Sentí algo extraño, como si estuviera liberando mi dolor, y entonces, me lastimé dos veces más.

Cada vez que me obligaban a hacer algo, o pasaba una situación que me angustiaba, recurría al objeto punzante. Hasta que Rebeca me alejó de todos los filos e intentó evitar situaciones horribles.

Mi padre se había dado cuenta de que ella me ocultaba en su habitación para que no sufriera, y entonces nos alejó un tiempo.

Pero a mis trece años, fue cuando le hizo creer a mi padre que yo le encantaba y que quería darme placer. Cuando, en realidad, nos tumbábamos en su cama a inventar historias, canciones y a soñar con una vida lejos del burdel.

Abro los ojos y veo que Rocket está sentado en la cama, me observa con tanto amor que olvidó todo lo que estaba pensando.

-¿Sabes qué? -mueve su cola cuando le hablo-. Siempre quise un perro que me mirara como tú lo estás haciendo ahora. ¿Acaso no tuvimos mucha suerte de habernos cruzado?

Me responde con un ladrido y luego besa todo mi rostro.


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Estoy en el trabajo, con todo listo y ordenado para empezar el turno. Justo a tiempo para el horario de ingreso de Alana.

Y cuando las agujas del reloj marcan la hora de su entrada, veo que no llega sola, sino que está acompañada por sus tres amigos.

En cuanto sus ojos me encuentran, se disculpa con un gesto juntando sus manos, y yo le respondo con una media sonrisa.

-Perdón, les dije que no hicieran esto. -Dice en cuanto cruza la puerta de entrada.

-¡Hola! -una chica de gafas negras se pone delante de Alana, dejándola atrás, con las manos cubriendo su rostro-. Soy Anna.

-Y yo George.

-Y yo Colleen. Y juntos somos...

-¡Los amigos de Alana! -. Completa Anna, elevando sus brazos.

-En realidad, nuestra pandilla tiene nombre, pero tendríamos que asesinarte si lo compartimos -me informa George.

-Bueno, ya, ¿se pueden ir? -. Alana se ubica delante de mí, como si me estuviera protegiendo de sus amigos. Aunque eso está haciendo-. Sepan que, en estos momentos, los estoy odiando como nunca antes -voltea-. En verdad lo lamento, Conrad.

Frunzo el ceño.

-Tranquila, todo está bien -le sonrío para darle seguridad-. En serio.

Alana suspira y asiente.

-¿Ya ves? Todo está bien. Ahora, hazte a un lado.

Colleen empuja a Alana, quien se queja y los insulta. Eso me hace reír.

Sí, me estoy riendo frente a tres desconocidos. Eso es nuevo.

-Vaya... -Colleen estudia mi rostro y luego observa a Alana-. Bien, amiga -mueve sus cejas.

Cuando pase la tormenta Where stories live. Discover now