39. The last letter

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Las puertas se cierran detrás de mí.

《●》

2 meses después

En un mes volveré a casa, a la verdadera. Los dos meses que llevo aquí se han pasado como si el tiempo hubiese estado en una competencia contra reloj para ganar el premio de quién come más hot dogs en 10 segundos. El tiempo ganó, aunque en cuentas claras, ¿Existe algo capaz de ir dos pasos delante del tiempo? Y Como la respuesta es no, puedo decir que estos veloces dos meses estuvieron llenos de altos y bajos...ha sido una experiencia incomparable.

Para empezar, el lugar en toda su composición era un hospital psiquiátrico de película, y no precisamente de terror. Desde el techo hasta las paredes y el suelo era todo blanco como tiza para pizarrón, habían muchas plantas, cuadros abstractos, comedores con estilo preparatoria, baños pulcros y todo tipo de salas de entretenimiento...era casi un campamento. Mi sala favorita era la inmensa biblioteca, donde me obligaron a leer algo más que Dulces Mentiras. También amaba el patio y la sala de dibujos, (insisto, hay muchas salas) pero mi habitación era casi el paraíso, a pesar de que sólo poseía una cama, un armario y una mesa de noche. Eran las dos chicas con las que comparto habitación lo que volvían la estadía un paraíso. Gia y Ana. Chicas increíbles con fuertes historias de vida que están conmigo desde mi primer día en el...vamos a llamarlo campamento. Gia lleva dos meses en el campamento debido a los problemas que desarrolló por las golpizas de su padrastro, y Ana lleva cinco meses por sus problemas para dormir: fue violada. Tiene pesadillas con eso cada día.

Ahora, las tres luchamos juntas para sobrellevar el lado oscuro del campamento, porque si, hasta lo lindo tiene sus jodidos detallitos. En primer lugar tenemos el área de castigos, donde te aíslan por completo un día entero por romper las reglas o intentar suicidarte, luego están esas pastillas que nos obligan a tomar, esas que me hacen sentir tan atolondrada por las noches y me complican escribir las cartas para Edmund, y también tenemos la falta de tecnología. Sólo hay un televisor ubicado en la sala principal de reuniones. Preferí alejarme por completo de ese televisor del demonio. ¿Se imaginan a más de cincuenta chicas peleando entre ver Crepúsculo o Diario de Vampiros? Para mí viene siendo casi lo mismo, pero nunca lo diré en voz alta en este campamento.

Admito que habían días escalofriantes. La primera vez que vi a una chica cortarse las muñecas en pleno almuerzo tuve una crisis nerviosa. Ni los consejos de Gia y Ana pidieron calmarme. Nada lo hizo hasta que recibí una carta de Edmund a primera hora del día siguiente. Fue una carta muy corta, muy Edmund. Simplemente decía:

Mientras veía al Pavo Culón ayer por la noche, pensé con alegría que el culo de mi novia no se compara ni con las estrellas.

Me hizo reír, llorar, y volver a reír. Lo extraño. Edmund es más efectivo que la medicina, si señor.

Cada semana era un desafío. El horario que debía cumplir me parecía tan efectivo como agotador. Las sesiones grupales e individuales, las terapias, las charlas, las reuniones con el grupo de literatura en el que me inscribí, las medicinas, las reglas, horas estrictas para levantarse y dormir...

Creo que ahora le llamaremos a este lugar campamento militar.

Gracias al cielo, los jueves mis padres y Jonah me visitaban, también recibía cartas de todos los chicos, incluso del perezoso Will que juró no escribirme por su fobia a tocar un lápiz, y me gustaba saber que cada uno de ellos a cumplido sus metas en estos fugaces dos meses. Tai volvió a Corea con su padre para inaugurar su nueva compañía de alimentos, y por supuesto se llevó a Vivien con él, la cuál fue aceptada en una universidad para estudiar diseño gráfico. Grité de emoción cuando me enteré que viven juntos, y sólo espero que de llegar a casarse pueda ser la madrina; Will se adentró en el mundo de los tatuajes, está perfeccionando sus diseños y con ayuda de Tai logró abrir una pequeña tienda de tatuajes en Chicago. Me dijo que tomó la desición de no estudiar ninguna carrera universitaria porque simplemente estudiar nunca fue lo suyo, y en cuanto a Cassie está haciendo un curso de maquillaje profesional también en Chicago. Bella se mudó a Los Angeles para perseguir la carrera de modelaje que tanto soñó, y Brad...bueno, Brad se convirtió en el fotógrafo de Bella.

Más allá de este mundo (Libro I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora