Capítulo 3.

505 88 33
                                    

Era extraño caminar junto a Hyun Jin, en especial porque ellos ya no eran ese interesante par de mejores amigos que podían hacerse compañía sin aburrirse tantas horas como quisieran y que siempre tenían algo que contar o un tema que fuera del interés de ambos. Seung Min comprendía que el paso del tiempo era capaz de hacer cambiar a las personas, que todos crecían de manera inevitable y encontraban nuevos gustos o amistades, pero... ¿Por qué tenía que ser tan doloroso pensar en lo mucho que se había alejado el ahora pelirrojo?

El que lo estuviera acompañando hasta su casa en esos momentos, después de saltarse todas las clases en una universidad que no era la suya, se sentía de alguna manera como una despedida que no se salvaría de llenarse con lágrimas. Sin embargo, el pelinegro prefirió verlo como una oportunidad para soltar todas las preguntas que daban vueltas en su cabeza y terminar por arreglar todo, siendo amigos otra vez. ¡Como antes o mejor!

—Oye, Hyun Jinie...

—¿Hm?

—Tal vez esta pregunta te parezca extraña, pero necesito saber la verdad. ¿Por qué dejaste de escribirme cartas? —Cuestionó mientras caminaba junto a él, con las mejillas rojas y cargando cierto temor a molestarlo—. Yo... estuve esperándolas por mucho tiempo...

El más alto se dio cuenta de que las palabras ajenas ocultaban cierto dolor y, aunque reconocía su culpa silenciosamente, ni siquiera volteó a ver al otro chico cuando decidió darle una respuesta. Era probable que estuviera a un instante de hacerle daño al inocente pelinegro, pero Hyun Jin no era el tipo de persona que le decía a los demás lo que deseaban escuchar sólo para que siguieran dentro de un mundo optimista y rosa.

—Un día me ocupé tanto que llegué muy tarde a mi casa y se me olvidó por completo escribirte. Tuve la intención de hacerlo un día después, pero sólo lo dejé como un asunto pendiente del cual al final no me hice cargo... En algún punto dejé de creer que se trataba de algo importante —se encogió de hombros—. Y es que sí daba igual, ¿no? Habían pasado años, pero mi vida seguía aunque tú no estuvieras cerca, simplemente me empecé a ocupar cada vez más con otras cosas y ya. Eso es lo más normal, Seung Min —suspiró—. Nadie debería aferrarse al pasado.

El menor creyó que resolver una de sus dudas más grandes lo ayudaría a encontrar cierta tranquilidad que le faltaba, pero se equivocó al grado de que incluso estaba arrepintiéndose de haber abierto la boca. La opinión de Hyun Jin era sincera, por supuesto, pero esa misma honestidad se sentía bastante fría. Al más bajo no le gustaba, aunque sí le era necesaria.

—¿Y qué hay de nuestras promesas? —Casi susurró debido a lo decepcionado que se sentía.

—Seung Min, no éramos más que unos niños en ese entonces. Sabes bien que los niños pequeños prometen un montón de cosas que ni siquiera saben si podrán cumplir —puso ojos en blanco sin darse cuenta de lo mucho que esa acción podía lastimar al pelinegro—. Simplemente creíamos en muchas cosas que ahora son absurdas si las vemos como adolescentes o adultos jóvenes.

—Está bien. Crecer es cambiar, lo entiendo —se paró delante del pelirrojo para que éste dejara de caminar por unos instantes y que de esa manera por fin pudieran hacer contacto visual—. Pero crecer no es dejar de ser amigos... ¿Cierto? —Esperanzado, buscó una respuesta en la mirada ajena—. Puede que algunas cosas ya no tengan la misma importancia cuando dejamos de ser niños pequeños, ¡pero hay otras que siempre importarán mucho! Y tal vez nuestros gustos e intereses son distintos ahora, Hyun Jinie, per-

—No digas ni una palabra más, Seung Min —lo interrumpió al alzar un poco la voz de manera casi inconsciente.

Hyun Jin en verdad parecía otra persona, era como un chico al que el contrario nunca había conocido. No obstante, Seung Min presentía que todavía estaba ahí el pelinegro que durante una parte de su infancia se divirtió a su lado y lo acompañó a encontrar tesoros enterrados por piratas, resolver misterios, explorar cuevas o ruinas y descubrir galaxias mientras recorrían el universo en sus naves hechas de cartón, entre otras aventuras.

—Tú aún eres mi amigo —soltó Seung Min con seguridad, ignorando la petición contraria de callarse—. Por eso me defendiste y te enojaste cuando tu compañero de cabello azul por poco logra hacerme llorar.

El pelirrojo desvió la mirada, dejó salir un suspiro y después le sacó la vuelta al cuerpo del más bajo para seguir caminando. Agradecía el hecho de que su casa ya no estaba muy lejos de ahí.

—Tampoco creas que te hice un favor o algo por el estilo, ¿de acuerdo? Lo que pasa es que no me gusta que las personas lloren —admitió con voz baja tras alejarse por lo menos cinco metros, sonando convencido—. Además, hay ocasiones en las que Chang Bin hyung puede ser todo un idiota y alguien tiene que detenerlo antes de que se pase. Le encanta hacer como que es un chico rudo por alguna razón que nadie entiende.

Seung Min se vio obligado a correr un poco para pasar junto al más alto y volver a ponerse en frente de él. Era evidente que tenía otras preguntas, pero que éstas podían lastimarlo mucho más si se atrevía a hacerlas, y aun así no podía dejar el asunto tal y como estaba.

—¡Espera! ¡Hay algo más! Cuando me viste y supiste quién soy, tú... Bueno, sé que no sonreíste y que le prestaste atención sólo a los otros chicos que estaban ahí contigo, pero... ¿No te sentiste ni siquiera un poquito feliz? ¿No te dio gusto verme después de tanto tiempo?

—En este momento sólo me pregunto cómo y por qué fastidias tanto —echó la cabeza hacia atrás por unos segundos y ni siquiera se preocupó por esconder su molestia—. Estoy seguro de que nada de lo que quieres saber tiene importancia ahora, Seung Min. Déjame llegar a casa, quiero estar tranquilo, ¿entiendes?

—¡Pero dijiste que está bien que te acompañe a tu casa! —Le recordó, negándose a llegar hasta ahí.

—Dije que no me importa si me acompañas, es diferente.

—¿Sabes? Yo sí me sentí feliz —confesó—. El día que te mudaste fue terrible, pero siempre soñé con que nos volveríamos a ver y hasta puedo decir que era lo que más deseaba, así que... ¡Eso convierte a este día en un sueño hecho realidad! —Explicó cómo veía él la situación—. Por eso estoy feliz a pesar de todo.

—No vas a dejarme en paz, ¿cierto? —Agotado, volvió a soltar un suspiro.

—No —rio un poco—. También vendré a verte mañana... Bueno, todos los días, si es posible. No me importa qué tanto hayan cambiado tus gustos o si tengo que pasar por la sensación de que te estoy volviendo a conocer desde cero, ¡haré lo que sea necesario para demostrarte que no miento! Tú y yo podemos seguir siendo amigos porque en realidad nunca dejamos de serlo y sé muy bien que aún estás ahí, Hyun Jinie.

El mayor lo miró con indiferencia y se encogió de hombros por segunda vez. El tiempo lo había hecho cambiar en muchos aspectos, pero aunque no detestaba a Seung Min ni nada parecido, eso no quería decir que podía darle la razón.

—Haz lo que quieras, sólo no seas tan escandaloso —se dio por vencido.

—¡Bien! Dime cuál es tu número de teléfono —pidió el más bajo con una sonrisa.

Seung Min empezó a visitar a Hyun Jin diariamente. Corría hacia la parada de autobuses tan pronto como salía de la universidad y le enviaba un mensaje al pelirrojo para hacerle saber que estaba en camino hacia su casa.

Continuará.

............................

¡Hola, lobitos!

Gracias por sus lecturas, estrellitas y comentarios. ~ ❤️

Traté de actualizar antes, pero no pude. 😥 Han sido días un poquitín complicados, pero ya vienen las vacaciones, así que espero poder relajarme y escribir más.

Un abrazo.

Dame una señal, Hyun Jin [HyunMin]Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu