- CAPÍTULO I - EL COMIENZO

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Me desperté agitada, como llevaba haciendo ya un tiempo, siempre lo mismo. La misma pesadilla se repetía una y otra vez, solía vislumbrar ese rostro que no alcanzaba nunca a ver, pero que constantemente me pedía auxilio a gritos para que lo ayudara y lo salvara de su terrible agonía. ¿Qué podía hacer yo al respecto? Ni siquiera podía ver su cara con claridad, no sabía quién era, pensé que únicamente sería un mal sueño. Sin embargo, su dolor era tan fuerte que lo sentía como si fuera mío, sentía que estaba en la obligación de ayudarlo y que solo yo podría hacerlo. ¿Qué tonterías estaba pensando? Solamente era una mala pesadilla, o eso creía yo.

Era un día normal en The Black Tatoo Studio, el estudio de tatuajes donde trabajaba con mi mejor amiga, Alice Warner, una chica de Oregón que cruzó EE.UU. hasta Los Ángeles (California), persiguiendo su sueño de trabajar con los mejores tatuadores de América. Sí, sé que parece una locura, pero ¿qué podría decir yo si me trasladé desde Chelsea (Inglaterra) persiguiendo el mismo sueño? Ella es extrovertida, pese a mi mal humor siempre me saca una sonrisa y ve la parte positiva de todo lo malo por muy chungas que se pongan las cosas. 

Mi jefe, Mike Adams, es el mejor. No es como los demás jefes; a diferencia de la mayoría, es bastante enrollado. A pesar de que su mujer lo dejó, hace seis meses, nunca lo he visto malhumorado, aunque me consta que lo está pasando bastante mal. Él nació aquí, en Los Ángeles, y es uno de los mejores en lo suyo. De él lo aprendí todo, fue como un maestro para mí y para mis compañeros. Se hizo en la calle y empezó como grafitero con tan solo doce años de edad. Eso es digno de admirar y por ello lo respetábamos. También trabajo con Ben Evans, un chico castaño de ojos verdes, que he de decir que no está nada mal. Su sonrisa podría iluminar la noche más cerrada y oscura. Aunque solamente somos amigos, Alice piensa que está colado por mí, sin embargo, yo no opino lo mismo. ¿Por qué tendría que fijarse en mí con la cantidad de mujeres que suspiran por sus huesos? No es que yo sea un orco, siempre me he considerado del montón. Pese a que Alice piensa que soy una tía explosiva con mi metro ochenta y tres, el cabello negro rizado hasta la cintura y los ojos grises, sigo pensando que no soy para tanto.

Cuando decidí trasladarme a Los Ángeles, lo que más me costó fue dejar a mis padres atrás, ya que en cuestión de amistades andaba algo escasa. Hasta que decidieron instalarse en Chelsea, habíamos vivido en Bournemouth, Newcastle, Sheffield y Dover, con lo cual no me dio tiempo a hacer grandes amigos, al no mantenernos mucho tiempo en el mismo lugar.

Todo transcurría con normalidad, así que decidimos cogernos un descanso e ir a tomar unas cervezas, pues hasta una hora después no tendríamos más clientes que tatuar. Caminábamos por Melrose Avenue charlando, ajenas al mundo que nos rodeaba. Al alzar la vista nos dimos cuenta de la cantidad de policías que se encontraban a la salida de aquel edificio antiguo, donde vivía nuestra amiga Tina Miller, una chica a la que conocimos en nuestros comienzos como tatuadoras. Ella había sido de las primeras en venir al estudio y dejarse tatuar por unas novatas sin experiencia como éramos nosotras en aquel entonces. La conocíamos desde hacía bastante tiempo. Para nosotras era una buena amiga y nuestra mayor fan. Entre Alice y yo ya le habíamos hecho más de treinta tatuajes y por el momento no tenía pensado parar. Siempre tiene un diseño en mente. Tina es natural de Los Ángeles, es una chica preciosa de cabello rojizo y de ojos color miel que conjuntan a la perfección con el tono de su piel.

Seguimos andando, la curiosidad nos invadía, hasta que oímos a un agente comentar con otro que un joven que vivía en ese edificio había enloquecido y tenía como rehén a su pareja.

—Oye, Alice, tengo un mal presentimiento —el sudor helado me corría por la espalda y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.

—Nina, ¿crees que puede ser Tina la chica que está en peligro? Últimamente está muy rara y hace días que no contesta a nuestras llamadas. La última vez que la vimos no tenía muy buena cara, pero sí bastante prisa por desaparecer. La noté algo distante —su tono era de preocupación.

CAZADORES DE ALMAS OSCURAS - NINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora