Capitulo 2

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ROSE miraba a ese bello hombre que parecía haber caído del cielo y por más que trataba de recordar, su mente no le daba. La enfermera Emily se dio cuenta de su perturbación y le dijo:
—Señora, descanse un poco más, tal vez es lo que necesita para acordarse bien de lo que les pasó, le aplicaré un sedante para que descanse al igual que su marido —ella solo la miró y asintió.
Gerard recibió una llamada de los guardaespaldas de Wiley, quienes le informaron que había tenido un accidente. Primero lo habían perdido de vista, luego miraron el carro arder en llamas.
—¿Preguntaron a la gente de ahí?
—Nos dijeron que llevaron a una pareja al hospital, parece que se salvaron.
El pelinegro, de inmediato, se dejó ir al hospital sumamente angustiado, pensó que la mujer que iba con Wiley era Sophia.
En el instante en que llegó a informarse, le notificaron que recién trajeron a una pareja de esposos, quienes se encuentran dormidos, pero no tenían los nombres de dicha pareja. Gerard contestó:
—Sé que es mi muchacho, sus guardaespaldas me avisaron que es el coche de él.
—Siendo así, entonces, sígame —le indicó la enfermera para guiarlo al cuarto donde se encontraban; al entrar, miró que era Wiley Angust y al divisar la otra cama, se dio cuenta de que no era Sophia, era otra chica.
<<¿Qué pasó aquí?>> —se cuestionó.
—Avisaré al doctor que ya aparecieron los familiares, con su permiso.
En eso la rubia abrió sus hermosas esmeraldas, viendo al pelinegro y al rubio, su mente empezó a recordar lo sucedido, tocándose las sienes.
—Me  duele mucho la cabeza.
—Señorita, acabo de llegar, ¿usted conoce a mi muchacho?
—¿Cómo? —inquirió la rubia.
—¿Que si usted conoce a Wiley?
—Oh, no, disculpe, yo no lo conozco. Lo siento, yo estaba caminando cuando escuché rechinar las llantas de un auto. Al notar como se volcaba, me dejé ir. Sin pensarlo lo ayudé; pero no reaccionaba y fue entonces que no sé cómo lo saqué, pues es muy grande. Sin embargo, lo logré salvar, de pronto algo estalló y ya no supe de mí hasta hace rato que desperté, pero no recordaba lo sucedido y creo que me confundieron con su esposa —explicó un poco desorientada.
—Señorita, disculpe, ¿cuál es su nombre?
—Mi nombre es Dulce Rose y soy enfermera pero ahora no sé qué voy hacer, discúlpeme —empezó a llorar.
—Señorita Rose, disculpe mi atrevimiento, veo que usted tiene un gran problema, por favor confíe en mí, a lo mejor yo puedo ayudarla. Yo, en verdad, estoy muy agradecido con usted por salvar la vida de mi muchacho. Si usted no lo hubiese sacado del auto, él no estaría aquí. Por favor cuente conmigo para lo que necesite, dígame, cuénteme por favor, hable conmigo.
La rubia tenía miedo; pero ese hombre le daba confianza, así que decidió narrarle lo sucedido.
Gerard no podía creer lo que oía, resolvió que la ayudaría y le pidió que por favor aceptara, pues lo hacía también por haber salvado la vida de su chico. 
Cuando se percataron de que Wiley despertaba, Gerard se acercó a él y le interrogó:
—¿Cómo te sientes, cómo estás?
El rubio lo miró desconcertado:
—¿Wiley, quién es Wiley y quién es usted? No lo recuerdo.
Gerard solo volteó a observar a la rubia con ojos de preocupación.
—Por favor, señor, dígame, ¿quién es usted? ¿Acaso es algo mío?
En ese momento, entró Emily (la enfermera) y el pelinegro le dijo:
—Señorita, por favor llame al médico, no recuerda ¿quién es?
No obstante, se escuchó la voz del doctor Henry, el cual le explicó:
—Señor, lo que tiene el joven aquí es amnesia temporal. Acabé de mirar los exámenes que se le hicieron y me percaté que al momento de la colisión, recibió un golpe muy fuerte en la cabeza y es lo que le provocó la amnesia.
El rubio se agarró las sienes, quejándose de que le dolían. Rápidamente, el médico le puso un calmante, volviéndolo a dormir.
—Doctor, ¿qué podemos hacer al respecto?
—Solo esperar, será mejor que se lo lleven a su casa, podrá irse familiarizando con los que viven a su alrededor, ayudándole así a recordar poco a poco. Puede contratar una enfermera para que le dé sus medicamentos; por un tiempo los necesitará, así como ahorita, lo siento.
Gerard, sin titubear, le preguntó a Dulce Rose:
—¿Podrías ser tú la enfermera?
—Claro con mucho gusto.
—Gracias, bien doctor, nos lo llevaremos una vez despierte.
—Muy bien, lo siento; pero no puedo hacer más.
—Está bien doctor, yo entiendo.
—Dulce Rose, ¿podría pedirte un favor más? Este será muy grande por favor se lo ruego.
—Me asusta, ¿qué es lo que necesita de mí?
—La confundieron con su esposa, quiero proponerle que siga fingiendo que lo es.
—¡¿Cómo?!
—Perdón, ni siquiera le pregunté si usted está comprometida.
—Oh, no, ni siquiera novio he tenido en mi vida.
—Por Favor, se lo ruego. Después de instalarnos en la mansión, le explicaré bien: ¿por qué quiero que siga haciéndose pasar por la esposa de mi muchacho? Por favor ayúdenme.
Ella lo meditó, no tenía nada en la vida de todas maneras, así que no lo pensó más y dijo:
—Está bien, acepto.
Wiley Anderson al despertar estaba un poco más calmado. Gerard habló con él y le contó que la rubia es su esposa; por tanto, se irían a la mansión a instalarse, pues ella lo cuidaría porque también es enfermera, nada más que él no lo recordaba. La miró de reojo un poco confundido. Pensó que era una dama sumamente hermosa, que tuvo un gusto exquisito en haberla escogido como mujer.
Se notaba que era una persona muy noble y dulce; así que no se opuso, simplemente, aceptó y se dirigieron a la mansión en el carro. Gerard manejaba.
Ellos iban atrás sentados uno al lado del otro, la rubia iba sumamente nerviosa. Cuando sintió que le agarraron la mano, se sobresaltó; pero solo, lo volteó a ver a los ojos y, en ese momento, se quedaron mirando intensamente, ni cuenta se dio de que él se recostó en sus piernas.
Le acariciaba sus cortos cabellos; mientras él cerraba sus bellos ojos, sintiendo la calidez de sus pequeñas manos.
Gerard solo miraba por el retrovisor del espejo, notando que los chicos empezaban a conocerse, curvó sus labios pensando que había hecho la mejor decisión para su muchacho. 

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