Sirius miraba fijamente una fotografía de los cinco merodeadores mientras esperaba que James termine de escribir la carta para Dumbledore donde le informaba que se esconderían esa misma noche.

Remus se dirigió a la planta baja al terminar de empacar sus cosas, no podían quedarse allí, pero se sentía tranquilo al saber que James no se encontraría solo y recibiría ayuda de Lily.

El licántropo caminó hasta Sirius y se posó a su lado.

–¿Estás bien?

Sirius salió del trance y asintió.

–¿Entonces por qué lloras?

El pelinegro rápidamente tocó sus mejillas, notando que estaban mojadas. Miró hacia otro lado y secó sus ojos, sintiéndose avergonzado. No se había dado cuenta de que se encontraba en ese estado hasta que Remus le dijo.

–No te avergüences, Sirius. No conmigo.

Sirius mantuvo su mirada en la fotografía, específicamente en ella.

–A veces me pongo a pensar... –comenzó Remus, mirando la misma fotografia. –Somos una generación triste con fotografías felices.

–Eso es deprimente, Lunático.

Remus soltó una risa y asintió.

–Sí, pero es la verdad.

–Que hayamos sido una generación triste no significa que no hayamos sido felices.

–Yo nunca dije eso. –lo señaló.

La fotografía era del día de la graduación.

Los cinco merodeadores se abrazaban y miraban a la cámara con amplias sonrisas, excepto Sirius que sacaba la lengua. Remus había colocado sus dedos detrás de la cabeza de James, simulando unos cuernos.

Él chasqueó su lengua y se volteó, dándole la espalda a la fotografía.

–A veces me pongo a pensar y... me agobio. –comentó Sirius. Remus esperó a que continúe. –¿Cómo le explico a mi corazón que no volveremos a hablar? Que no volveré a oírla.

Remus fue invadido por una expresión de tristeza.

–Sirius...

–No importa, yo... no sé por qué dije eso. No quiero hablar de ello.

–Deberás hablarlo en algún momento, no te guardes las cosas.

Sirius tuvo un deja vú.

–Pero no ahora, Remus, por favor.

Remus le sonrió a medias y asintió, rindiendose.

–¿Estás seguro de querer ser el guardián?

–¿Por qué lo preguntas?

–Si atan los cabos y se dan cuenta de que tú eres el guardián... te buscarán, y sabes que te torturarán.

–Lo sé.

Remus asintió, sonriendole un poco. Si había algo que el castaño admiraba de Sirius era su valentía y la forma en la que cuidaba de sus amigos y las personas que amaba.

–Si atan los cabos... –murmuró Sirius por lo bajo.

–Es lo que dije.

–Lo sé, puede que sea obvio que soy yo.

Remus elevó una ceja.

–¿Eh?

Sirius, sin decirle una palabra, comenzó a caminar hacia las escaleras.

THANTOPHOBIA; James PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora