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Una leve sonrisa se posa en mis labios mientras veo el mensaje que le había enviado Mateo a Emil, avisando que había llegado

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Una leve sonrisa se posa en mis labios mientras veo el mensaje que le había enviado Mateo a Emil, avisando que había llegado. Le había dado el número de Emil porque, aunque sé a la perfección que tiene el de Celeste, no quería involucrarla más de lo necesario. Después de todo, es su primo. No quiero ponerla en ninguna situación incómoda.

—Deberías invitarlo a entrar. —Las palabras de Emil hacen que la sonrisa desaparezca de mi rostro.

—Ni loca. —Le devuelvo su celular—. Vengo en minutos.

—Ni tú te lo crees.

Me levanto de mi asiento, tratando que nadie note mi partida. Bajo de las gradas para poder dirigirme a la salida del gimnasio. El juego estaba en pleno apogeo, pero lamentablemente el chico estaba fuera de este lugar, esperando por mí. Y me provocaba más interés que la posible victoria de nuestro equipo de básquetbol.

Al salir de este recorro el estacionamiento con mis ojos. Era enorme, ¿cómo iba a encontrarlo? Debí decirle que me esperara en un lugar específico, pero es tarde para eso, no quiero volver adentro. Así que comienzo a caminar entre los autos, con la esperanza de distinguir el suyo. No es común, después de todo, y para mi suerte recuerdo a la perfección cómo luce.

—Chica Cupido —me llama alguien y miro en esa dirección.

Es él.

Mateo se encuentra moviendo su mano un poco, me imagino que es para que pueda ubicarlo entre los autos y algunas personas que, por una razón que desconozco, se encuentran en el estacionamiento. Camino para acercarme a él, no dudo en empinarme y dejar un corto beso en sus labios. Siento su mano rodear mi cintura para sostenerme y no permitir que mis labios se alejen de los suyos. Es un beso intenso y lleno de necesidad, como si tuviéramos semanas sin vernos, cuando apenas ha sido un día.

Mis brazos se rodean en su cuello para acercarlo más a mí y sentir el calor de su cuerpo. Es una tarde fría, así que si fuera por mí, me quedaría toda la tarde entre sus brazos. Al separarnos del beso, su sonrisa ilumina todo su rostro.

—Chico secuestrador —digo con una sonrisa juguetona en mis labios.

—Pasaba por aquí y dije: ¿por qué no secuestrar a una rubia preciosa?

—Ah, ¿soy la secuestrada aquí?

—Sí. —Su mano, que no había abandonado mi cintura, se mueve hacia mi espalda, dejando caricias en ella—. ¿Quieres entrar unos minutos? —Señala su auto con su cabeza.

—¿Por qué lo haría? ¿Acaso tienes comida allí?

—La verdad sí —anuncia arrugando un poco su nariz—. He comprado algo en McDonald's en el camino.

—Mentiroso. —Me separo de él.

Sé que es mentira, pero no se puede imaginar lo que me gustaría que fuera verdad. No soy la más entusiasmada a la hora de comer, pero cuando se trata de McDonald's, todo cambia.

La excepciónWhere stories live. Discover now