-No pretendo retenerte mucho rato. Hemos tenido suficientes sesiones, ¿No lo crees? Iremos al grano.

-Está bien.

-¿Vas a contestar todas mis preguntas?

Asiento. La Doctora Peterson me transmite su calma.

-Si no planeabas suicidarte, ¿Por qué lo hiciste?

-La desesperación. A decir verdad, perdí la cabeza. Quería que todo se detuviera al menos cinco segundos. De haber sabido que mi madre entraría a la habitación yo nunca...bueno, ya sabe.

-Comprendo-anota algo en su libreta-. Hubo un tiempo en el que siempre ocultabas los moretones en tus piernas. ¿Por qué te golpeabas?

-No lo sé con exactitud, pero lo que si sé es que ese dolor físico no se comparaba a lo que ocurría dentro de mí...a lo que ocurría en mi corazón.

-¿Y estás de acuerdo con que todos tus episodios de depresión más profundos tienen un detonante?

Asiento.

-De modo que has llegado al momento de la explosión dos veces en toda tu vida.

-¿A qué se refiere?

-Me refiero a esos momentos donde te has sentido tan deprimida que llevaste a cabo acciones que normalmente no haces. El de anoche fue el segundo, ¿Recuerdas cuál fue el primero? ¿Podrías describirlo?

-Fue el día que tomé mi bicicleta y salí de casa. Antes de eso pasé días encerrada en mi habitación, sin hablar, sin comer, pensando y haciendo cosas de las que me arrepiento. Es difícil decir ahora mismo cuál fue el motivo que desató mi comportamiento de ese momento, pero todavía puedo percibir los sentimientos...si, eran malos sentimientos, está de más decirlo.

-¿Esos malos sentimientos fueron los que te invadieron para la segunda explosión?

-Fue peor, Doctora Peterson. Mucho peor.

-¿Y a que se debe, Maine? ¿Cuál fue el motivo de esta explosión que dejó en cenizas todos estos meses en los que al fin estabas bien contigo misma? Dime, con total sinceridad, que fue eso que te destruyó hasta el punto de hacerte perder la cabeza y cortarte los brazos con una navaja.

Clavé la mirada en mis pies descalzos. No podía contestar, un nudo se me ha formado en la garganta y las lágrimas patinan por mis mejillas con completa destreza. Otra vez me duele el pecho.

-Háblame sobre tu novio, Edmund.

Subo la cabeza de golpe, asombrada, intentando mirar a la Doctora Peterson a través de mis ojos llorosos.

-¿Cómo sabe de él?

-Un día entró a mi oficina en la secundaria y me preguntó si nuestras sesiones te estaban ayudando. Yo le dije que no podía darle ese tipo de información porque era confidencial, y él solo dijo "nada en la vida de Maine debería ser confidencial para mí" y añadió que de no ver cambios positivos debía decirle, porque él cuidaría de ti para que nunca, jamás, tuvieras la necesidad de cortarte con un borrador, mucho menos con el borrador del director Chucky...Oh, recuerdo que lo regañé por decir eso, ¡Que falta de respeto!

Más allá de este mundo (Libro I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora