Parte 6 plan de contingencia

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<<Me duele ser yo quien les oculte la verdad, pero prefiero verlos separados, a que pasen el resto de su existencia en el exilio>>

—tienen suerte—da otro sorbo—todavía hay mucho que hacer aquí.
—la mayoría de los sitios ya están avisados, ahora es cuestión de esperar.
—lo peor que me pueden hacer es ponerme a esperar.
—creí que lo peor que te podía pasar era que te obliguen a ir a una cita doble.
—ya vas a joder con lo mismo— se levanta—supéralo que eso ni siquiera fue una cita.

Me doblo de risa al recordar la vez en que Silvestre le pidió de favor que lo acompañara a una cita doble, por aquellos días mi amigo trataba de iniciar una relación con una agente de bienes raíces que conoció en Miami.

—jamás olvidaré como te veías en ese vestido entallado—me golpea la cabeza—¿nadie te ha dicho que tienes una pierna preciosas?.
—cierra el pico que conmigo no funcionan tus patéticas tácticas de seducción.
—¿como que patéticas?—me levanto siguiéndola hacia la enorme mesa de la biblioteca donde nos instalamos—si yo transpiro sensualidad por cada poro de este cuerpo moreno esculpido con devoción, nadie es inmune a mi.
—no seas rídiculo y pásame el cargador que deje ahí.

Tomo el cable blanco que señala el cual conecta a la corriente de energía poniendo a cargar su teléfono. Revisa los mensajes y se lo quito de las manos poniendo pantalla abajo para que deje de acosar a Freya por mensaje.

—ya vendrá—le hago saber—una llamada perdida no es el fin del mundo.

Veo a Caili bajar las escaleras cargando libros pesados, sigue muy decaída por lo que dejo a Leila para ir ayudarla.

—dieciséis—dice la caída—no es una...han sido 16.

La cifra me hace detenerme viendo el contexto con otros ojos, Freya no es de las que evita a propósito a los demás, y mucho menos a Leila sabiendo cómo es. pero tengo la esperanza de que halla una explicación para su falta de contacto que probablemente nos compartirá cuando aparezca por aquí.

—estará bien—aseguro alzando el hombro—es Freya de quien hablamos.

La idea la apacigua un poco haciendo que deje el teléfono y tome uno de los mapas que Steven ha proporcionado con los sitios de refugio. Me apresuro alcanzar a Caili cuando se dirige a una de las mesas desocupadas, se deja caer en una silla soltando un resoplido que le quita el mechón de cabello del rostro.

—de que sirve tener la colección más extensa de libros sobre cualquier tema—se queja—si en ninguno existe un registro de los profetas de este siglo.

Se adueña de mi tasa de café la cual vuelvo a recuperar antes de que le de un sorbo, se la cambio por la barra de cereal que me dio Eva al salir de la habitación, misma que he mantenido en el bolsillo.

—no más cafeína para usted señorita—le ofrezco la barra—come un poco.
—no tengo hambre—hace un puchero pero igual me arrebata la barra dándole un mordisco enfurruñada— esto es una mierda.
—pero tiene frutos rojos—reviso la envoltura de la barra—son tus favoritas.
—esto no tonto—le saco una sonrisa—me refiero a esto.

Se endereza en la silla haciéndome espacio para que me siente a su lado. Saca el cuaderno que ha mantenido con ella desde que convocamos esta reunión, ha estado escribiendo mucho desde que llegamos del bosque.

—¿me escribiste un poema?—cuestiono coqueto—es muy lindo de tu parte pero ya sabes lo que pienso sobre mezclar negocios con placer. 
—ni que tuvieras tanta suerte—frunce la nariz—además no estas tan bueno.
—me caigo de bueno y lo sabes.
—lo que digas.

Procede abrir el cuaderno mostrándome una lista de pendientes que no tiene que ver precisamente con el plan de contingencia.

—¿que tienes aquí?
—quiero hacer esto antes de meternos de lleno con esto otro.
—lista personal: —leo para los dos—investigar la causa de muerte de Bruce, localizar el cuerpo de Luna Welch, resguardar a Kurth, proteger a mis padres, buscar profetas....¿profetas? Para que necesitas uno y de donde sacarás el cuerpo de esa mujer?.

La rebelión de los caídos 2  El ángel de la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora