La basura se aplasta sola.

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— ¿Podré salir hoy Camí?

— Lo dudo. Respondió secamente mientras chupaba el dedo con el que daría vuelta la página del diario.

— ¿Seguro Camí?. El tembleque de mi voz me dio asco.

— No —Una pausa, sus ojos oscuros estaban sobre mí, eran helados y solo pude desviar la mirada— Si estuviera seguro te hubiese respondido directamente.

Apoyé la frente en los barrotes, cansado, hacía mucho tiempo que no salía. No recordaba cuánto, es tan fácil perder la noción del tiempo.

Intenté girar la cabeza entre los barrotes para cambiar este paisaje de medios grises, y ver el pasillo. Era un intento un poco inútil porque el espacio entre las barras era casi demasiado angosto, por lo que, debía torcer la cabeza mientras empujaba con las piernas para lograrlo. Solo había podido hacerlo unas pocas veces y las consecuencias habían sido un dolor de cabeza y un fuerte mareo. Sin embargo, si pudiera hacerlo cambiaría mi entorno de una manera innovadora.

El pasillo tiene mucha más iluminación que mi lugar, hay lámparas que derraman una fuerte luz ,y ,pegadas al techo, un buen número de pequeñas ventanitas. Esta conjunción arroja un sinfín de sombras sobre Camí que parece nunca percibirlas. No hace mucho pase una tarde entera observando como las sombras cambian la expresión del sereno; concentrado triste esforzado hambriento somnoliento... Uno encuentra actividades extrañas en el encierro.

No puedo saberlo con seguridad pero creo que uno de mis vecinos golpea la cabeza contra la pared para conciliar el sueño. Siempre ocurre a la misma hora y es el mismo sonido, el mismo patrón; cuatro golpes secos una pausa, luego cuatro más, después (casi siempre) le sobreviene un sonido de algo cayendo contra el suelo, después, silencio. A veces se estanca tan pesado que Camí deja su periódico a un lado para, con pasos perezosos, acercarse a la habitación contigua a chequear si está todo bien. Varias veces intenté sacarle una confirmación acerca de los golpes pero Camí es estoico, nunca habla y pocas veces responde. En el pasillo debe reinar un rumor de silencio para que pueda leer su diario.

Si pudiera acercarme un poco más a los barrotes, si empujase un poco más fuerte quizás llegaría a verlo ... — Eh, basta. Esos barrotes son de hierro, no vas a doblarlos.

Con reticencia y despacio, me alejo. No sé si pueda soportar mucho tiempo hoy.

Tengo una pequeña ventana. A veces me acerco cuando no puedo distraerme con nada. Puedo cubrir el espacio hasta ella con 4 pasos largos. Mirándola es más parecida a un tragaluz, pero aun así puedo ver una porción del cielo, y allí, el sol. No deberíamos ser capaces de verlo. Hay algunas nubes de un opaco gris, densas y copiosas pero los rayos de luz logran abrirse paso a través y por ello el sol resplandece. No, no resplandece, refulge. Las nubes arden por imposición de su luz. Arden, a pesar de todo, a pesar de la claraboya, a pesar del encierro. Su existencia es tortura, casi escucho a las nubes reír y deleitarse con el sonido del sol. Puedo atisbar cómo bailan entre ellas, con la luz calentándolas e incitando a moverse. Muerdo mis dientes de envidia, mis nudillos están blancos de odio y resentimiento ¿Por qué la ventana?¿Por qué estoy aquí?.

Me alejo para recostarme contra una de las paredes, está helada, aprieto mis rodillas contra el pecho y hundo mi cabeza.

Un escalofrío me recorre la espalda, pero aun así no me muevo, no puedo. Una briza que me recuerda una tundra helada me eriza el cuerpo entero, pero aun así no me muevo. No puedo moverme porque el movimiento es memoria, es contexto. Tengo que mantenerme quieto la mayor parte del tiempo, seguramente si lo logro voy a levantarme y ya será tiempo de salir. Es solo una cuestión de concentración.

El problema es evitar el mareo que traen las lágrimas mientras todas las cosas se solapan en lo que parece un instante absoluto y eterno, por fuera del tiempo. Allí perdido, mientras la realidad se condensa a mi alrededor, con los dientes castañeando caí en el más abominable de todos los actos, recordé.

Gemidos al alba. Son un reflejo fatuo horripilante y amortiguado de lo que podría haber sido. ¿Estaba soñando? Me quito las manos de la cara y busco a Camí pero aún la escucho; de pie en el pequeño lavabo intento aclararme y aun así siento su respiración. Intento tranquilizarme pero veo su cara, su transpiración y sus deliciosas líneas y contra líneas.

También lo veo a él aunque es solo un atisbo, un contorno.

Camino por la habitación intentando no ser absorbido pero está aquí, todo está aquí y aun la busco. Donde miro ella es, ocupando el mismo lugar que la realidad; el tiempo, la luz del sol o el beso del frío. Recorro la celda infinitas veces, ahora buscándola con hambre intentando perpetuarla. Quiero que me vea y sonría, esa sonrisa tan amable, tan blanca y perfecta trae más lágrimas que me estrujan el corazón con una fuerza abismal. Ya no me importa, quiero verla y quiero que sonría. Pero ella no responde ¿Cómo podría? si apenas la veo un instante. Su imagen es distinta a todo lo que me rodea, está desdibujada, como si la poca luz que entra por la habitación quisiera borrarla y así arrojase el reflejo de un espejo anodino y viejo, multiplicando sus límites pero no su esencia. Ella. Creo que tengo su nombre en la punta de la lengua. Podría gritarlo y acudiría, sé que lo haría, pero mientras lo intento mientras busco con un esfuerzo que me seca la boca, un sudor helado arrecia cada vez más desde lo profundo de lo irremediablemente reprimido. Descubro por vez infinita que estoy mirando por la cerradura del mundo, hurgando entre el tejido de la realidad. Recordando algo que pasó y que jamás volverá a ser, ella no puede verme porque no está, estoy solo y es mi culpa.

La cabeza me duele horriblemente ¿Qué pasó? No recuerdo haber escuchado los golpes de hoy ni tampoco los de ayer. Intento recordar qué días es pero un mareo disfrazado de terremoto me obliga a sentarme. Debo haber estado apretando la cabeza contra los barrotes, no estoy muy lejos quizás dos pasos. Por eso me cuesta trabajo recordar los detalles, pero no debe haber sido mucho desde la última vez que salí, si no lo recordaría, recordaría.

Estando sentado y quieto el mundo se percibe distinto, avanza a doble velocidad, creo que tiene que ver con la velocidad que uno piensa. Cuando enderezo el cuello produce un sonido horrible, al igual que mi espalda y mis rodillas, la pared está helada, siempre está helada.

Al acercarme a los barrotes todavía me tiemblan las manos, veo a Castelo sentado en la silla. Él nunca lee diarios, prefiere pasar el tiempo haciendo crucigramas o jugando sudoku.

— Hola Castelo ¿sabes si podré salir hoy?

— No sabría decirte. Vos sabes como es.

Castelo nunca me mira, pero suele ser mucho más dado a la charla que Camí, y siempre puedo tomar más riesgo.

— ¿Y qué dice tu intuición?. Le sonrío aunque se que no va a mirar.

— Lo dudo mucho. 

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⏰ Last updated: Apr 08, 2022 ⏰

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