— Lo que realmente queríamos saber, Profesor Black, es si ¿alguien más, por alguna razón, ha sacado la espada? ¿Tal vez se la llevaron para limpiarla o... o algo.

Phineas Nigellus hizo una pausa en los forcejeos con que intentaba liberarse los ojos y se rió disimuladamente.

— Nacidos de muggles —dijo—. Las armas de hechura Goblin no necesitan limpieza, ingenua niña. La plata Duende repele el polvo mundano, absorbiendo solamente aquello que la fortalece.

— No llame ingenua a Hermione. — fruncí el ceño—. Solo yo puedo insultarla.

— Me estoy cansando de que me contradigan. —dijo Phineas Nigellus—. ¿Tal vez sea hora de que regrese a la oficina del Director?

Aún vendado, comenzó a andar a tientas por el borde del marco, tratando de tantear su camino fuera de esta pintura y de regreso a la que estaba en Hogwarts. Harry al parecer tuvo una súbita inspiración.

—¡Dumbledore! ¿Puede traernos a Dumbledore?

— ¿Perdón? —preguntó Phineas Nigellus.

— El retrato del Profesor Dumbledore... no podría traerlo con usted, aquí, a su propio retrato.

Phineas Nigellus volvió el rostro en dirección a la voz de Harry.

— Evidentemente no solamente los nacidos de muggles son ignorantes, Potter. Los retratos de Hogwarts pueden comunicarse entre ellos, pero no pueden viajar fuera del castillo excepto para visitar pinturas de si mismos colgadas en otros lugares. Dumbledore no puede venir conmigo aquí, y después del tratamiento que he recibido en sus manos. ¡Les aseguro que no regresaré a visitarles!

Phineas redoblaba sus esfuerzos para dejar el marco, sin embargo yo lo sacudí un poco para que se desorientara aun más.

— Profesor Black —dijo Hermione—. ¿No podría decirnos, por favor, cuando fue la última vez que la espada fue sacada de la vitrina? ¿Me refiero a antes de que Ginny la tomara?

Phineas bufó impacientemente.

— Creo que la última vez que vi la espada de Gryffindor fuera de la vitrina fue cuando el Profesor Dumbledore la usó para abrir un anillo de un golpe.

Me di la vuelta para ver a Harry, manteniendo una conversación en silencio.

— Bien, buenas noches tengan ustedes. —dijo algo gruñón, y empezó a apartarse de la vista otra vez. Solo el borde de su sombrero de ala quedaba a la vista cuando Harry dio un inesperado grito.

— ¡Espere! ¿Le contó a Snape que había visto eso?

Phineas Nigellus metió la vendada cabeza nuevamente dentro del cuadro.

— El Profesor Snape tiene cosas más importantes en su mente que las muchas excentricidades de Albus Dumbledore. ¡Adiós, Potter!

Y diciendo esto, se desvaneció por completo, dejando detrás de él nada más que el sombrío telón de fondo.

— ¡Harry! —gritó Hermione haciéndome dar un saltito.

— Dioses santos, esta si que es gritona— Morgana se masajeó las sienes.

— ¡Lo sé! —gritó Harry. Caminó a zancadas por la tienda, de arriba abajo mientras Hermione comprimía el retrato de Phineas Nigellus metiéndolo nuevamente dentro del bolso bordado; cuando hubo cerrado el cierre tiró el bolso de vuelta a un lado y levanto la cara brillante hacia Harry. Entendía su entusiasmo, pero lo que faltaba era siquiera una pista del paradero de la espada.

— ¡La espada puede destruir Horrocruxes! Las hojas fabricadas por los duendes absorben solo aquello que las fortalece... ¡Harry esa espada esta impregnada con veneno de basilisco!

Laila Scamander Y Las Reliquias De La MuerteWhere stories live. Discover now