—¿¡Entonces por qué?! —la cuestiona con preocupación, tomando los hombros de Isabela y sacudirla un poco —¡¿Por qué estás casandote con él si no lo amas?! ¡Creíamos que lo hacías! —esto está mal, para Mirabel esto está horriblemente mal.

—¡Por qué es lo que la abuela quiere! —grita Isabela con frustración, separándose de Mirabel bruscamente —¡Por qué al menos si soy yo no lo será ninguna de ustedes! ¡No lo serás ! —Mirabel se queda paralizada, y siente frío, mucho frío —¡Ella puede exigirme tanto como quiera! ¡Pero ella no puede meterse contigo, y si para ello debía de insistirle para que contrajera matrimonio con Mariano entonces que así fuera! —Isabela lloró, cubriéndose el rostro con las manos.

Mirabel no sabía que decir, sus pensamientos corrían desenfrenados sin poder detenerse mientras digería las palabras que Isabela gritó con una voz desesperada.

—Tú... ¿Me estabas protegiendo? —le preguntó con voz temblorosa... Eso no podía ser, eso no...

—Estaba en una conversación con la abuela y la señora Guzmán —dijo Isabela con tono derrotado, descubriendo su rostro y manteniendo la mirada al suelo rosado —. Mostrando siempre una tonta sonrisa bonita y fingiendo que ponía atención en la mayor parte de la conversación. La abuela antes había estado haciendo comentarios acerca de que Mariano era un gran muchacho, que sería un buen prospecto de marido y era casi a diario desde hace casi un año, así que si su conversación con la señora Guzmán iba en ese camino entonces no me interesaba, así que no les puse atención —Isabela tensó la mandíbula, cruzándose nuevamente de brazos —. Pero repentinamente dijeron tu nombre y fue cuando comencé a poner atención —Mirabel observó como la mirada de su prima cambió, una pizca de resentimiento y enojo brilló en los marrones de Isabela —. Abuela le mencionó a Lorena que quería ofrecer tu mano en matrimonio a los Sierra y que fueras a vivir fuera de Casita —Mirabel sintió como la bilis le subió por la garganta, se supone que había un acuerdo de paz entre ellos, abuela casi ni se metía con ella desde que los niños cumplieron cuatro años, ¿se debía a qué ese era su plan? —. No sabes lo duro que fue, mantener una postura perfecta, una sonrisa modesta y la tranquilidad, cuando en realidad quería explotar —Isabela repentinamente parece estar reviviendo la escena, ya que se aleja varios pasos de Mirabel, sus brazos se abren y hace ademanes llenos de frustración a la vez que pisotea el suelo —¡Quería gritarle! ¡¿Cómo podía siquiera querer sacarte de Casita?! ¡Pero debía mostrarle una estúpida sonrisa y parecer que entendía su punto de vista! —Mirabel se percató de los cactus emergiendo en el suelo, pero decidió no sacarlos a relucir, permitiendo a Isabela continuar, le dolía, claro que lo hacía y quisiera expresarlo, pero algo le decía a Mirabel que llegarían más lejos en esto, una ruptura a la muralla que las separaba —¡Entré en pánico cuando la conversación escalaba más, casi como si fuera un hecho! ¡Así que le dije a la abuela que no debía concentrarse en ti ni preocuparse si yo me casaba con Mariano y traía nuevas bendiciones para el Encanto! —sollozó —. Y logré que olvidara el tema, y eso estuvo bien para mí, porque no importa si me caso sin amor, ella no puede hacerles lo mismo a ninguno de ustedes, menos a ti, porque podría usar mi matrimonio para que no salieras de Casita.

Mirabel no pudo evitar derramar las lágrimas que se acumularon en sus ojos en el transcurso de la explicación. Isabela, quien había aceptado en un inicio la postura de la abuela y la ignoró. Isabela, quien se había empezado a desquitar con ella por frustraciones que estaban lejos de la comprensión de Mirabel. Isabela, quien se disculpó llorando desesperada. Isabela, quien estaba ahogándose a si misma para protegerla. Su querida hermana mayor Isabela.

Mirabel se acercó a Isabela, sus manos buscaron de inmediato las de la mayor, tomándolas con dificultad —. Gracias, por amarme tanto como para sacrificarte por mi —le dice con voz temblorosa, una sonrisa se desliza por sus labios cuando los ojos de Isabela finalmente la miran —. Pero por favor, nunca te sacrifiques así, ¡es tu felicidad, Isabela! ¡Es tu vida! ¡Ya no soy una niña pequeña, tengo quince! Además, ¿crees que mis papás no habrían impedido el matrimonio incluso antes de que la abuela terminara de dar la idea? —la cuestiona con una pequeña pizca de diversión, que obtiene el efecto deseado cuando Isabela resopla y pone los ojos en blanco —, y te aseguro que mis papis nos habrían sacado de la casa de ser necesario, incluso las hubiera arrastrado a Luisa y a ti de ser necesario —Mirabel suavizó su expresión, acariciando con los pulgares el dorso de las manos de Isabela —. Por favor, ¿puedes ser sincera conmigo? —la mayor asiente lentamente —¿Por qué casi te ahogas a ti misma con tal de protegerme?

Arde, mi bella estrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora