Nuestra palabra clave es Cripto (Cap. 8)

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Me río en voz alta de mi último pensamiento y me doy cuenta de que la chica de hace un momento me mira como si estuviera algo loco. ¡Para locura la de la gestora, joder! Cuando vi su foto en mi móvil me esperaba una chica creída, fría, superficial, aburrida, fácil de leer... lo que suelen ser la mayoría de chicas guapas, vaya... Un objetivo fácil a nivel de seducir, usar y tirar. Pero me ha sorprendido. Está mucho más encriptada de lo que parecía. Me jode reconocer que esconde alguna que otra cosa interesante... ¡Para el que la aguante, claro!

Y, sin embargo, cuando Eva se gira buscándome con la mirada, me siento conectado con lo que estamos a punto de experimentar juntos. Cuando me localiza y sonríe con malicia y travesura mientras avanza hacia mí, una sensación placentera me atraviesa todo el sistema nervioso. ¡Me pone de mala manera!

Tiro lo que me queda de cigarro, entro y avanzo hacia ella.

—¡Aquí estás! —murmura coqueta en cuanto estamos uno frente al otro. Cojo su mano y acaricio el dorso con mi pulgar volviendo a meterme en el papel de «Equis».

—¿Pensabas que me iba a alguna parte?

—Igual habías decidido aceptar otra oferta —comenta desviando la mirada hacia la tía buena que me ha pedido fuego antes.

—Uh, sí. Me ha tentado... pero todo depende de ti —comento como si bromeara.

—¿De qué depende? Mira que soy muy competitiva, y con tal de ganar... —insinúa muy graciosa.

—Solo quiero saber una cosa... Si subo contigo, ¿voy a poder sacarte toda la ropa?

Eva se ríe encantada.

—¿Eso es lo que quieres? ¿mi ropa? —se toca el vestido con gracia.

—Sí, la quiero toda. Lejos de nosotros. ¡Muy lejos!

La mirada azul de Eva se oscurece y una microsonrisa anuncia que está encantada con esa propuesta.

—¡Vamos!

Coge mi mano y se dirige hacia el ascensor. Cuando entramos y se cierran las puertas, noto cómo se tensa a mí lado. Suelta mi mano para tocarse el pelo y se lo peina repetidas veces. ¿Por qué está inquieta ahora? Hay que aflojar esos nervios.

Me enfoco hacia ella y la hago retroceder gracias a mi superioridad física. Avanzo con mi cuerpo hasta ponerla contra la pared del ascensor. Eva alza la mirada como un corderillo y me observa llena de curiosidad, quiere saber qué viene a continuación. Mantengo la mirada con decisión y, después, mi boca atrapa su labio inferior y tira un poco de él. Eva jadea y deduzco que se ha acelerado su respiración al ver cómo su pecho sube y baja con brusquedad.

Mi dedo índice acaricia su mentón y bajo por su cuello, tocando como por casualidad su vena carótida. Ahí me demoro un instante, lo justo como para confirmar que nuestro contacto la altera tanto como a mí. Parece que no soy el único puto afectado por dilatar tanto la tensión sexual y no resolverla mucho antes.

¿A quién se le ocurre pensar que esto puede ser divertido?

¡Insano! Eso es lo que es.

Sigo recorriendo su piel en descenso por su escote. Eva suspira en mi boca y luego traga saliva. Está muy receptiva a mis caricias y eso me enciende más de lo esperado.

Eva le da a varios botones del panel para que el ascensor amplíe su recorrido.

—No veo el momento de sacarte toda la ropa y hacer que te corras tal como me has contado en el casino —susurro sobre sus labios sin dejar de mirarla.

—Uffff.... —resopla ella agitada y rodea mi cuello con sus brazos—. Y yo no veo la hora de que lo hagas realidad y, luego, yo pueda agradecerte la buena fortuna que me has traído esta noche.

Seducción encriptadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora