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encargó un arreglo floral. no estaba triste. cuando el banquete de flores llegó a la puerta de su casa, lo miró para verificar que la tarjetita pequeña tuviera una caligrafía bonita y así fue. "espero que puedas descansar." bajó las escaleras del sótano rápido y prendió la luz. el ese olor pesado a polvo iba a seguir por mucho tiempo.

alex estaba harto de ver hombres entrar y salir de su casa. se tardaron dos días en amoblar la nueva casa. estaba pensada para cinco personas, y ellos eran apenas tres. estaba tirado en la cama, solo. sus papás trabajaban todo el día y llegaban lo bastante tarde como para no alcanzar a verlos. las primeras noches habría aprovechado de dar unas vueltas de madrugada en su bicicleta por el barrio y volver para bañarse antes de entrar al colegio.
estaba en la época de la vida donde todo es fácil y liviano.
tenía las convers rojas sobre el cobertor de la cama como su madre odiaba que hiciera, jugaba con el lápiz en sus dedos y el cuaderno apoyado en sus piernas. estaba pensando que escribir para su clase analítica de lengua. una televisión cuadrada y ancha sonaba fuerte en la habitación, prestaba más atención a ello que a su responsabilidad. ¿en serio habían quemado un colegio para no tener clases? le parecía terrible. o no tanto, deseaba no tener más clases.
cuando dejó de llover se sentó para mirar por la ventana. sus vecinos eran muy sociales entre ellos, parecía que se juntaban todos los días como si vivieran en un tipo de club social. abrió la delgada ventana cuadrada hacia arriba y sacó de su cajetilla un cigarro. lo prendió con ansiedad, su mamá no lo dejaba fumar en la casa y el patio era muy frío.
sintió la puerta de la calle cerrarse con fuerza.

—¿mamá? —se quedó estático pensando si apagar su cigarro o no. —¿saliste antes?

nada daba señal de que alguien estuviera ahí. bajó de medias blancas, fumando su marlboro, lento para no resbalarse en los escalones de madera bien encerados. todo estaba normal y las ventanas no hacían corriente ya que no había ninguna abierta. se dio un paseo por la casa como vigilando todo.
terminó en la cocina para agarrar un vaso y llenarlo con ese jugo de naranja al que estaba obligado a tomar. odiaba las vitaminas y todo ese problema que tenía.
la televisión se había apagado de un segundo a otro. alex se acercó a los interruptores de la luz en la cocina y efectivamente estos no funcionaban. la lluvia desastrosa había cortado la luz en el sector. aun era temprano, abrió las cortinas para aprovechar la luz natural. mientras daba la espalda a la sala sintió como si hubieran acariciado su pelo. soltó el vaso y se sobresaltó un poco al quebrarlo.

—mierda.

el picaporte de la puerta jugaba de arriba a abajo. lento y crujiente se escucharon unos pasos dirigiéndose al sótano. le llamó su atención que las luces de la sala de estar funcionaban, osea solo se había producido un corte en los cables de la cocina.
sin miedo, solo con frío en la planta de sus pies bajó con sus calcetines suaves hasta llegar a la habitación.
era todo de cemento. frívolo y gris. unos estantes sin nada y en la pared al fondo un grabado sobresaliente. era una lápida. no sintió ni siquiera ganas de voltear a mirar. sentía que le observaban y estaba jodido. 1934.
había sido hace mucho. habían flores secas como muestra de cariño al fallecido. estaba todo sucio. de pronto se compadeció.

fue a buscar una escoba, esponja y un bol con mezcla de agua y jaboncillo para limpiar la lápida. pensaba en la muerte. ¿sería muy doloroso morir? ¿de qué habrá muerto esta persona? ¿y cómo? callado mientras le sacaba la suciedad a el memorial, desbloqueó su celular. no había señal.
se paró en el marco de la puerta de calle fumando mientras llamaba a una funeraria.

encargó un arreglo floral. no estaba triste. cuando el banquete de flores llegó a la puerta de su casa, lo miró para verificar que la tarjetita pequeña tuviera una caligrafía bonita y así fue. "espero que puedas descansar." bajó las escaleras del sótano rápido y prendió la luz. el ese olor pesado a polvo iba a seguir por mucho tiempo.

julian fernando casablancas
23/8/1934 – 1/1/1955

—espero que puedas irte con tus seres queridos —leyó el nombre otra vez—, julian.


—alex pásame la lechuga, por favor. —le pidió cariñosamente su madre revolviendo la copa de vino.

el adolescente se la pasó. tenía cara de cansado.

—seguirás tocando con los chicos, ¿verdad?

—papá. —tiró el tenedor en su plato. —lo dudo mucho estando a 320 kilómetros de ellos.

—oh david, ¿por qué sacas ese tema? —regañó a su marido.

tocaron el timbre que tenía ese tono nostálgico y vintage. recordó que sus padres comentaron al sentarse en la mesa que los vecinos vendrían a darles una charla de bienvenida, esperaba que fuera más tarde.

—yo iré david. —dijo de mala gana el hijo de la familia.

un chico de un metro ochenta estaba apoyado con cara de desinterés, pero eso cambió al abrirle la puerta. una sonrisa vaga se coló en su cara.

—buenas noches. —saludó él primero.

—hola. —lanzó alex mirando como este vestía, de una manera casual pero llamativa.

—¿son los turner? escuché que había un chico joven aquí y no pude evitar venir. —sacó una caja del bolsillo. —¿un cigarro?

alex lo aceptó con impulso, no fumaba mucho pero para una conversación era un instrumento muy estimulante.

—llegamos el lunes. —prendió su cigarro con el encendedor de su vecino. —¿hace cuanto estás aquí?

—nací y crecí aquí. —soltó su humo. —espero un día irme. quiero dedicarme a la música.

—yo también toco. —alex sintió un calor en el pecho, como que era el amigo que le hacía falta. —mi guitarra se descompuso. se dañaron las perillas.

—tráela. la arreglo en dos días. —dijo apoyándose con su mano en el marco.

alex lo miraba hacia arriba, le sonrió. corrió hasta su cuarto para traerla. al llegar abajo no había nada que lucir, el chico se había ido. a la vez, un grupo de vecinos totalmente desconocidos se abalanzaban hacia su puerta para darles la bienvenida al lugar.
miró por todos lados, cuando lo encontrara le exigiría la mantención a su squier.

estuvo acodado en la mesa escuchando risas estruendosas y feas, mientras comían un kuchen de manzana. alexander no podía mantener sus ojos abiertos. a las una de la mañana subió a su cuarto y se acostó perdiéndose en el sueño que no había podido conciliar la noche anterior.

alex y julian. gay.Where stories live. Discover now