nouveau foyer ll.

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¿cuánto tiempo había pasado? ¿dos, tres, cuatro? quizás habían sido cinco

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¿cuánto tiempo había pasado? ¿dos, tres, cuatro? quizás habían sido cinco.

ninguno de los dos tenían sueño. estaban en su propio mundo. desde estar haciendo ramen instantáneo a la 1 de la madrugada, hasta estar practicando para el examen que tendría baji la semana próxima a esa a las 3 de la madrugada.

—baji-kun.

—¿sí?

—¿entonces aceptaste vivir conmigo cuando seamos mayores?

—eso creo.

takemichi pestañeó lentamente. prendió su teléfono, observando el horario. estaban a 30 minutos de ser las 6 de la mañana.

keisuke y él estaban cabeceando a este punto, prácticamente desmayados. ambos habían trabajado bastante ese día, pero cuando estaban juntos las horas ni siquiera parecían llegar.

—¿quieres que veamos la puesta de sol? —preguntó takemichi, bostezando.

baji se vió sorprendido por unos momentos, como si todo el sueño de repente se hubiera ido.

—¡vamos rápido, antes de que se vaya la luna!

—no me tires, baji-kun, tengo sueño... —bostezó lentamente. keisuke no le hizo caso, y tomó su mano para llevarlo hacia la terraza.

hacía frío, bastante de hecho. takemichi lo sintió cuando salió bajó el cielo nocturno sin ningún abrigo encima ni medias (tenía la costumbre de quitárselas de entre casa). todo su cuerpo tembló apenas el aire hizo contacto con su piel. un cosquilleo bajó desde su cabeza hasta sus pies desnudos.

baji, sin embargo, no parecía tener frío. takemichi se preguntó entonces «¿baji-kun será tibio?».

relacionaría su idiotez con la falta de sueño y el frío tremendo quizás, o con que simplemente desde hace mucho tenía ganas de estar así junto a baji.

por eso ahora estaba sentando al lado de keisuke, con la cabeza en el pecho del azabache, y con el brazo del mismo pasando sobre sus hombros. sí, baji era tibio.

la mano sobrante de baji tocaban de vez en cuando sus mejillas, para pasar un poco de calor corporal.

—takemichi...

la voz de keisuke se escuchaba lejana. estaba cayendo en un abismo de sueños y de verdad no quería despertar. sentía que aquella noche tendría un sueño increíblemente dulce.

—me gustas...

sí, un sueño tan dulce como baji declarándose.

aunque bueno, su sueño no debía incluir a baji moviéndolo de un lado a otro como si fuera un muñeco.

—¡no te duermas, idiota, acabo de declararme!

—no fue... un sueño...

cómo arte de magia, todas las ganas de dormir desaparecieron.

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