Cap. 2 "Encierro"

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Sus piernas se movían en automático, siguió cada orden y no se quejó más. Le habían dicho que tenía derecho a un abogado, pero no sabía cómo buscaría uno desde la cárcel. Su abuelo no estaba en condiciones de andar tocando puertas y haciendo llamadas para conseguir a alguien que pudiera representarlo; y si aceptaba el que le asignaran pagado por el estado, seguramente sería alguien que no se esforzaría lo más mínimo en defenderlo.

Estaba jodido.

Y ahora ahí estaba, entregando su billetera con sus documentos y un par de yenes, apagando su móvil para meterlo en una caja que tenía un número que, asumía que era el suyo. Guardado hasta su liberación, ni siquiera sabía si en su trabajo tenían conocimiento que ya no llegaría.

Le ordenaron que se desnudase, hombres en uniforme con batones en sus manos. Yuuji lo hizo, y puso ambas manos pegadas a la pared, obedeció cuando le dijeron que tosiera e hizo una mueca cuando introdujeron un dedo en él.

—No imaginaba que así sería mi primera vez —dijo y se rio—. ¿Y tú?

Miró a su derecha a un chico de cabello oscuro que lo usaba de lado cubriendo uno de sus ojos, parecía de su edad, hizo la misma mueca de incomodidad cuando lo exploraron.

—Por favor, no me hables cuando tengo un dedo en el recto.

—Soy Yuuji Itadori —se presentó.

El otro chico lo miró.

—Junpei...

—Silencio —dijo el guardia cuando terminó con todos los nuevos reclusos y a cada uno le ordenó tomar una bandeja plástica con un uniforme naranja y algunos artículos de higiene personal—. Ahora, síganme.

El guardia que los dirigía, no se veía amable, era de cabello teñido de rubio, con ojos pequeños y un bigote ligero.

Después de cambiarse, todos obedecieron y lo siguieron hacia un lugar donde utilizó su tarjeta en un lector electrónico que abrió una compuerta metálica y les ordenó que pasaran. Miró a su alrededor, todo era color gris, el techo, el piso, las puertas, a excepción de los trajes de todos los prisioneros que eran de un llamativo naranja que resaltaba entre las celdas. Todo lo demás era oscuro, y se percibía cierta humedad en el ambiente que resultaba desagradable.

—Yoshino, Itadori: esta es su habitación de lujo —dijo el guardia con seriedad al abrir la celda e indicarles que entraran.

—¿Sabe cuándo asignaran un abogado para mi caso? O si puedo ver sus credenciales —preguntó esperanzado, no era que supiera mucho del tema, pero al menos conocía buenas universidades, de cuando quiso estudiar antes de dedicarse de lleno a la salud de su abuelo.

—Creo que me has confundido con alguien a quien le importa una mierda las preocupaciones de la escoria de la sociedad, ¿no crees?

El de cabello rosa se quedó callado y miró hacia otro lado.

Ambos entraron y observaron al guardia darse la vuelta para guiar a los demás reclusos nuevos hacia sus respectivas celdas.

—Bueno... creo que seremos compañeros de celda —le sonrió Yuuji a quien esperaba fuera su nuevo amigo.

—Así parece —dijo Yunpei y llevó la bandeja con sus objetos personales a la cama—. ¿Quieres arriba o abajo?

—¿Puedo elegir? Quizás abajo porque creo que peso más que tu —se rio Yuuji—. A menos, que quieras esa cama.

—Me da igual.

Como sabía que estarían viviendo juntos el tiempo que tardara en aclararse el malentendido de su presunto robo, Yuuji le hizo todo tipo de preguntas. Al principio el chico Yoshino no parecía querer compartir; pero después de platicar por horas terminó contándole sobre él.

Nullum crimenWhere stories live. Discover now