Creí haber mejorado, haber madurado, haberme fortalecido..., pero me he dado cuenta de que sigo siendo la misma idiota que espera lo que no llega, que sonríe a quien no le mira, que persigue lo que escapa, que busca lo que no existe...
¿Por qué continúas si sabes cuál será el resultado? ¿Por qué derramas sudor y sangre sobre causas perdidas? ¿Por qué sigues enamorada del dolor inútil, del esfuerzo en vano? ¿Por qué te empeñas en seguir soñando, en no despertar, en no abrir los ojos, en tenerlos empañados en lágrimas de falsa felicidad, no porque no la sientas, sino porque no existe causa alguna que la produzca?
¿Dónde estás exactamente? ¿Ves algo? Porque siempre me ha dado la impresión de que, al fin y al cabo, nunca vimos lo mismo; de que, en realidad, vivíamos en lugares distintos, en universos paralelos, y por eso nunca nos entendimos. Quise ver lo que veías, y me hice daño, todavía me sigo preguntando cómo tú no te has quemado ahí, dentro del incendio, del infierno..., en tu hoguera.
Eres pequeña, y sin embargo aplastas, me pesa tu mirada, me ahoga, me asfixia; y me pregunto si realmente perteneces a este mundo, y rezo por que te vayas, y te ruego que te quedes, porque sé que siempre harás lo contrario de lo que se te pida.
¿Hasta cuándo esta pesadilla? Dicen que uno se acostumbra al día a día, pero a mi cada uno -a pesar de la monotonía- me hiere como si fuese nuevo y desconocido; la tortura se repite y ya debería habérmela aprendido, pero no puedo, y mi llanto continúa siendo el mismo que desde el comienzo.
Quiero morir, pero solo porque no sé otra manera de hacerte desaparecer. Quiero librarme de tu mirada, de tu vigilancia, de tus susurros, de tus mentiras, promesas, engaños y caricias que arañan y me raspan la piel hasta hacerme sangrar. Y sé que las marcas no se irán aún cuando te hayas ido, y sé que te echaré de menos a pesar de lo que me has dolido, porque me enseñaste a detestar la cordura y el equilibrio, y quien aprende eso, jamás es capaz del olvidarlo.
