Gavi sonrió.

—Gala...

—Eres mi persona favorita —le dije y vi como sus lágrimas caían al mismo tiempo que las mías —. Pero, Gavi, yo me voy a morir.

—Gala, ¿puedes parar con eso?

—Algún día lo entenderás. Y, ¿sabes una cosa? Vas a estar bien. Vas a estar muy bien. ¿Sabes por qué? Porque te vas a quedar con la satisfacción de haberme dejado volar, de quitarme las cadenas y darme las alas para hacerlo. Te quiero, Gavi.

—Gala...

—Baila conmigo, Gavi.

—¡¿Qué?!

—Que bailes conmigo y te calles —le dije y me levanté, extendiéndole la mano —. ¿Quieres bailar conmigo, Pablo Gavi?

Sonríe.

—Sería un honor —dice y se levanta.

Sus manos viajan hasta mi cintura y pongo Colors de Halsey.

Lo tomo de las manos y lo miró con una sonrisa de oreja a oreja a la misma vez que comencé a moverme, pero la risa inundó mi cuerpo y las carcajadas el ambiente, provocando que sus manos viajaran hasta mi cintura y mi mano hasta su cuello. Comenzamos a cantar mientras nos mirábamos directamente a los ojos y el sabor de sus labios se apoderaron de mí, sin ni siquiera estar besándolo.

—Estás loca —me dijo entre risas.

—¿Ahora te das cuenta? —le pregunté y giré con la ayuda de su mano.

—No —me dijo —. Me di cuenta desde que me besaste en el hospital, delante de los periodistas y quise matarte.

—¿Todavía deseas ejecutarme? —le pregunté mientras seguía moviendo nuestras manos.

—No.

—¿Entonces? —le pregunté y nos pusimos ambos serios.

Nos miramos directamente a los labios y nuestras miradas bajaban y subían desde los labios a los ojos.

—Entonces, el amor solo es una pérdida de tiempo.

—¿Soy una pérdida de tiempo, Gavi? —le pregunté y me acerqué un poco más hacia él.

—Tú jamás podrías ser una pérdida de tiempo.

—¿Entonces, Gavi?

—Entonces, me enamoré de ti —dijo y me separé de él, apartando la mirada y sentándome.

—Gala... —Levante la mano para que se callara y no siguiera hablando.

Se había enamorado. Me había enamorado de él. Nos habíamos enamorado, pero ¿y qué? ¿Cómo le hacía entender que me iba a morir? Era una realidad. Era mi maldita y única realidad.

—Es interesante, ¿no?

—¿El qué?

—Ver como me apagó lentamente y me desespero porque estoy irremediablemente enamorado de ti y tú, Gala, eres incapaz de decir algo al respecto.

Lo miré directamente a los ojos y las lágrimas brotaron por mis mejillas a la misma vez que las de él. No sabía qué decir y mucho menos que hacer al respecto, pero no podía hacer nada. No podía atarlo a mí.

Amor de contrato #1 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora