Susan se encarga de pagar mientras que yo termino de arreglarme, me da frío en las piernas por lo corto del vestido y me pongo el abrigo Chanel que también saque del armario de mamá junto con la...

—que traes puesto.

Susan trata de no reírse cuando me ve.

—¡Lo sé, Lo sé!—ruedo los ojos—la encontré una vez en la cabaña de Cameron, creo que era de él o Silvestre.

La risa se convierte en carcajadas que apenas logra controlar. Así de mal y ridícula debo verme, pero necesito llamar la atención de los organizadores de la subasta, y la rubia con diamantes siempre se roba las miradas.

—pues te pareces a Marilyn Monroe.
—por lo menos no me veo bulgar.

Me acomodo el tacón, le entrego mi mochila y comienzo a revisar el callejón. Percibo un diluido olor de Cameron que comienza a desvanecerse, hay mucha basura en los contenedores, por lo que es difícil oler algo más que el desagradable olor a mugre y porquería, que proviene del basurero.

Busco y busco meticulosamente algo más, pero por desgracias han pasado casi cuatro días desde que Cameron estuvo aquí, por lo que el rastro que pudieron dejar esos penitentes, perdió intensidad.

—¿nada?
—un ligero rastro del aroma característico de Cameron.
—¿blue de Chanel y pintura de óleo?
—si, algo de eso.

Desisto de seguir buscando. Según la hora que marca mi teléfono y la información que consiguió Susan, la subasta ya comenzó. Es hora de salir de aquí a impactar a los perros lame suelas entrenados para cumplir el deseo clandestino e ilegal de millonarios que se hacen llamar coleccionistas de arte.

—¿lista?

Confieso que nunca he hecho esto sin Cameron, colarme a eventos privados y clandestinos, no es fácil, tampoco te lo enseñan en la escuela ni mucho menos es bien visto por los ancianos en La Ciudadela. Aunque tampoco es mi primera vez.

Cameron como ángel, es un sargento nazi mal pagado, no me permite rendirme ni mucho menos irme por el lado fácil. Pero como cómplice y compañero de aventura, es pura mala influencia. Nadie lo sabe, pero no siempre somos los tipos buenos, rectos e intachables que debemos ser.

Para todos soy la mezcla perfecta de madame Curiel, la madre Teresa de Calcuta y Robin Hood, ayudando a todo aquel que me necesite, no me quejo porque esa Caili me gusta...en serio me gusta ayudar al prójimo.
Pero cuando se presenta la oportunidad, la Caili inmaculada se va a dormir temprano, y en su lugar queda la actriz que llevo dentro, esa que le gusta jugar con el papel de la espías súper secreta que todos aman en las películas.

—si—me acomodo el diamante de reluce en mi pecho—estoy lista.

El vecindario en el que estamos tiene bastante flujo de gente, pero esta zona en la que Susan y yo nos adentramos, en particular, se ve menos atractiva. Quizá sean los grafitis o el aspecto de barrio viejo que proyectan los negocios, que se yo.

El caso es que al ubicar la bodega donde le dijeron a Susan que supuestamente se está realizando la subasta clandestina, lo que encontramos es una cortina medio oxidada, llena de grafitis y anuncios de propaganda descoloridos por el sol, con un enorme candado en la parte baja de la esquina. El letrero arriba dice "taller D' luxe". Intercambiamos miradas, el lugar no parece ser lo que estamos buscando, ¡o sea!...es un taller viejo y obviamente fuera de servicio desde hace quién sabe cuantos años.

—¿estás segura que aquí es?

Asiente con el ceño frunció igual de confundida que yo. Es que ni siquiera hay una luz encendida afuera del negocio, y la única luz que nos sirve para detallar el viejo letrero, proviene de la pizzería de la esquina y la farola parpadeante de la acera del frente.

La rebelión de los caídos 2  El ángel de la muerteWhere stories live. Discover now